La teoría de las derrotas sin lógica

Diego Izco
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El Bayern se apunta otro de esos días en los que los números le dan la razón y el marcador se la quita. En el duelo de ver quién defendía peor sin sus centrales, arrasó el Liverpool

La teoría de las derrotas sin lógica - Foto: KAI PFAFFENBACH

Nadie pierde tan bonito como el Bayern. En los últimos cuatro o cinco años le recordamos derrotas épicas: sus rivales salían victoriosos como esos púgiles que alcanzan el último asalto con las dos cejas partidas, algún corte en el pómulo y los dos ojos cerrados… pero de alguna manera se las ingeniaron para sacar un crochet la mandíbula cuando, a los puntos, iba a encajar una de esas derrotas inapelables. «Campeón por unanimidad...», «Y a los puntos, el ganador es...», claro. Pero en el fútbol nadie gana a los puntos: son goles. Lo del pasado miércoles en Múnich fue otro de esos combates (30 disparos alemanes, seis franceses; 15 córners germanos, uno galo… 2-3 en el marcador), como aquellos del Atlético o del Real Madrid más recientemente: el Bayern te arrasa y solo te queda apelar a un enorme día de tu portero, un mal día de sus atacantes (¡Ay, la ausencia de Lewandoski!) y un altísimo porcentaje de eficacia en tus remates. Y volvió a suceder. 


Mbappé

Sucedió porque, entre otras cosas, lo inexplicable puede explicarse con un apellido. El de Kylian. Si tienes un delantero capaz de hacer dos goles con dos carreras y un mal remate (el del 0-1 fue un disparo horrible… pero entró, no como los 10 o 12 ‘maravillosos’ disparos locales), los milagros son más ‘explicables’. Como en esos trucos de magia que son increíbles y pasan a ser terrenales y prosaicos en cuanto te los explican: ¿Cómo es posible que el PSG saliese victorioso del Allianz Arena con semejante distancia en la estadística? Lo de los germanos se explica solo. Lo del ataque galo, en tener a un jugador bendecido en el año de su gran explosión en Liga de Campeones. 
sin centrales. Si los parisinos sudaron hasta la extenuación en defensa, de víspera asistimos a un espectáculo dantesco en Madrid, donde 19 Copas de Europa (13 blancas, seis ‘reds’) se ponían sobre el tapete para lucir músculo arriba… y endeblez abajo. El Madrid llegaba sin Ramos y sin Varane, el Liverpool sin Van Dijk, Joe Gómez o Matip. Y en ese patético duelo por ver quién defendía peor, los ingleses arrasaron en Valdebebas. El bigote de Alisson, típico de maestros de ceremonias circenses, solo presagiaba un espectáculo tragicómico allá donde los atacantes buscan huecos, lo mismo a la espalda de los centrales, en las bandas, entre líneas… Lo de Arnold-Kabak-Phillips fue una opereta de nariz roja en el 0-1, en el 0-2 y en el 1-3: 40 metros a la espalda y Vinícius sin vigilancia, ‘asistencia’ involuntaria de cabeza a Asensio y nueve defensas quietos ante Modric y Vinícius, respectivamente. Ni Fernando VII ante los franceses cuando lo de «amigo, déjanos pasar que solo queremos ir a Portugal». 

 

Vinícius

Que al Madrid le pasan ‘cosas maravillosas’ e inexplicables en la Copa de Europa lo explican los dos goles de Vinícius. No habría que decir mucho más. Mezclar las palabras ‘Vini’ y ‘doblete’ antes del duelo ante el Liverpool era como unir chándal de tactel y castellanos con borlas… pero cuando el Real Madrid se asoma a la Champions puede suceder lo más extraño. Y casi siempre favorable: nadie compite como ellos, y si la suerte no te cae del cielo porque hay que ir a buscarla, nadie la busca como ellos. No puede ser casualidad que siempre ‘lo extraño’ caiga de su lado, ¿verdad?

 

La frialdad

Durante años, la Premier tenía el parné, los jugadores, la fama y la imagen... pero llegaba a Europa y se estrellaba de bruces contra equipos más ‘perros’ que dominaban el ritmo de los partidos y los subterfugios del juego, donde atacantes con el ‘culo pelado’, centrales veteranos y tipos que llevan las cuentas del juego como viejos mercaderes conseguían llevar el partido a su terreno y eliminar a los bellísimos equipos ingleses. El 2-1 del Manchester City sobre el Borussia Dortmund y el 0-2 del Chelsea en Oporto solo fueron un sello del cambio de tendencia: en su Liga van a pecho descubierto, pero en Europa ya saben comportarse como burócratas.