Un oficio ancestral y falto de apoyo

M.H. (SPC)
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El sector, que más allá de su peso económico tiene una gran importancia medioambiental y para los cultivos, sufre muchos problemas y una mal regulada competencia de la miel extranjera

Un apicultor realizando labores en su colmenar. - Foto: Javier Ródenas Pipó

La miel lleva formando parte de la dieta de los seres humanos miles de años. Aunque antes ya se aprovechaba este alimento obteniéndolo de las colmenas silvestres (práctica que aún perdura en algunas culturas), es en el neolítico cuando se aprende a controlar los enjambres y comienza la apicultura como tal. En el antiguo Egipto existía la creencia de que cuando Ra lloraba, sus lágrimas se convertían en abejas al tocar el suelo, y la miel y otros productos que se obtenían de ellas eran empleados en medicina, ritos funerarios y como ofrendas a sus dioses. También para los romanos tuvo gran importancia y se utilizaba en la elaboración de numerosas comidas y bebidas.

A día de hoy la miel sigue gozando de una gran popularidad. España es el mayor productor de la Unión Europea y hay casi 30.000 apicultores que cuidan y explotan unos tres millones de colmenas por todo el territorio. Aunque si se le compara con otros subsectores del mundo de la agricultura y la ganadería no reviste una gran importancia económica, lo cierto es que tiene un papel insustituible: la polinización. Mariposas, escarabajos y otros insectos intervienen en este proceso, pero las abejas son los más importantes hasta el punto de que si despareciera la apicultura la humanidad se vería en un grave problema para obtener alimentos y muchos ecosistemas posiblemente colapsarían.

En su momento había abejas silvestres que también se encargaban de esta labor. Según el Ministerio de Agricultura, a partir de 1985 eso cambió. En ese año llegó a España el Varroa destructor, un pequeño ácaro que parasita a las abejas y que, en pocos años, acabó con la práctica totalidad de los ejemplares salvajes, según explica José Antonio Panera, responsable de la Asociación de Apicultores de León. Este fenómeno, que no ha ocurrido solo en España, dejó en manos de las abejas domésticas la tarea de fecundar las flores de todo tipo de plantas, tanto las cultivadas como las campestres, añade. Es decir, de ellas depende que podamos obtener frutos y semillas para alimentarnos y que la naturaleza pueda seguir su curso.

Una abeja en una flor de cerezo.Una abeja en una flor de cerezo.Se considera que el ácaro proviene de Filipinas, donde parasita a la abeja asiática (Apis cerana) sin causarle daños relevantes. Sin embargo, la abeja doméstica (Apis melifera) sufre mucho más con su ataque, hasta el punto de que las colmenas se van debilitando, perdiendo individuos y terminan colapsando si no son tratadas adecuadamente, expone Panera. Estos diminutos arácnidos se alimentan del tejido graso de las abejas, que cumple una función similar al hígado en los humanos. Afectan tanto a los adultos como a las larvas y estas últimas pueden llegar a la etapa final de su desarrollo con un 30% menos de peso de lo normal, alas atrofiadas, debilidad frente a patologías víricas y bacterianas…

Panera recalca que este es el problema más importante al que se enfrentan hoy los apicultores, porque además el tratamiento contra esta enfermedad es incierto. Los principios activos eficaces para matar al ácaro pero no a la abeja no son abundantes y parece ser que el parásito desarrolla resistencia a estas sustancias con relativa facilidad.

Sin embargo, las trabas que encuentran los productores de miel son muchas más. La fauna silvestre, autóctona o exótica, es otra. El abejaruco, cuyo nombre ya dice mucho, es un ave migratoria de bellos colores que se alimenta principalmente de… abejas. Pasa la época invernal en África, pero se presenta en España en primavera y pasa aquí todo el periodo de actividad de estos insectos. Hace pocos lustros sus poblaciones no llegaban mucho más allá del Sistema Central, pero cada año llegan un poco más al norte y actualmente se les puede observar en toda la meseta norte hasta que, a comienzos del otoño, se marchan.

Avispa asiática, un letal enemigo de las colmenas que depreda sobre las abejas.Avispa asiática, un letal enemigo de las colmenas que depreda sobre las abejas.A ellos se les une la famosa avispa asiática, llegada a Europa en 2004 y a España en 2010. Como ocurre con el ácaro que causa la varroosis, la abeja asiática, que convive con ella en su hábitat originario, tiene mecanismos de defensa, lo que no ocurre con la doméstica, indefensa ante sus ataques. Aunque los apicultores pueden utilizar algunos métodos para intentar frenarla, lo cierto es que no son realmente efectivos y pueden llegar a morir colmenas enteras por la acción de este insecto invasor. Abejas domésticas europeas introducidas en Asia parecen haber aprendido a defenderse, aunque en menor medida que las asiáticas. Habrá que ver qué ocurre en ese sentido en los próximos años.

Los pesticidas empleados en la agricultura también pueden llegar a ser un problema. La normativa europea prohíbe sustancias nocivas para las abejas, así que no deberían darse episodios de mortandad por el uso de estos productos. Panera explica que, si ocurre algún caso, se puede deber a la utilización de ciertos compuestos no permitidos, aunque según comenta este no es ahora mismo uno de los problemas más acuciantes.

 

El etiquetado

Si el apicultor consigue sortear todos estos obstáculos y obtener su producción de miel, le toca enfrentarse aún a otro: el etiquetado. Al contrario de lo que ocurre en otros alimentos, la información que debe traer un tarro de miel es muy ambigua. Los productores españoles se cuidan de hacer ver en sus envases que la miel que contienen es española; habitualmente se detalla incluso las flores a partir de las cuales las abejas han obtenido el polen para elaborarla y el pueblo o la comarca en la que se ha producido. Sin embargo, según Panera, en el caso de miel extranjera solo es obligatorio que figure que la miel es de otros países de la Unión Europea y de fuera de las fronteras comunitarias, si es el caso. No es necesario hacer saber cuáles son esos países ni el porcentaje de miel proveniente de cada uno. Por ejemplo, un envasador puede mezclar un 1% de miel española con un 99% de miel China y basta con que la etiqueta diga «miel procedente de España y de países de fuera de la Unión Europea». No es mentira, pero es una evidente ocultación de información para el consumidor contra la que el sector apícola lleva tiempo luchando.

Panera se queja, además, de que en los supermercados apenas se vende miel española. Casi toda proviene de grandes envasadores que usan miel de fuera y tienen capacidad para embotar un producto siempre uniforme, tal y como piden las grandes cadenas. Los apicultores españoles no están en condiciones de abastecer a un Mercadona o a un Carrefour durante todo el año con una miel siempre idéntica, y menos al precio de la miel china; se está comprando a 1,6 euros, mientras que a un productor local no le sale rentable venderla a granel por menos de 4 euros, casi el doble en el caso de estar envasada.

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La varroa es difícil de detectar pero puede echar a perder colmenas enteras en poco tiempo.
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Humanos y abejas llevan relacionándose miles de años.
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Panera recalca que, a sus clientes, siempre les aclara que la miel no es igual todos los años; puede ser muy similar, pero habrá diferencias que los supermercados no aceptan. Y no las aceptan porque probablemente el comprador tampoco lo haría, por lo que parte de la culpa de esta situación es de quienes consumen miel y en sus manos está la solución.