Realismo mágico con sabor a memoria

I.L.H.
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El alzhéimer, las abuelas y la transmisión del conocimiento centran 'Recetas para el alma', la obra que La Carbonería de la Lola ha estrenado este viernes. Con títeres y mezclando ensueño y realidad

Paloma Fernández Yllana (i) es la autora y creadora de los títeres; AÍda Ballmann (d) es la otra actriz, y Sonia Espinosa las dirige. No quedan entradas. - Foto: Luis López Araico

La abuela de espuma y cara modelada que protagoniza Recetas para el alma tiene un poco de Marisol, Lola, María y Antonia, las yayas de Sonia Espinosa, Paloma Fernández Yllana y Aïda Ballmann, directora y actrices del nuevo montaje de La Carbonería de la Lola. De los legados de las mujeres de las generaciones anteriores, de lo que se pierde en el camino por el alzhéimer, de la transmisión de conocimiento y del modo de preservar su memoria va esta obra con la que la compañía burgalesa se mete de lleno en el mundo de los títeres, unas marionetas que les permiten combinar el mundo del ensueño y el de la realidad.

«Cuando leí el texto me morí de la emoción. Es una obra preciosa que va directa al corazón, a la niña pequeña que llevamos dentro. Tiene una gran humanidad y crea una atmósfera maravillosa que se acerca al realismo mágico». Así lo ve Sonia Espinosa, la directora, que se sumó al proyecto cuando la compañía realizó el prestreno en abril, en Espacio Tangente. «Necesitábamos vernos y que nos dirigieran desde fuera y acudimos a ella, que es actriz, directora y profesora de la técnica actoral Meisner», apunta Paloma Fernández Yllana, autora de la obra y de las marionetas. 

El montaje cuenta con títeres de varilla, de guante, sombras, maroto y el muñeco de la abuela Alma, que tiene la altura de su manipuladora. «Según iba escribiendo los cuentos me surgía el tipo de marioneta que requería el relato. Al describir las recetas, que son reales, iba necesitando incorporar los ingredientes, que representan o bien una emoción o bien una transmisión de la abuela. Y cada cosa me lo iba pidiendo», relata Fernández Yllana.

Así han ido cocinando este plato que sabe a memoria, a homenaje a la sabiduría de las abuelas y a las emociones que provocan. Y no es una forma de hablar. Durante el ensayo que presenciamos hace unos días en Quintanaortuño, Aïda Ballmann, canaria de origen alemán, tenía delante una fotografía de su abuela Antonia: «Murió en abril, tenía demencia senil y no pude despedirme de ella ni viajar a Alemania a su entierro. Su foto mirando nuestro trabajo me hace conectar con esas vivencias. Porque no quiero mentir con lo que siento en escena. Me ha faltado llorar a mi abuela y aquí puede hacerlo desde mi personaje, haciéndola un homenaje y teniendo el recuerdo físico».

La abuela que manipula Fernández Yllana aparece en momentos concretos de la obra y, con la ayuda de determinados elementos, van creando los diferentes ambientes de ensueño y realidad. Entre esos elementos están la iluminación de Diego Díez y la música en directo, que aporta la guinda a esta receta llena de alma y emoción. «Todos los que estamos en escena es como si respirásemos al mismo compás y de repente el ritmo cambia emocionalmente y lo hace para todos», apunta Ballmann mientras Fernández Yllana cree que la música «es exponencial, es una vida extra».

Inés Dobbelsteen al violín y Fernando Arranz al acordeón crean un sonido tan potente que lo grabarán en disco incluyendo pequeños diálogos de la obra. Se ha estrenado hoy viernes en la sala capitular del monasterio San Juan.