Ramadan Mubarak

A.G.
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Las más de 7.000 personas musulmanas que viven en la provincia de Burgos iniciaron la semana pasada su mes sagrado. Hemos hablado con algunas de ellas originarias de distintos países

La estudiante de la UBU Hajar Ouadfel, de origen argelino, en la mezquita Attaqwa, ubicada en la calle Doctor Fleming - Foto: Patricia González

Es un miércoles cualquiera en la tienda de Jamal Meriane Bemmeriane, un locutorio-ultramarinos ubicado en la plaza de Vega. Han dado ya las dos de la tarde y este hombre, que vino a Burgos hace ya casi 20 años desde Taourirt (Marruecos), lleva sin ingerir comida ni bebida desde las cuatro de la madrugada y no lo hará hasta las nueve y media de la noche. Es musulmán practicante y lleva 24 horas respetando uno de los principios del Ramadán, el mes sagrado de su religión. Dice que no siente hambre ni sed: "Ramadán es como un milagro, hay cosas que no podemos explicar. Mucha gente tiene trabajos duros, en la construcción por ejemplo, y aguantan".

Le escucha atentamente una clienta que aprovecha para comentar que en una ocasión en la que estaba de turista en Jordania coincidiendo con esta época le producía una gran impresión que estando a 40 grados las personas de allí no pudieran ni beber agua: "Yo creo que ni les gustaba vernos beber". Jamal no se cree este extremo y recuerda que en su país hay muchísimos turistas y residentes extranjeros y eso no impide que los oriundos sigan respetando los preceptos de su religión sin problemas. 

En el momento en el que se ponga el sol, Jamal hará una comida ligera, unos dátiles, una sopa y un poco de pescado "que está de oferta en Alimerka", explica, con una sonrisa, a dos nuevas clientas que acaban de entrar: Dune Efraim, búlgara, y Rosa Rafat, barcelonesa afincada en Burgos desde hace muchos años. Ambas son musulmanas. "Para mí es el mejor mes del año -dice la segunda- porque es muy espiritual y te proporciona una conexión más directa con Dios. Vivimos en una sociedad muy fría y muy distante, pensamos que solo estamos aquí de paso y que no va a ocurrir nada más y no es así. Solo queremos consumir, comprar, nos ocupamos solo de nosotros mismos, somos más egoístas y el Islam me ha ayudado a descubrir que la vida no es así, que existe una conexión espiritual con Dios y la naturaleza".

Hasta el próximo 5 de junio Dune y Rosa serán profundamente respetuosas con todos los preceptos que el Islam indica para esta época: "Después de romper el ayuno con un dátil y un poco de leche o de agua los hombres se van a la mezquita a rezar y las mujeres, aunque también podemos hacerlo, por lo general preferimos quedarnos en casa". Para ninguna de las dos es una carga pesada ni el ayuno ni los momentos de oración, más bien al contrario: "Se trata de empatizar y esto se puede hacer pensando en los países donde se pasa tanta hambre, donde hay niños malnutridos por causa de la guerra, esto es el pan de cada día y reflexionar sobre ello te hace acercarte a este drama".

Porque el Ramadán tiene un componente enorme de solidaridad. Todos los musulmanes en esta época -al final del mes de ayuno- hacen lo que se llama el zakat, una contribución económica o en especie de carácter solidario para aquellos que lo están pasando peor. Para Hajar Ouadfel, una chica de 21 años, estudiante de Administración y Empresas en la Universidad de Burgos, se trata de algo muy importante y que refleja el carácter humanitario y de paz que tiene el Islam.

Hajar llegó a la ciudad con su madre y sus hermanos cuando apenas tenía seis años. Antes, el padre se había asentado en Burgos sin papeles y cuando consiguió mejorar su situación pudo traer a toda la familia desde Tlemcen (Argelia), por lo que la joven siente que es una parte argelina -"la que más pesa porque una no puede olvidar sus orígenes"- y otra española porque ha crecido en esta ciudad y aquí tiene todos sus amigos.

Para ella el Ramadán de este año tiene un esfuerzo extra debido a que tiene exámenes, algo que no le parece importar: "Lo cierto es que es peor en verano cuando hace mucho calor así que ahora se está bien porque la temperatura es más fresca. Yo me levanto por la mañana para hacer el sohor, la última comida antes del ayuno, y después a lo largo del día hago los distintos rezos. No me cuesta concentrarme porque como lo que yo sé que me va a dar la energía suficiente para hacer todo lo que tengo que hacer -ir a clase, trabajos, exámenes- y uno de los platos es seffa, cuscús con azúcar y canela o dátiles. Ramadán no significa que pares o que cambies tus rutinas sino que tienes que seguir activo".

Hajar explica que no solo se hace ayuno de comida y bebida sino que en este tiempo sagrado están prohibidas también las relaciones sexuales. "En realidad, ayunamos con los cinco sentidos. Se trata de no comer y beber pero también de no hablar mal, no oír cosas que no debes oír y tener en cuenta que la vista también hace el ayuno. El objetivo es que durante este tiempo nos centremos en la parte espiritual, se trata de alimentar el alma. Hay que ser un buen musulmán durante todo el año pero en este mes especialmente, intentar mejorar y, de alguna manera, cargar las pilas para el resto del año".

Hajar Ouadfel insiste en que el Islam no es una religión opresora: "Una cosa es  lo que hacen algunos creyentes y otra, lo que es verdaderamente la religión. Si la gente supiera realmente lo que es y los musulmanes practicáramos nuestra religión como es no habría ningún malentendido ni ningún problema". Cuenta que lleva velo desde hace un par de años por una decisión libre y que lo hace porque ha elegido su religión y está dispuesta a cumplir sus preceptos: "Llevar velo significa que como mujer tengo que ser juzgada por mi intelecto y no por mi aspecto externo"

Una vez que termina el mes de Ramadán, los musulmanes celebran la fiesta Aid El Fitr. "Si lo has hecho todo bien durante el mes, realmente te sientes satisfecho". Mientras, tanto, Hajar aprovecha para felicitar a su comunidad con la expresión que se utiliza en estas fechas: ¡Ramadan Mubarak! (Feliz Ramadán).