El estafador que resucitó en Burgos

R. PÉREZ BARREDO
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Francisco Gómez Manzanares, autor de estafas valoradas en 3 millones de euros, cumplió parte de su condena en la cárcel de Burgos, de donde huyó recurriendo a sus artimañas de embustero

Una imagen de este profesional de la mentira. - Foto: Del libro: ‘El estafador’

Cuando recaló en la prisión de Burgos, Francisco Gómez Manzanares ya había sido desenmascarado y estaba pagando por ello. A sus espaldas, un interminable reguero de estafas, víctimas y corazones rotos repartidos por el País Vasco, Cataluña y Aragón. Tenía 37 años. Su escalada de mentiras y engaños había sido una constante desde su juventud. Una carrera meteórica la de este profesional del delito, embaucador, obsesionado con el dinero conseguido de manera tan ilícita como rápida. Entre los muros de la cárcel burgalesa, adonde fue a parar para cumplir parte de su condena en 2011, lejos de sentir que había tocado fondo, de mostrarse arrepentido o de conjurarse para dar un giro a su delictiva vida, fue donde este as del fraude retomó el vuelo para prolongar durante más tiempo su fabulosa trayectoria de pufos y embustes.

Así lo recoge el periodista y escritor Guillem Sánchez en ‘El estafador’ (Editorial Península) libro recién publicado que recoge el increíble periplo de un tipo que acumuló cincuenta denuncias y en torno a tres millones de euros estafados por toda la geografía española. Siguiendo la trayectoria vital de este estafador, Guillem Sánchez (Premio Ortega y Gasset de Periodismo), construye una obra que sumerge al lector en una España de pelotazos urbanísticos, máquinas tragaperras, adoración por el éxito y obsesión por las apariencias de las redes sociales. Es, también, un viaje al dolor real de las estafas sentimentales y el intento de ahondar en un personaje tan perturbador como fascinante.

"Por un lado, es un personaje magnético. Un gran impostor. Un gran mentiroso. Nadie tiene la osadía que tuvo él de llevar los embustes hasta un punto tan lejano y tan apartado de la realidad", explica a este periódico Sánchez, a quien la investigación sobre las peripecias de Francisco Gómez Manzanares llevó hasta Burgos, lugar que acabaría constituyendo un antes y un después en la azarosa vida de este gran estafador. Apunta Sánchez, que reveló como periodista de sucesos en El Periódico las andanzas de tamaño personaje, que éste ofrece un envés oscuro "muy inquietante: ¿cómo alguien puede ser capaz de estafar a sangre fría de esta manera? ¿cómo se puede intimar sin sentir? Porque hablamos de estafas en las que este hombre intimaba con sus víctimas para después romper con ellas sin ningún tipo de apego, sin ningún tipo de escrúpulo, rompiendo núcleos familiares, entablando relaciones sentimentales, sexuales, afectivas... Siendo todo mentira".

Francisco Gómez Manzanares, tras ser arrestado.Francisco Gómez Manzanares, tras ser arrestado. - Foto: Del libro 'El estafador'. Editorial Península

Desvela Sánchez en su libro que este gran manipulador, este depredador que muchas veces utilizó el nombre de David para sus timos, comenzó a vivir de los demás a base de mentiras y hurtos desde bien jovencito en su Vitoria natal; que huyendo de allí se trasladó a Cataluña -y de allí de nuevo al País Vasco y a Aragón- para perpetuar su modus operandi pero a gran escala: haciéndose pasar bien por piloto de avión, bien por ingeniero aeronáutico, bien por inversor de Bolsa, bien por directivo del FC Barcelona, bien por heredero de unas famosas bodegas, por sargento de Salvamento Marítimo o por piloto de Fórmula 1... Seductor nato, con don de gentes, hábil conversador, engañó a mujeres con las que mantuvo relaciones sentimentales pero también a hombres: todos ellos confiaron en él y a todos les robó dinero de todas las maneras imaginables e incluso inimaginables. Un fantasmón de película.

Burgos: el ave fénix. Trincado y condenado, su primera prisión fue Nanclares de la Oca, en Álava. Qué sucedió para que lo trasladaran al penal de Burgos no está del todo claro: hay versiones que sugieren que, entre rejas, se atrevió a estafar a presos de ETA; otras aseguran que hizo lo propio con funcionarios de aquella cárcel. Sea como fuere (con este tipo cualquier cosa es posible) dio con sus huesos en la cárcel de Burgos. Según relata Sánchez en su libro, dentro conoció -y se hizo íntimo- de un burgalés que "creyó encontrar en Francisco un amigo y no se separó de él ni un solo de los días que ambos pasaron a la sombra. Un aliado que lo apreciaba tanto que, al cabo de dos años, literalmente lo sacó de la prisión convenciendo al dueño de un obrador de Burgos de que debía contratar a Francisco como repartidor para que este pudiera recibir el tercer grado".

Este ‘amigo’ burgalés retrata al estafador como un perfecto buscavidas dentro de la cárcel. Leyenda o no, cuenta que llegó a vender un velero a un recluso estando en prisión. Conocidas las correrías del fulano es perfectamente creíble. Era un engatusador nato que siempre se las ingeniaba para, por ejemplo, tener un móvil encima (algo prohibido entre rejas) o se ganaba favores trapicheando con tabaco. A este amigo, que le consiguió un trabajo en un obrador para que pudiera obtener el tercer grado, le robó. Los presos vinculados a ETA con los que coincidió lo definen como un ser fantasioso, un parlabarato y con mucha intuición y mucha vista para acercarse a aquellos de los que podía sacar tajada. "Hay un patrón que se repite siempre con él. Cuando es detenido y pasa a disposición judicial exhibe durante días un abatimiento total y absoluto. Es lo que cuentan todos sus abogados. El tipo se muestra desolado. Pero después, en la cárcel, es como si se reactivara, se pusiera las pilas y tirara para adelante incluso en un entorno en el que no hay margen, a priori, para seguir siendo como es", explica Sánchez.

En este sentido, el autor de ‘El estafador’ considera que Francisco Gómez vivió en Burgos un punto de inflexión en su trayectoria. "Por primera y única vez que se sepa llega a coquetear con una vida normal: tiene un trabajo con sueldo, lo llaman por su nombre... Pero acaba aflorando su verdadera naturaleza. Roba a su ‘amigo’ burgalés, que descubre el hurto y acaba por quedarse sin trabajo. Según su familia, la de Burgos fue la gran oportunidad perdida; creyeron que podría reinsertarse". Nada más lejos de la realidad. E incluso tuvo suerte Gómez Manzanares: como no denunció que le había robado, mantuvo el tercer grado. Y consiguió un curro de camarero en un negocio de hostelería de un centro comercial de la ciudad en el que permaneció medio año. Y ahí volvió a liarla; a resucitar, como el ave fénix, de las cenizas que había supuesto para él pasar unos años a la sombra. Lo primero que hizo fue volver a las andadas con el disfraz de donjuan: estuvo semanas tirándole los tejos a una compañera, pero ésta no cayó rendida a sus presuntos encantos.

Aprovechaba cada ocasión para intimar con los clientes, a los que metía siempre la misma bola: que era un piloto de Iberia en excedencia que había perdido la ilusión por volar y que vivía en exclusivo ático de La Castellana burgalesa. "Ahí ya se desató de nuevo, volvió a imponer la fantasía", apostilla Sánchez. Aunque iba a dormir cada noche a la cárcel, cualquier podía haberse creído tal trola: se personaba a trabajar a lomos de un cochazo y vestía carísima ropa de marca. Cuando un buen día dejó de ir al trabajo aduciendo una úlcera de estómago que le había llevado a coger la baja, el dueño del local respiró: llevaba tiempo sospechando que el fantasmón metía mano a la caja. Y lo despidió sin miramientos (hecho que el estafafor, aunque parezca mentira, amenazó con recurrir en los tribunales).

Sus peores presagios se confirmaron en los días siguientes: varios clientes preguntaron por él entre inquietos y azorados. Hasta que uno le confesó al dueño que el que hasta hacía unos días era su camarero le debía un importante pastizal. Francisco Gómez Manzanares es esfumó. De su trabajo y de la cárcel. Quebrantó el tercer grado a sabiendas de que, si le volvían a capturar, no podía disfrutar de ningún permiso penitenciario. "Fue un error de las autoridades tanto judiciales como policiales. Un tipo con ese carrerón delincuencial, con el daño que había causado a sus víctimas, tenía que haber disparado algún tipo de alarma. Hay mujeres en muy mal estado y familias destrozadas".

Escribe Guillem Sánchez: "Al volante del BMW X3, con la mirada velada por los cristales de unas gafas Ray-Ban modelo Aviador, dejó Burgos y regresó a Cataluña para desencadenar a David, una entelequia resucitada para cazar. Las audiencias provinciales de Zaragoza y Guipúzcoa, al saber de su fuga, emitieron sendas órdenes judiciales de búsqueda y captura por quebrantamiento de condena. Ambas significaron tan solo que, en caso de ser identificado por un agente policial, Francisco debía ser arrestado. No significaron nada más. Nadie se detuvo a valorar el riesgo que entrañaba perderlo de vista. ¿Qué iba a hacer un hombre huido de la justicia, sin posibilidad alguna de reinsertarse en la sociedad, que lo única que sabía hacer era estar?". Por desgracia, mucho. Mucho daño. No se pierdan el libro.