Una gran familia repartida por todo el país

R.C.
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Padres, parejas y amigos de los jugadores del Mirandés nos cuentan como sufrirán en la distancia con el partido en el que los rojillos pueden lograr el ascenso

Una gran familia repartida por todo el país

Por las calles de Oroso no es raro ver la camiseta del Mirandés con el dorsal de Hugo Rama. Y es que en este municipio gallego siguen de cerca la carrera futbolística de su vecino, por lo que el domingo durante un par de horas la localidad entera se pegará a la tele. En la casa del centrocampista, que no podrá jugar por una grave lesión de rodilla,  los nervios estarán a flor de piel.

Será uno de los pocos partidos en los que su familia no acudirá al estadio ya que esta campaña han recorrido miles de kilómetros cada fin de semana. Lo han hecho con una sonrisa en la cara por ver a su hijo disfrutar como cuando era un niño que pateaba el balón en los campos de su pueblo, una sensación que había olvidado. Una mala etapa en el Deportivo le hizo pensar en colgar las botas, pero en Anduva, Rama ha vuelto a ser Hugo. «Ha sido un año maravilloso, porque además de jugar bien le hemos visto integrado, peleón, comprometido, feliz...», asegura su padre, quien recuerda que cuando el pasado verano supo de la oferta del Mirandés le pareció el mejor destino. «Es un club que tiene algo especial, por el sentimiento que se respira en la ciudad. Hugo ha disfrutado mucho y nosotros veíamos que la afición le quiere de verdad, que eso para unos padres es lo más bonito que hay», apunta su progenitor, coordinador de una escuela de fútbol en la que el jugador rojillo es un referente. «Los niños le tienen como un ejemplo y los entrenadores que le han dirigido le recuerdan con cariño», aseguran orgullosos sus allegados, que este domingo sufrirán por partida doble, por el Mirandés y «porque sabemos que Hugo lo pasa mal por no poder estar ahí». Aún así están convencidos de que al final acabarán celebrando.

En el fútbol es difícil echar raíces porque los jugadores cambian de camiseta casi cada año. Es una de las partes más duras de este deporte, porque detrás de cada fichaje hay una familia que tiene que hacer otra vez las maletas. «De todos los lugares te llevas algo porque tratas de implicarte», admite Laura, pareja de Melli. Tinerfeña de nacimiento, ha adoptado varias  nacionalidades en las últimas temporadas en las que le ha tocado residir en Grecia, Bélgica o Azerbayán.
Para un jugador con la trayectoria de Melli, Miranda debería ser una parada más. Pero no ha sido así. «Estamos muy a gusto aquí porque es un club muy familiar, muy cercano en todos los sentidos, en el que te integras muy rápido. Por ejemplo me encanta ir andando al campo los domingos con la afición, que es algo que en otros clubes nunca había hecho porque siempre vas en coche y todo es más frío», explica. Además en estas dos temporadas la pareja se ha hecho un grupo de amigos mirandeses y el pequeño Mario ya empieza a entender la profesión de su padre, del que es el fan número uno. «Cada vez que ve gente con la camiseta por la calle señala y se sabe de carrerilla todos los nombres de la plantilla», afirma Laura, que no ha podido viajar a Mallorca, por lo que verá el partido con la pareja de Álvaro Rey. Suelen hacerlo en casa pero en esta ocasión se acercarán a un bar para vivir el ambiente. «Es inevitable ponerte nerviosa, sobre todo cuando Melli está en el campo, porque tienes mucha presión, no quieres que cometa un error, que se lleve un golpe,... Tenemos plena confianza en que vamos a lograr el ascenso pero está bien también tener ese miedo a lo que pueda pasar porque es el que evita que te duermas», sostiene.

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todos a una. Aunque nació en la República Dominicana y es internacional con su selección, Carlos Julio es casi catalán ya que llegó a Barcelona con apenas seis años. A orillas  del Mediterráneo empezó a dar patadas al balón y rápidamente llamó la atención de los ojeadores culés. Su primer valedor futbolístico fue Gori, presidente del San Gabriel, club en el que despuntó antes de recalar en la órbita de La Masía. Nadie conoce mejor al Carlos Julio futbolista que Gori, quien le ha orientado a lo largo de toda su etapa formativa porque además es la pareja de su madre. De hecho todavía se recorre muchos domingos en coche de punta a punta la península para verle jugar. Esta campaña ha estado varias veces en Anduva, aunque menos de las que hubiera deseado porque el lateral ha sido suplente en muchos partidos, algo a lo que no estaba acostumbrado pero que sin duda ha supuesto un aprendizaje más en su carrera.

Una gran familia repartida por todo el país
Una gran familia repartida por todo el país

«A mi me encanta el fútbol porque es una parte esencial de mi vida, pero reconozco que cuando Carlos está en el campo todo se vive de otra manera. Muchas veces estoy en un partido y cuando le toca entrar ya me pongo nervioso y la madre mucho más», asegura Gori. Además de ver el partido, por defecto profesional  analiza  cada movimiento del lateral. «Soy su primer crítico aunque también le digo las cosas que hace bien. Creo que en el Mirandés no se le ha visto todo su potencial pero Paris y Kijera han hecho una gran temporada. Lo importante es que el domingo se consiga el ascenso», afirma.