Herramientas para la covid-19

G.G.U.
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El mundo aún no dispone de tratamiento específico para la enfermedad del coronavirus. Sacyl lanzó una convocatoria extraordinaria de investigación y DB publica hoy la primera parte sobre los cuatro proyectos seleccionados en el HUBU

Ana Pueyo y Teodor Emilov. - Foto: Alberto Rodrigo y Jesús J. Matías

No hace ni un año desde que el SARS-CoV-2 saltó por primera vez a humanos -que se sepa-y obligó a la comunidad médica y científica de todo el mundo a aprender sobre la marcha cómo tratar la aún muy desconocida enfermedad que provoca, la covid-19. Es nueva, imprevisible y algo traicionera y, lo que es peor, no hay fármaco ni terapia concreta alguna para abordarla.

Esta situación motivó que la Gerencia Regional de Salud de Castilla y León (Sacyl) lanzara una convocatoria extraordinaria de investigación cuyo objetivo es fomentar la búsqueda de herramientas para hacer frente a la enfermedad del coronavirus entre el personal de la sanidad pública. Finalizado el plazo de alegaciones, Sacyl acordó financiar cuatro proyectos dirigidos por sanitarios del HUBU: la neumóloga Ana Pueyo, que dispondrá de 4.937 euros para estudiar un ‘Tratamiento ambulatorio de covid-19 con corticoides en fase de neumonía leve sin necesidad de ingreso como oportunidad de modificar el curso de la enfermedad’;la también neumóloga Lourdes Lázaro, que evaluará el ‘Tabaquismo como factor de riesgo para la covid-19’, con 4.320 euros; el microbiólogo Teodor Emilov Mentov, que dispondrá de 4.254 euros para el ‘Desarrollo de un procedimiento rápido de diagnóstico basado en retrotranscripción, amplificación isotérmica y lectura visual’; y, por último, la enfermera Elena García, que podrá ahondar en el ‘Aprendizaje natural ante una nueva enfermedad’.
Diario de Burgos ofrece hoy un reportaje sobre dos de estos proyectos. La segunda parte, mañana.

Ana Pueyo (Neumóloga): «Queremos evitar el daño en fase precoz»
La neumóloga Ana Pueyo Bastida, responsable de la Unidad de Asma en el HUBU, es categórica cuando afirma que «una pandemia no se puede parar en la UCI, ni siquiera en el hospital;debe pararse en Atención Primaria». Para ello, es obvio que hay que tener tratamientos que eviten el deterioro y eso es justo lo que falta en esta crisis. Así que en las primeras semanas de la primera oleada, Pueyo pensó en cómo aumentar las opciones terapéuticas para interferir en el curso de la covid-19 y evitar daños cuanto antes. «Viendo la magnitud del proceso, que la afectación pulmonar que atendíamos era importante, que había unos días que precedían a la aparición del cuadro y que había falta de tratamiento hasta fases muy avanzadas, decidimos que teníamos que intentar demostrar si actuar con un fármaco cuyo valor en fase precoz no está todavía establecido, como son los corticoides, podría cambiar la evolución de la enfermedad», explica.

Pensaron en los corticoides porque es un fármaco con el que están familiarizados en su actividad clínica cotidiana, en la que se ve mucho proceso inflamatorio respiratorio y porque veían que «pacientes respiratorios que mantenían bien el tratamiento no fueron especialmente afectados por la covid-19». Pero al mismo tiempo, Pueyo explica que este fármaco es inmunosupresor [disminuye la respuesta inmune del organismo], por lo que «había y hay temor a que, al usarlo al inicio de la enfermedad, en una fase en la que el virus aún está replicándose en la vía área, favorezca la expansión». 

La única forma de demostrarlo es un ensayo clínico en el que se comparen «dos brazos de tratamiento»:100 pacientes con tratamiento estándar y otros 100 con estándar más corticoides. Y, al cabo de unas semanas, comprobar si se ha conseguido evitar el deterioro en una fase precoz. El proyecto se diseñó y la Agencia Española del Medicamento lo aprobó y suministró los fármacos a utilizar a primeros de mayo, justo cuando se produjo un cambio drástico de tendencia y «ya no había tantos pacientes que cumplieran criterios para entrar en el estudio». El proyecto está sujeto a la evolución epidemiológica y, de hecho, ahora tampoco hay enfermos con afección pulmonar que deban seguir el tratamiento en casa porque no haya cama en el hospital. «En cuanto haya pacientes que cumplan criterios, empezaremos. Pero si la situación no lo permite, lo cual será buena noticia para la humanidad, seguirá siendo un proyecto válido y que ha suscitado interés incluso en el extranjero», concluye.

Teodor Emilov (Microbiólogo): «Una prueba más da fortaleza al sistema»
El objetivo del proyecto que lidera el microbiólogo Teodor Emilov Mentov es conseguir una prueba de detección del coronavirus tan eficaz como la actual, más barata y que necesite menos instrumentación. De hecho, su propuesta incluye una lectura de resultado de forma visual, con un cambio de color: el rojo sería negativo en infección por SARS-CoV-2 y el amarillo, positivo. «Al principio de la pandemia, había escasez de pruebas y yo quería investigar en algo que tuviera impacto. Así, con una prueba más, das resiliencia al sistema de detección y, en este caso, sería compatible con laboratorios que tienen pocos recursos, porque no necesita termociclador [aparato necesario para procesar muestras biológicas con la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) convencional]», explica este especialista búlgaro que llegó al HUBUcon la pandemia.

La PCR es una técnica laboriosa, que requiere de una muestra con carga viral a la que se le extraen los ácidos nucleicos del microorganismo que se está buscando para, después, enfrentarlo a un reactivo y observar el resultado. Para ello, es necesario crear ciclos de cambios de temperatura, y aquí está una de las grandes diferencias de la prueba en la que trabaja Emilov con respecto a la convencional: la reacción puede conseguirse a una temperatura constante, sin necesidad del termociclador. La otra es que el resultado se consigue con reactivos distintos y de ahí que una permita una lectura visual y la convencional no. «El problema es que el reactivo que nosotros necesitamos es diez veces más caro que el de la PCR normal; es nuevo, se conforma a partir de varias enzimas y no puede sustituir a las pruebas de rutina», dice el microbiólogo. 

Para el proyecto de investigación consiguieron material suficiente para provocar cien reacciones -con cien muestras de pacientes reales- y comprobaron que la sensibilidad era más baja que con la PCRhabitual; es decir, que con el test en el que investiga hay más riesgo de falsos negativos que ahora. Para intentar corregirlo, probaron a utilizar más cantidad de muestra -siempre del exudado nasofaríngeo- o temperaturas distintas, «pero no lo hemos conseguido todavía».

Ahora que el reactivo comercial se les ha agotado, el proyecto tiene como objetivo fabricar uno propio y conseguir reacción diagnóstica sin necesidad de extraer los ácidos nucleicos de la muestra. «Vamos a empezar de nuevo», dice Emilov, junto a la jefa de Microbiología, Gregoria Megías (izda, en la foto), la especialista María Ortega (dcha), así como con las microbiólogas Ledicia Álvarez, María Isabel Andrés y la técnica Marta de Juan.