Fernán Labajo

Plaza Mayor

Fernán Labajo


A cobro revertido

19/11/2021

Casi todas las anécdotas que guardo de las cabinas telefónicas se balancean entre la comedia y la tragedia. Recuerdo aquel verano en el que descubrí las llamadas a cobro revertido y decidí contactar desde el pueblo con un amigo del colegio que no dudó en aceptarla sin pensar que luego la factura sería de cuatrocientas pelas. O cuando en la calle Hípica de Valladolid me encontraba realizando regates imposibles con pequeñas piedrecillas que había en el suelo y, al chutar, uno de los cantos pegó un brinco y reventó el cristal del cubículo. Nadie podrá igualar semejantes majaderías, porque el Consejo de Ministros firmó su sentencia de muerte el martes.      

Más de un siglo de historia alumbraba a estos teléfonos callejeros. Refugios de adúlteros, rateros y detectives que ocultaban sus voces detrás de un número extraño. Un anonimato mucho más puro que el que brindan hoy en día los perfiles falsos de Twitter e Instagram. Gozaban de un halo de misterio. En su interior se respiraba puro cine 'noir' de Hawks y Welles. Esas escenas en blanco y negro en las que solo se distingue la densa bruma del amanecer. Allí se almacenaban historias escritas en los cristales y las bandas metálicas con llaves o monedas. Aromas de tabaco revenido y whisky importado. El perfume caro de las mujeres que susurraban a su amante un buenas noches y dejaban el micrófono impregnado de pintalabios rojo.

Alguna vez me llegó un correo en el que solicitaban mi firma para lograr el indulto de las cabinas telefónicas. Y durante más de una década de inutilidad se consiguió su salvación. Pero 2022 será el año de su final. Ciudades como Londres aún las conservan por una cuestión nostálgica, pero no dejan de ser un nido de folletos con números de prostitutas y 'strippers'. A nadie se le pasa por la cabeza descolgar para hacer una llamada furtiva a cobro revertido.