Terapias para frenar la progresión del párkinson

GADEA G. UBIERNA
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El neurólogo de la clínica Quirón de San Sebastián Gurutz Linazasoro señala que «es importante envejecer con un cerebro lo más sano posible»

Linazasoro ha participado otras veces en la jornada de Párkinson Burgos. - Foto: DB

El neurólogo Gurutz Linazasoro, especialista en párkinson, explica en conversación telefónica que suele empezar sus conferencias con «una frase del doctor Carlos Elósegui que veo a diario en la clínica y que dice así: 'El día en que se encontraron una persona que sufría y otra que le escuchó, nació la Medicina'». Linazasoro destaca así la importancia de la empatía en el abordaje de cualquier enfermedad, pero, sobre todo, en las neurodegenerativas y crónicas.

¿Cómo empatizar con una persona en el momento en el que se le diagnostica párkinson?

Esto también lo aprendí de un médico americano que tuvo párkinson, Sidney Dorros, que escribió un libro en el que explicaba que es muy diferente decirle a una persona que 'usted tiene una enfermedad crónica y progresiva que no tiene curación', como le ocurrió a él, a esto otro: 'Mire, es una enfermedad que no podemos curar porque desconocemos la causa, pero desde los años sesenta disponemos de diferentes medicamentos que sí pueden corregir los defectos que hay en el cerebro como consecuencia de la enfermedad, que es esa falta de dopamina. Y con fármacos, rehabilitación, cirugías y etc usted va a poder llevar una calidad de vida razonablemente buena durante muchos años'. Ganas el 50% de la batalla, porque una vez que se acepta la enfermedad es mucho más fácil adaptarse.

Además de emplear la empatía, ¿qué se puede hacer para aceptar mejor que la convivencia con el párkinson ha de ser para siempre?

Con información, información e información. Esto lo puede hacer el médico, pero también lo hacen muy bien las asociaciones de pacientes, en las que hay personas con la enfermedad y familiares que han convivido con ellas. Yo les digo que vayan, porque en las asociaciones les van a dar trucos y consejos útiles en el día a día.

Usted habla de la importancia de las terapias complementarias, ¿a qué se refiere, qué son?

No me gusta nada ese nombre, porque parece que es algo secundario o menos importante y el tratamiento del párkinson debe ser integral.  Estamos habituados a pensar que es una enfermedad del movimiento, y es verdad que la lentitud o el temblor son las cosas que más llaman la atención, pero hay muchos síntomas no motores: digestivos, problemas de ánimo, de sueño, de la voz, dolores, hormigueos, urinarios... Esto ya indica que tiene que haber otros profesionales para atender estos problemas. Los fármacos o la cirugía, que es la parte médica, mejoran mucho los síntomas, pero estos otros mejoran con la rehabilitación, la fisioterapia, la logopedia...  Son las mal llamadas complementarias.

¿Qué pronóstico tiene una persona a la que se le diagnostique ahora párkinson y en qué ha cambiado en los últimos diez o veinte años?

El pronóstico ha cambiado porque disponemos de muchos más fármacos y de cirugías, que hace unos años eran algo impensable, como de ciencia ficción. Ynosotros ahora participamos en siete ensayos con diferentes estrategias de tratamiento para diferentes fases de la enfermedad. Hace años, cuando disponíamos de pocos fármacos, un problema muy importante eran los movimientos anómalos, porque nos obligaba a utilizar dosis muy altas de levodopa, que es el fármaco más importante y potente que hay, pero acababan provocando un exceso de movilidad. Hoy en día podemos poner dosis más bajas, complementar la levodopa con otros medicamentos y ese problema, ya, prácticamente no lo vemos. Sin embargo, empiezan a aflorar problemas que hace veinte años no veíamos: los cognitivos, los digestivos, la inestabilidad... No surgían porque teníamos otros retos. La calidad de vida ha mejorado sustancialmente.

¿Para qué problemas de párkinson hay tratamiento quirúrgico?

Hay dos situaciones. Si es un párkinson en el que el síntoma predominante y qué más afecta a la persona es el temblor, se puede recurrir a un tipo de cirugía, pero si es un párkinson en el que hay lentitud o rigidez hay que recurrir a otro tipo de cirugía. La clave está en las dianas del cerebro a las que hay que dirigir las cirugías; en el caso del temblor es el tálamo, que se puede abordar de muchas maneras, pero si hay síntomas en los dos lados del cuerpo y además presenta lentitud o rigidez, la diana es el núcleo subtalámico, que es muy pequeñito y está en la profundidad del cerebro.

De los siete ensayos en los que participan su clínica y sus pacientes, ¿cuáles son los más alentadores o esperanzadores?

Cada uno persigue un objetivo. Tenemos dos para intentar frenar la progresión de la enfermedad y actúan contra una proteína que se deposita en el párkinson y provoca la muerte de las neuronas, que es la alfa-sinucleína. Intentan evitar su producción o propagación en el cerebro y están dirigidos a personas que acaban de ser diagnosticadas, con el objetivo de que la enfermedad evolucione de manera más benigna. Luego hay otros para mejorar los síntomas, tres fármacos en evaluación que complementan a la levodopa. Y, después, tenemos la levodopa administrada por vía subcutánea, en bombas de infusión, que es para pacientes con la enfermedad en una fase más avanzada.

¿Qué cambios ha habido en cuanto a la prevalencia, hay más párkinson o es que se diagnostica más?

La enfermedad de Parkinson está asociada al envejecimiento y cada vez hay más mayores de 65 años, así que hay más casos de párkinson. Es ley natural. Pero por otro lado, se ha avanzado mucho en genética e influencia genética en el párkinson, que ocurre en personas más jóvenes y ya no llama tanto la atención que una persona de 30 años pueda tenerlo. Antes era muy improbable y, muchas veces, muy difícil de pensar. Ahora todo el mundo sabe que una persona con 30 años y síntomas de temblor o agarrotamiento puede tener un párkinson y que hay que excluirlo. Por eso se diagnostica más y en personas más jóvenes.

¿Cómo cambia el momento del diagnóstico en una persona joven, cómo se le puede ayudar a procesar que tiene que convivir con el párkinson de por vida? 

Hay que poner a su disposición los mejores tratamientos y ser muy razonable con los medicamentos, usarlos a dosis bajas en diferentes combinaciones, para que la respuesta sea la mejor posible. Y si hay complicaciones o problemas, recurrir a la cirugía o a otras terapias avanzadas. Yo tengo mucha esperanza en que todas estas terapias que ensayamos ahora para frenar la progresión den el resultado apetecido y que consigamos mejorar mucho el pronóstico. Y que se asienten la terapia génica y la celular, que están investigándose desde hace muchos años y que poco a poco van cubriendo expectativas.

Hay muchos avances en el tratamiento del párkinson, pero ¿cuáles son las carencias?

Desde el punto de vista práctico, lo que más nos preocupa es abordar los síntomas no motores: los problemas digestivos y, sobre todo, los  cognitivos. La demencia, que aparece en un 20 o 30% de los casos, sobre todo en personas de cierta edad; el sueño, el dolor, la ansiedad... Son los más complicados de manejar, porque no tenemos tratamientos específicos y son las que marcan el pronóstico y la calidad de vida.

La causa del párkinson es desconocida, ¿pero de qué manera repercuten los hábitos? ¿Hay algo que se pueda hacer para cuidar del cerebro?

Hay un dato que es muy claro: el 40% de los casos de demencia obedecen a factores de nuestro estilo de vida. Es decir, la hipertensión, la obesidad, la diabetes, el fumar, el sedentarismo, la actividad intelectual y social... Todo esto repercute. Si uno mantiene un estilo de vida saludable para el cerebro, disminuye su riesgo de sufrir alzhéimer o cerebro vascular. En el párkinson los estudios no son tan evidentes, pero hay una cosa clara: si uno envejece con un cerebro sano y luego sufre párkinson, su cerebro va a estar mejor preparado para aguantar los embates de la enfermedad. Así que es importante envejecer con un cerebro lo más sano posible.