El turno se coge por WhatsApp

B.A.
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Ana y Alfredo, de Pescadería Ortega Serrano de Lerma, venden el 80% de su género bajo pedido tras verlo los clientes a través de esta aplicación. Envían cada día a 500 personas la lista de sus productos y también un vídeo del mostrador

Ana graba a las 6 de la mañana el vídeo con todo el género que acaba de exponer en el mostrador y lo envía a la clientela un par de horas después. - Foto: Miguel Ángel de la Cruz

Hace tiempo que Ana y Alfredo no reponen el rollo de papel del dispensador de turnos de su pescadería. Ya no se forman colas en su local de la calle Mayor de Lerma. La mayor parte de sus pedidos, el 80%, los recogen ya preparados sus clientes después de haber recibido en su WhatsApp un listado con los artículos diarios y un vídeo de su lustroso mostrador. «Cuando lo ven nos llaman por teléfono para hacer el encargo o también a través del WhatsApp, luego solo tienen que pasar a por ellos», comenta Ana Carmen Ortega, que gestiona la Pescadería Ortega Serrano junto a su marido, siendo la tercera generación al frente de este negocio en la villa ducal. 

Su inquietud por las nuevas tecnologías, unido a facilitar la compra a los clientes, les llevó a finales del 2019 a comenzar a utilizar esta aplicación del móvil para hacer llegar su género a los consumidores. «De la compra en su mayoría se siguen encargando las mujeres, mujeres que trabajan. Nos llamaban por teléfono para preguntarnos lo que teníamos y así hacer la compra, pero cuando cantas 20 artículos, es difícil acordarse de los primeros», explica Ana, que cada noche envía a 512 clientes a través de una lista de difusión el repertorio de todo lo que habrá en tienda al día siguiente, entre 30 y 40 variedades en condiciones normales. 

Después, a las 6 de la mañana, con música de fondo y gran sentido del humor, graba un vídeo en el que presenta todo el género de su mostrador y que envía un par de horas después. «Lo importante es que se vea», relata la mujer, que mantiene informados a sus clientes a través de esta aplicación de los días que cierra, si hay temporal en el mar o de que artículos es temporada... Y lo de verlo lo corrobora un cliente. «Hay días que no tienes pesando comprar pescado, pero ves la buena pinta de algo de lo que aparece en el vídeo y te dan ganas de comprarlo», comenta en relación a cómo estos mensajes también animan la compra algún día. 

Alfredo y Ana, que se conocieron en Burgos estudiando Empresariales, basan su negocio en la calidad, la confianza y las nuevas tecnologías. «Siempre nos han gustado y estamos presentes en redes sociales desde hace 10 años». Instagram es la plataforma donde se muestran más activos. En ella Ana cuelga incluso vídeos de recetas que hace con pescado que vende. «Suelen tener buena aceptación. Soy como Arguiñano, que cuando hacía un plato le seguían, aquí sucede que cuando hago una receta compran ese pecado también para elaborarla. Somos un poco influencer», bromea esta pescatera 2.0, que reconoce que el hecho de que guste su contenido le anima a seguir haciéndolo. «A costa de algunos vídeos nos reímos después con las clientas», reconoce. Entre algunos de estos platos que propone se encuentra el bacalao skrei o almejas a la marinera. «Siempre me ha gustado la cocina. Lo he vivido de cerca porque también hemos servido mucho a hostelería», detalla. 

Sus pedidos vía WhatsApp han servido para fidelizar a su clientela. «Aunque empezamos antes, esta fórmula se agudizó durante la pandemia. Los clientes paraban el coche en la puerta de la pescadería y nosotros metíamos las bolsas en el maletero», comenta Alfredo. De hecho, junto a la puerta, han colocado varias estanterías para ir guardando en ellas los pedidos ya preparados y listos para recoger. 

Ahora, crisis sanitaria casi superada, lo siguen haciendo. «A veces pasan familiares a por ello, y si lo necesitan, se lo acercamos a casa o al trabajo», puntualiza Ana. Y es que todo son facilidades para evitar que se pierda el tiempo en hacer la compra. Cuando el pedido está listo, avisan al cliente y le mandan una foto del tique detallado. «Y pueden pagar por bizum o paypal si quieren, y sino cuando puedan, que por eso nos conocemos y hay confianza», relata la mujer, que tiene un cartel en el local donde anima a seguirles en las redes sociales y a formar parte de sus listas de WhatsApp. 

Tradición familiar. Ana se ha criado entre pescado. Sus cuatro abuelos ya se dedicaron al comercio de los productos del mar y sus padres también. «Conservo los cuadernos de contabilidad mayor de mis abuelos, y en ellos se ve como hacía tratos con proveedores de San Sebastián y Fuenterrabía. También suministraban a vendedores ambulantes de los pueblos de la comarca», explica Ana, que recuerda que sus padres llegaron a tener dos pescaderías en Lerma, una en el mercado viejo y otra en la calle Mayor, la que conservan. 

Toda la vida vinculada al negocio familiar, Ana reconoce que ha cambiado 180 grados. «Se han superado dos crisis, la del ladrillo y la sanitaria. Y se nota el bajón que ha pegado la población de Lerma y su comarca, que es cada vez más envejecida», cuenta la mujer, ejemplo de como la tradición unida a las nuevas tecnologías ayuda a hacer la experiencia de la compra más fácil, sin perder calidad y afianzando la confianza y fidelidad.