José María González Cuasante es mucho más que el pintor de los rojos y las sombras intensas. En sus primeros años, después de dejar la abstracción de su época de estudiante, pintó sobre todo pasteles y lápices, dibujos a grafito y acrílico con barras acuarelables. Después su obra dio paso a un expresionimos más libre y desenfadado hasta que en los años 90 se concentró en escenas casi hiperrealistas donde el color rojo definió buena parte de su obra.

Un recorrido por esos cincuenta años de carrera, desde 1970 hasta la actualidad, es lo que se recoge en 'Resumen', la exposición que se puede visitar hasta el 4 de julio en la sala Pedro Torrecilla de la Fundación Cajacírculo. En la plaza de España se concentra esa evolución y sobre todo se aprecia la maestría del también catedrático de Pintura. Son cuarenta y dos obras en el que se pueden ver las influencias del hiperrealismo americano, un trabajo metódico y concienzudo y sobre todo un uso magistral de los colores, algo que potenció a raíz de un accidente de tráfico que casi le deja ciego.