El fantasma del Cid también cabalga

R. PÉREZ BARREDO
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El historiador Alfonso Boix publica con la Universidad Autónoma de México un estudio sobre las leyendas en torno a apariciones espectrales del universal héroe castellano

Las brumosas leyendas siguen acompañando al Campeador. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Se podría decir que la relación del historiador Alfonso Boix con el Cid trasciende el ámbito profesional y que, incluso en sueños, se le aparece. La pasión que siente por el que en buena hora nació le ha llevado a convertirse en uno de los estudiosos de referencia del héroe castellano. Su último trabajo, recién publicado por la prestigiosa Universidad Autónoma de México, es una buena muestra de ello: habla Boix, nada menos, que del Cid ultraterrenal, el Cid fantasmagórico que se aparece en la noche, que habita entre las nieblas de la leyenda y sale al paso de los vivos a la manera de la Santa Compaña o la Virgen de Fátima (es un decir). El origen de este estudio, titulado Literatura y folklore en las leyendas post mortem del Cid, surgió el pasado año, tras un encargo que le hizo la revista Medievalia de la universidad azteca. "Como se acercaba Halloween, me planteé homenajear a mis anfitriones y su país inspirándome en la festividad mexicana del Día de los Muertos: no escribiría sobre el Cid que conocemos, el que realizó hazañas en vida, sino sobre las que realizó tras su muerte", explica el investigador.

Como buen conocedor de Rodrigo Díaz, sabía Boix que las leyendas sobre el Cid fantasmal no abundan. Por suerte, el Consorcio del Camino del Cid lleva ya varios años desarrollando un proyecto de patrimonio inmaterial sobre tradiciones cidianas donde las leyendas gozan de especial relevancia. El proyecto es de tal envergadura que cuenta con la colaboración del proyecto MEHHRLYN, del que Boix es miembro, así que compartió el propósito de su investigación con Alberto Luque, gerente del Consorcio, y con Alberto Montaner, máxima autoridad en estudios cidianos y director del proyecto. Ambos consideraron que el estudio era valioso y aceptaron integrarlo. "Gracias a ellos, pude acceder al archivo del Consorcio y encontrar allí las primeras leyendas para mi investigación: el ‘Cuento del Cid’, de Víctor Balaguer, y la popular leyenda del judío que quiso tocar la barba al Cid en San Pedro de Cardeña. A partir de ellas, y tirando del hilo, encontré otras, como el paso del Cid y Fernán González al mando de un ejército de espectros y, claro está, la famosa victoria después de muerto, tan popular gracias a la película de Charlton Heston".

Podríamos pensarse, señala Boix, que esta última no debería incluirse entre los fantasmas, toda vez que se trata de un cadáver. "Pero hay que ponerse en la piel de los almorávides, los enemigos que creían muerto al Cid y, según quiere la leyenda, vieron cómo salía a combatir, ¿qué pensarían? O que seguía vivo, o que había vuelto de entre los muertos: es el mito del ‘eterno retorno del héroe’, que no muere, sino que se duerme o se retira del mundo para despertar cuando su pueblo lo necesite. Un caso muy famoso es el del rey Arturo, que descansa en la isla de Avalón, o, en su versión moderna, la leyenda de que Michael Jackson o Elvis están vivos y reaparecerán para hacer felices a sus fans. Este mito está presente en la batalla final del Cid, pero es una versión muy realista, y nos cuenta que hay truquito: el Cid es un cadáver embalsamado y atado a Babieca".

Esta aparición del Cid cabalgando como un falso fantasma tiene su polo opuesto en un relato de finales del siglo XIX, ‘El cuento del Cid’, de Víctor Balaguer. "Se trata de un relato precioso, del periodo neorromántico, donde el autor narra cómo un anciano le explicó que fue testigo de una aparición del Cid a caballo. Según el anciano, en la Noche de Difuntos, el Cid sale de su tumba a lomos de Babieca y cabalga hasta lo alto de un cerro, desde donde contempla Burgos y, cuando ve que permanece en paz, vuelve a su sepulcro. Es una nueva manifestación del ‘eterno retorno’, porque el Cid se levanta de su tumba por si su gente lo necesita pero, aquí, sí es un aterrador espectro". Para Boix, saber si Balaguer se inspiró en una leyenda real es empresa harto complicada, pero no la descarta, por cuanto "la influencia de Bécquer es obvia, ya que se parece muchísimo a sus famosas leyendas de El Monte de las Ánimas y El Miserere: la Noche de Difuntos, el testigo solitario que se esconde para que el fantasma no le descubra, el jinete espectral... Pero, aunque no sea una leyenda tradicional burgalesa, la base sí es antigua, porque los jinetes espectrales están documentados en muchísimas culturas, tanto en solitario como en tropas. Esta es, a mi parecer, la manifestación más impresionante que existe y, afortunadamente, también la tenemos en el caso del Cid".

Tropas espectrales. En su nuevo estudio, Alfonso Boix analiza tres versiones de una leyenda de tropas fantasmales donde Rodrigo Díaz tiene un papel importante: en un caso, se trata de una aparición de un ejército de fantasmas voladores que irrumpen en la batalla de Las Navas para ayudar a los cristianos, y cuyos caudillos son Fernán González y el Cid. "Las otras dos versiones, mucho más interesantes, nos hablan otra vez de estos dos héroes que, caminando, atraviesan una ciudad -León u Oviedo- cuando se dirigen a Las Navas al frente de un ejército de aparecidos que, por así decirlo, despiertan a todo el vecindario porque arman un jaleo de mil demonios. Tanto el ejército volador como el que avanza a pie son dos manifestaciones de un mito de raíces celtas: la Cacería Salvaje o Ejército de Odín, una tropa de aguerridos espectros que arrasa cuanto halla a su paso", subraya.

Estos relatos no son del romanticismo, "aquí no hay influencia de Bécquer que valga. Estamos hablando de textos renacentistas que, muy probablemente, hunden sus raíces en el Medievo. Claro, si luego te encuentras con que la famosa Santa Compaña gallega se basa en la misma leyenda, comprendes que la Península ya registra esas tradiciones celtas desde hace siglos, así que la única explicación para este ejército es un origen ancestral, quizá heredado de los antiguos visigodos, y que habría pervivido en el pueblo castellano, cuyas gentes decidieron, un buen día, mantener vivo ese mito creando una leyenda protagonizada por sus dos grandes héroes.

Alfonso Boix considera caso aparte el del judío que quiso tirar al Cid de la barba: se trata de una leyenda muy divertida basada en una afirmación del Cantar de Mio Cid. "Al Campeador nadie le tocó la barba, algo que se consideraba una grave ofensa. En este caso, la leyenda explica que el Cid permaneció embalsamado y sin sepultar en San Pedro de Cardeña durante diez años. Un día, un judío vio al Cid allí, sentado, solo, y pensó en hacer lo que nadie había logrado jamás: agarrarle la barba. Pero, cuando estaba a punto de hacerlo, el Cid echó mano de su espada, que sacó un palmo de la vaina, lo que provocó un susto de muerte al pobre judío. Este relato tiene una preciosa sorpresa: por un lado, conecta de nuevo con Bécquer, porque su leyenda El beso habla de estatuas funerarias que reaccionan cuando alguien intenta ultrajarlas. En el caso del Campeador, no es una estatua, sino el Cid mismo: ¡no puede haber estatua más realista! Pero lo más fascinante es que aquí tampoco hay influencia de Bécquer, porque la leyenda cidiana es unos seiscientos años anterior. Esta vez, Rodrigo da la clave para entender al genio sevillano: Bécquer no se inventó completamente su leyenda, sino que se inspiró en mitos muy antiguos para crearla. ¿Adónde se remontan sus orígenes? Quién sabe, puede que a milenios, cuando el hombre comenzó a crear figuras donde representaba a sus dioses para honrarlos".

Para el historiador, cuando se estudian todas estas leyendas se ve que reflejan la importancia y la fama del Cid durante siglos, "porque la gente no se conformó con una sola leyenda, sino que creó varias en torno a él. Y, en el fondo de todas ellas, se nota el cariño y la admiración que ha despertado a lo largo de siglos, tan grandes que quisieron hacerlo eterno, dándole una vida de ultratumba que, además, sirviese para mantener la esperanza de que algún día volvería. Por otro lado, y trascendiendo al Cid en sí, estas leyendas son un tesoro a nivel antropológico, pues han conservado todo un catálogo de espectros que pertenecen a tradiciones diferentes y muy antiguas. Por ejemplo, en el susto del judío: no conozco una manifestación más antigua de una estatua viviente. La siguiente ya está en el Convidado de Piedra de Tirso de Molina, pero cuatrocientos años después.