Otra vuelta de tuerca a un comercio castigado

J. Maiques / Burgos
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Algunos establecimientos ubicados en el entorno de la estación de autobuses aseguran que la reducción de rutas por la provincia les ha quitado clientela que antes era fija

JUAN C. NOGAL. QUIOSQUERO. En lo que va de año las ventas han descendido una tercera parte. - Foto: Marina Palacios

La mayoría lleva instalada allí toda la vida. Y salvo alguna excepción, son unánimes cuando afirman que no han conocido ninguna crisis como esta. Por si fuera poco, algunos negocios de la calle Miranda apuntan a la pérdida de viajeros de la estación de autobuses como un elemento más que ha contribuido a echar limón en la herida. Son propietarios de quioscos, de cafeterías, confiterías, de una administración de lotería...

El propietario del bar Quisqueya, José Antonio Alonso, lamenta como la reducción de líneas hacia la Sierra le ha hecho perder una clientela fija o, en el mejor de los casos, ha provocado que ya no se dejen ver por su establecimiento con la misma frecuencia que lo hacían antes. «Mi padre era de Palacios y mucha gente se acercaba a saludar y tomar algo», indica antes de señalar que trabaja en ese local desde 1982 y que no recuerda una situación parecida.

Laura Hierro, dueña de la lotería de la calle Miranda, lo tiene muy claro y coincide en que la supresión de algunas rutas ha tenido un impacto directo en su negocio. «Se nota un montón. Antes venían mucho más porque llegaban de pueblos en los que no pueden comprarla y aprovechaban estos viajes». Y especialmente lo ha sufrido, aunque aquí ya no hace distinciones entre los viajeros de la provincia y los que hacen recorridos más largos, en el Gordo de Navidad. Más que nada, porque algunos turistas tienen por costumbre pensar que la suerte les puede esperar en otra ciudad distinta a la suya.

Juan Carlos Nogal regenta el quiosco que hay en el interior de la estación y se muestra mucho más nostálgico con unos tiempos que ya no parece que vayan a volver. En su análisis culpa a internet del descenso de las ventas y recuerda con añoranza el día en que vendió «168 ejemplares del ¡Hola! con la boda Jesulín de Ubrique». En este año, ya sea por la crisis, por la caída de viajeros o por las dos motivos a la vez, asegura que el negocio le ha bajado una tercera parte. Resignado, añade que agotará los dos años que le quedan en el establecimiento y lo dejará.

Algo más positivos se muestran Duver González y Asunción Alonso. El primero porque lleva en la tienda de golosinas solo desde enero (no ha conocido tiempos mejores) y la segunda porque, aunque asegura que «se ha notado que han quitado muchas líneas», huye del pesimismo al entender que el éxito del negocio depende de saber lo que se tiene y trabajarlo bien.

La propietaria de otra cafetería de la zona, que por pudor prefiere no dar su nombre, aporta otro motivo que puede explicar la pérdida de pasajeros: «los billetes son muy caros. Un estudiante no puede gastarse 40 euros cada fin de semana» sentencia.