Carmen Bermejo conserva una foto que su marido, el subteniente Ignacio Pacho, le mandó hace 18 años desde Kabul. En ella posa junto a tres niñas y un niño, con un vehículo destartalado de fondo. «Cuando iban por la calle salían a su encuentro para saludarles, les querían mucho». En otra imagen, sonríe con un muchacho afgano. «Eso era en un orfanato».
Carmen es una de las viudas que dejó el accidente del Yak-42, el avión que en el año 2003 se estrelló en Turquía cuando volvía de Afganistán y en el que se dejaron la vida 62 militares españoles, 20 de ellos destinados en la base burgalesa de Castrillo del Val.
El siniestro del Yak tiene el triste récord de víctimas españolas en la misión internacional del país centroasiático, que ha vuelto a las portadas de todos los medios del mundo por la retirada precipitada de las últimas tropas norteamericanas y el regreso al poder de los talibanes. Contemplar cómo el trabajo de 20 años (comenzó en 2001, tras el atentado de las Torres Gemelas) se desmorona ha sido especialmente duro para quienes perdieron a sus seres queridos en acto de servicio.
«Se parte el corazón viendo las imágenes de la tele», relata Bermejo. «Estos días he visto mensajes de otras viudas y hay mucho sufrimiento detrás», relata. A primeros de junio, cuando se confirmó el retorno de todos los contingentes internacionales, los familiares de los fallecidos españoles fueron convocados a un acto de homenaje en Madrid. Ella no pudo acudir por motivos laborales, pero fueron sus hijas en representación, y «fue doloroso pero sirvió para recordar a quienes dieron todo allí, en Afganistán».
(Más infrmación, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)