Vías de agua en el Canal de Castilla

P.C.P.
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En apenas 10 kilómetros, el tramo burgalés de esta infraestructura lo tiene todo para triunfar y a la vez no tiene nada. Mejor conservado en general que los vecinos de Palencia y Valladolid, el dinero se ha desperdiciado y la promoción es nula

El embarcadero de la esclusa número 14, en San Llorente, sin estrenar. - Foto: Valdivielso

«Si levantase la cabeza el marqués de la Ensenada...». Como no parece que en los casi 240 años que lleva enterrado Zenón de Somodevilla y Bengoechea haya dado señales de querer hacerlo, quien levanta su bastón es José Antonio del Hoyo, que nació palentino y posiblemente muera burgalés en San Llorente de la Vega. Ni el estridente sonido de un móvil de los de batería interminable le hace perder el hilo de un discurso muy crítico con el abandono del Canal del Castilla. «¡Qué mal, qué mal! Si cualquier otro país tuviera esta vía de agua... Es una obra de sillería de agárrate que hay curva», define con admiración. «¡Cuántas barcas habrán navegado aquí!», evoca. 

En su época de apogeo, entre los años 1850 y 1860, llegaron a surcar el canal 350 barcazas, la mayoría de ellas de propiedad privada, al principio con aparatajes de vela, después arrastradas por mulas, que solo podían navegar de sol a sol entre sus 49 esclusas. Dos de ellas y varias de las edificaciones anejas han entrado recientemente en la Lista Roja de Hispania Nostra por el riesgo de desaparecer ante su mal estado de conservación. Los puntos críticos están en Valladolid, el conjunto de la esclusa 40 y la vivienda de la esclusa 39, y en  Osorno la Mayor (Palencia), donde se ubica la esclusa número 15 y el acueducto de Vallarna.

No lejos de La Quince se adentra el canal en Burgos, con apenas 10 kilómetros que serpentean entre esta provincia y la vecina, pero que condensan la esencia de la infraestructura, la de un pasado con ínfulas y la de un presente a trompicones con rumbo incierto, al carecer de quien capitanee el barco de la promoción.

El Canal burgalés lo tiene todo. Una esclusa remodelada hace una década, otra más ‘silvestre’, un espectacular acueducto recién rehabilitado, un complejo hostelero en plena naturaleza, un barco turístico que funciona prácticamente todo el año, un núcleo grande población con servicios, una comodísima comunicación por autovía con las capitales cercanas... 

Y a la vez no tiene nada. En San Llorente de la Vega no hay ni un cartel que indique cómo llegar al conjunto de la esclusa 14, que se rehabilitó entre 2008 y 2010. Sin embargo, el mecanismo de recrecimiento que se instaló para que fuera navegable «solo lo han activado una vez, para sacarse la fotografía», apunta Del Hoyo, y la fuerza del agua que sale del nuevo aliviadero está desgastando la orilla, junto al embarcadero que nadie ha estrenado. El edificio que se comenzó a acondicionar como Centro de Recepción de Visitantes permanece hoy plagado de telarañas. Dentro no hay luz, ni agua, ni calefacción, ni se vislumbra una salida a través de los primeros cristales rotos. La reforma inconclusa no ha trajo turistas y sí malos recuerdos para esta pedanía, pues el entonces alcalde acabó condenado por malversación, tras destinar el dinero de la subvención de la Junta a otras obras (entre otros asuntos). «Arruinaron al pueblo», resume este vecino.

Tampoco llegan todos los visitantes esperados al CTR Carrecalzada, que junto con la embarcación San Carlos de Abánades gestiona el Grupo Azagaya desde diciembre de 2016 . «El Canal es un desastre», se arranca a hablar su patrón, Luis del Corte, muy crítico con la gestión de los recursos por parte de las administraciones implicadas. «Burgos tienen 10 kilómetros del canal que creo que son muy explotables pero esto como patrimonio no existe», asegura para preguntarse, ahora que están tan de moda las vías verdes y las rutas saludables, dónde se puede encontrar en España un trazado de 200 kilómetros «todo llano y habilitado para peatones y bicis», recalca.

De partida empezó compitiendo en inferioridad con respecto a los dos barcos que operan en aguas palentinas, que están subvencionados por su Diputación. «Aunque eso lo acepté en su día, sí es cierto que dijeron que me iban a ayudar desde la Diputación trayendo colegios, etc., y esa promesa nunca se ha cumplido», explica Del Corte.

Fuentes de la administración provincial confirman a este periódico que desde que cedieron la gestión de estas instalaciones al Ayuntamiento de Melgar, no disponen de partida específica para el Canal de Castilla, pese a que fue una de las apuestas turísticas en la época del fallecido Vicente Orden Vigara, pese a que costaba cientos de miles de euros en nóminas de la tripulación, mantenimiento y pagos a la empresa que los gestionaba. Su último gasto fue la reparación del barco recreativo, unos 18.000 euros, que asumió después de tenerlo amarrado e inoperativo 4 años. Ahora es esta sociedad la que paga por ello un canon al Ayuntamiento de Melgar y a la CHD, y además mantiene las instalaciones. «Aquí inversión cero.Esto lo construyeron en 2010 y nada más, lo que hay es lo que voy haciendo yo poco a poco», recalca.

Con la llegada del buen tiempo y de la (no) Semana Santa, volverá a surcar el Canal a las 17 horas, con parada en el acueducto de Abánades, siempre que consiga reunir al menos 15 o 20 pasajeros. Si no, asegura que no le compensa zarpar. «El seguro vale un dineral», explica.

Para el inicio de esta temporada, el alcalde de Melgar, José Antonio del Olmo, se compromete a arreglar en la medida de las posibilidades del municipio los accesos, uno de los requerimientos del patrón. «En invierno mucha gente se me da la vuelta porque no es capaz de entrar. Esto es un barrizal cuando llueve y a la gente le da miedo meter el coche», sostiene Del Corte.