Tirar de versos para arrancar el dolor

A.S.R.
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Pablo Rodríguez González debuta con 'Las nubes tienen cicatrices', un libro que se regodea en los sentimientos más 'negros' que rodean una ruptura y entre los que apenas se cuela algún rayo de luz

Pablo Rodríguez González, psicólogo de profesión, posa con su primer poemario en la consulta que acaba de abrir en la avenida Castilla y León, 46. - Foto: Jesús J. Matías

Hay mil y una maneras de abordar una ruptura. Cada maestrillo tiene su librillo. Y la poesía encabeza el de Pablo Rodríguez González (Burgos, 1983). De ella tiró para arrancarse la pena, tristeza, amargura, desconfianza, pérdida y los sentimientos más negros que envuelven a uno cuando una relación se ha derrumbado. Necesitaba vaciarse, deshacerse de todos los cascotes, y los versos se erigieron en sus mejores operarios. Ese torrente de dolor apuntala Las nubes tienen cicatrices (Universo de Letras), el debut en el mercado editorial de este psicólogo de profesión. 

No hay una página de las casi 200 que forman el poemario que se libre de ese desgarro. Apenas algún rayo de luz, míseros fogonazos que alumbran recuerdos motivados por la nostalgia de lo vivido, se asoman a los casi 100 poemas, una cifra nada usual para una obra de este género. El poeta se vuelca con crudeza, sin concesiones, con pocas sutilezas. Tiene que soltarlo y lo suelta. «En un momento de dolor poca esperanza cabe», advierte el autor al tiempo que reivindica el, a veces, necesario sufrimiento de esa herida. «Si estás en una etapa de mierda, estás en una etapa de mierda». Él lo estaba. 

De La mirada del adiós / cubierta de lágrimas, / arropada por melancolía / y abrazada por nostalgia/ que transmite ternura y amor... / y también un adiós a No hay solución posible /al beso de la distancia, / en nuestras manos / no hay reparación / al daño que nos causamos

«Es la historia de una ruptura de pareja, un momento de crisis, con todas las dudas, la rabia, la incertidumbre, las culpas, el miedo, el perdón... Para mí era una historia que merecía la pena contar», expone Rodríguez sobre este volumen que relata una experiencia personal. «Cogí el boli y un cuaderno y me puse como un loco a escribir. Al principio fue una necesidad de sacar, de vomitar, y tenía que ser algo muy directo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre, el dolor es dolor, la pena es pena y la tristeza es tristeza. Una persona que atraviesa una ruptura de pareja no tiene un orden en lo que siente. No hay fases. Para mí el libro fue un ejercicio terapéutico», reconoce sabedor de que, con matices, muchos encontrarán un lugar común. 

Y es consciente porque su trabajo así se lo dice. Rodríguez González salió de su ciudad para estudiar Psicología en Salamanca y desde entonces ha buscado respuestas sobre el dolor (y las ha dado). Cuenta con másteres en violencia de género, psicooncología y un tercero en duelo, pérdidas y trauma.

«Yo aprendo mucho de cada persona que viene a la consulta (tiene en Burgos y en Ibiza). Te da una riqueza en la mirada y te ayuda a contactar con tus propias emociones, a identificar por lo que estás pasando y ver que no es nada patológico, sino un proceso lógico, e incluso te da la esperanza de que esto acaba», sostiene. 

E igual que los versos le ayudaron en su ruptura, cree que puede hacerlo con los demás. Los libros, en general, se antojan como alivio en los malos momentos. Él siempre tuvo a la poesía cerca. Sus padres son ávidos lectores y durante los ocho años que vivió en Madrid nunca faltaba un poemario en sus viajes en metro. Miguel Hernández, el primero de su lista, Lorca y Machado ocupan su top clásico, pero se confiesa marcado por los nuevos poetas como Diego Ojeda, Rayden, Marwan, Mónica Gae, Sara Búho... Le acompañaron en su caída al abismo... y en su regreso a la luz.