Ciudadano Kane en Burgos

R. PÉREZ BARREDO
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La considerada por parte de la crítica como la mejor película de todos los tiempos cumple 80 años. Su director, Orson Welles, visitó Burgos en 1953 en busca de localizaciones para otro filme. La editorial Notorious dedica un libro a la mítica cinta

Welles, firmando un autógrafo en el Espolón. - Foto: Foto: Villafranca

Su imponente estampa no pasó desapercibida. Aquel hombretón de Wisconsin con aspecto de leñador era una rutilante estrella del cine, y era imposible que en el Burgos de 1953 no hubiese sido reconocido al instante: ¿quién no se refugiaba en la sesiones dobles para huir durante unas horas de tanta grisura social y soñar otras vidas? El director y actor protagonista de Ciudadano Kane, considerada por la crítica una de las mejores películas de la historia del celuloide y cinta que cumple ahora 80 años, fue uno de los creadores de Hollywood que, en la década de los 50, posó sus ojos en España, país en el que rodar un largometraje salía muy económico. Para el inquieto y vasto intelecto de Orson Welles, enamorado de los clásicos y obsesionado con El Quijote, amante del patrimonio histórico y artístico a la manera de su afamado personaje Kane, el coleccionista compulsivo que erigió aquel imposible Xanadú, España era perfecta.

Además, ofrecía mil y un atractivos para un vividor de rango, dipsómano y mujeriego: juergas, mujeres, toros, flamenco. De paso, huía de la caza de brujas desatada en Estados Unidos y de ciertos problemas con Hacienda.

Así, Welles aterrizó en España de incógnito el 2 diciembre de 1953. En su mocedad había conocido Sevilla, ciudad en la que llegó a residir durante varios meses. Llegaba dispuesto a profundizar en su conocimiento de la vieja piel de toro. Al día siguiente de su llegada recaló en Burgos, a bordo de un elegante Ford Vedette. No tardó en ser reconocido por un vecino de la ciudad, quien rápidamente lo puso en conocimiento de uno de los más audaces plumillas de Burgos: Felipe Fuente Macho, Fuyma, entonces reportero de La Voz de Castilla, quien localizó al actor y director en el Café Viena del Espolón, donde almorzó unas cuantas banderillas que remató encendiendo uno de aquellos puros habanos que solía fumar a todas horas.

Aunque la precedía fama de hosco, lo cierto es que el cineasta se mostró amable con el plumilla, accediendo a responder unas cuantas preguntas que permitieron contextualizar la presencia de aquel genio del cine en la Caput Castellae. Así, Orson Welles admitió haberse sentido extasiado ante la imponente estampa de la Catedral, que encontró, para su gusto, "muy alemana". Y añadió: "He estado una hora frente a esa joya grandiosa. Como un deseo íntimo y personal me extasié ante la contemplación de esas piedras, sobre todo desde la fuente, ante la portada principal. Es grandiosa. Qué obra tan imponente".

Explicó el motivo de su visita: había comenzado a recorrer Castilla para localizar de escenarios para su próxima película, que habría de titularse Mr. Arkadin. Y dijo más: que su deseo pasaba no sólo por que figuraran en la cinta exteriores rodados en Burgos, sino que en ella aparecieran dos de los personajes más singulares del folclore local: los Gigantillos. "Quiero que sus famosos Gigantillos figuren en alguna secuencia. Vi sus fotos hace algún tiempo y supuse que como fondo sería magnífico. Ambientar una escena, por ejemplo, cuando ellos recorren las calles de la ciudad en alguna fiesta conmemorativa". No entró en más detalles el autor de Otelo, si bien tuvo tiempo de hacer exhibición de su atormentado genio afirmando no estar satisfecho con ninguna de sus quince obras filmadas hasta esa fecha. "Me encuentro en circunstancias de lograr mejores resultados. Cada hombre debe ser una flecha lanzada que nunca encuentre su pérdida de verticalidad". apostilló solemne. A la salida del Café Viena, el fotógrafo Villafranca retrató al director de La dama de Shanghái firmando un autógrafo a una entusiasta fan en un Espolón vacío y con aspecto de tundra.

Finalmente, ni los Gigantillos ni Burgos aparecieron en aquella película, que empezó a rodarse al año siguiente y se estrenó (sin pena ni gloria) en 1955. La película fue rodada principalmente en Valladolid y Segovia. La escena festiva a la que posiblemente se refiriera el cineasta en la entrevista acabó contando con elementos goyescos, y aunque en ella no aparecen los Gigantillos, sí contó con un extra vinculado a tierras burgalesas: en el claustro isabelino del Palacio de Villena de Valladolid, donde se rodó la secuencia, participó el escritor Miguel Delibes por diez pesetas y un bocadillo de jamón. Poco después de su encuentro con el periodista burgalés, Orson Welles regresó a Madrid, donde pasó una larga temporada hospedado en el Hilton, participando en las fiestas que daba su amiga Ava Gardner y yendo siempre que podía a los toros.

El Cid en Xanadú. No hubiese resultado descabellado que los Gigantillos hubiesen aparecido en aquella película. Precisamente en la más famosa de Orson Welles aparecen el principal icono burgalés, el Cid Campeador. No en vano, es en Ciudadano Kane, en la mansión Xanadú que el protagonista de la película ha convertido en un extraño y esperpéntico lugar repleto de obras de arte de toda procedencia, donde se aprecia perfectamente la silueta de Rodrigo Díaz de Vivar a caballo. Se trata de una escultura real, de la que existen varias copias en el mundo. Fue realizada por la artista norteamericana Anna Hyatt Huntington, prestigiosa escultora, apasionada de la historia del caballero castellano. Realizó varias obras ecuestres en mármol y bronce como la que aparece en Ciudadano Kane y que hoy se conservan en el Prado de San Sebastián, en Sevilla; en Valencia; en la Hispanic Society of America de Nueva York; en el Museo de la Legión de Honor de la ciudad de San Francisco; en San Diego; y en el barrio de Caballito de Buenos Aires.

El libro del aniversario. La editorial burgalesa Notorious acaba de publicar, con motivo del 80 aniversario de esta obra maestra, el libro Ciudadano Kane, una lujosa guía sobre una de las películas más admiradas y analizadas de la historia del cine. "Su complicada gestación ha sido objeto de tratados, libros, películas y series. Ciudadano Kane sigue siendo el referente absoluto para todos los cinéfilos y los años no han hecho sino agrandar su leyenda, que traspasa el mero punto de vista técnico o cinematográfico para fascinarnos con los acontecimientos que la hicieron posible. En el 80 aniversario de esta obra maestra, Miguel Á. Fidalgo se zambulle, con enorme precisión e ingenio, en el excitante proceso que concluyó con la más magna de las obras de la cinematografía universal, y las consecuencias que tuvo para quienes se vieron implicados en todo aquello", señalan desde la editorial.