Cayó la noche y se abrió el arte

Adrián del Campo
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Aranda de Duero celebró este sábado su Noche de Ronda con la apertura y entrada gratuitas a sus museos, bodegas e iglesias. Tampoco faltaron los conciertos, la iluminación, los bailes y las catas

El puente románico sobre el río Bañuelos, con San Juan al fondo, fue uno de los puntos más concurridos. - Foto: A. del Campo

Habitualmente es más fácil que el arte fluya cuando cae la noche y la vergüenza deja de pesar tanto, aunque esto se ajusta más a las variedades menos tradicionales o puritanas de la cultura, ya sea el pop, el rock, la literatura más realista y directa, ni hablemos de Bukowski, o nuevas tendencias que si son consistentes al final acaban ganándose su prestigio. Pero para nada la oscuridad y los impulsos que puede desatar se suelen vincular con las pinturas clásicas, la música, también clásica, o las esculturas religiosas y los conciertos eclesiásticos. Salvo en raras ocasiones. Una de ellas es la noche de Ronda de Aranda y este sábado se volvió a comprobar. A partir de las ocho de la tarde todas las calles del centro se llenaron de gente. Unos paseaban entre museo y museo y otros entre bar y bar, pero todo disfrutaban de una jornada diferente.

La Noche de Ronda celebrada en Aranda arrancó por la tarde con actividades para los más pequeños y jóvenes, como la Holy Party o el pasacalle La Deli, antes, a eso de la una del mediodía, los más madrugadores, adultos, se entiende; ya se habían tomado la primera en el concierto vermú. Pero la magia de la exhibición cultural y lúdica se desató según iba cayendo el sol, o la noche, según se mire. En ese momento los museos de la Cerámica, el Ciavín, de la Casa de las Bolas, el Museo Sacro, el del  Juego Tradicional o la galería Rodrigo Juarranz abrieron sus puertas a todo el mundo de manera gratuita y hasta las doce de la noche. La gente no paraba de entrar y salir en los museos mientras iba disfrutando de calles llenas, terrazas llenas, hasta de niños corriendo por las plazas.

En la calle también había arte, y mucho, como la que desplegó la asociación flamenca Syriana con su espectáculo de sevillanas, o la que lució el jazz que sonó en la plaza de San Juan, o la que sonó en los diferentes conciertos que llenaban los bares de la ciudad. Tampoco podía faltar el vino, y además del dispensado en las barras, la cata didáctica organizada enseñó a apreciar este producto local que también tiene mucho de arte, o por lo menos de potenciador de la misma.

Sin embargo, quizá el momento más mágico de la noche se vivió en el puente románico sobre el río Bañuelos, donde el Trío Versalitis desplegó un concierto de música clásica a los pies de la iglesia de San Juan y entre una cuidada iluminación tanto sobre el río como bajo el puente. Todo ello, ante la mirada de cientos de personas, creó un ambiente que volvió a demostrar que el arte siempre tiene hueco, incluso, o sobre todo, en una noche de sábado.