El virus hace mella, pero no derroca a las bibliotecas

A.S.R
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Los meses de cierre total y los de apertura con los servicios a medio gas repercuten en una irremediable caída del número de usuarios y de préstamos tanto en las municipales como en la Pública

Imagen de la planta baja de la Biblioteca Pública el pasado junio. Tras aperturas, cierres y reaperturas, a día de hoy solo brinda el préstamo a demanda. - Foto: Luis López Araico

Las bibliotecas, como el resto de espacios culturales, han sufrido la embestida del bicho. La pandemia cerró las instalaciones a cal y canto desde el 13 de marzo hasta bien entrada la primavera (18 de mayo en las municipales y 1 de junio en la Pública). A partir de ese momento, han funcionado al ralentí, con préstamos a demanda, salas de estudio y puestos de ordenadores con aforo limitado, nuevos cierres... A día de hoy, la Pública (San Juan), de titularidad estatal y gestión autonómica, solo brinda préstamo a demanda, aunque este lunes volverá a permitir el acceso presencial a las instalaciones (con el 33% de aforo). La situación es diferente en las municipales (Gonzalo de Berceo, María Teresa León, Miguel de Cervantes, Teatro Principal, más las de los centros cívicos), abiertas e incluso con cada vez más servicios como el acceso a las estanterías de las salas infantiles. 

Y pese a este traqueteo, tanto la directora de la Pública, Carmen Monje, como su homólogo en la Municipal, Rafael Ibáñez, coinciden en su apreciación de que han salvado los muebles en 2020 y que, evidentemente, no caben comparativas con ejercicios anteriores ni establecer una tendencia.   

«Ha sido un año de sobresaltos, que ha terminado a medio gas, pero hemos resistido el embate de la pandemia. No se puede decir mucho más», anota el responsable de la Municipal al tiempo que se quita el sombrero ante la respuesta de los usuarios. «Que la asistencia haya sido algo inferior al 50% respecto a 2019 pese a las limitaciones quiere decir que la gente sigue recurriendo a las bibliotecas y teniendo interés por hacer uso de los servicios que les podemos prestar; si no fuera así, ese porcentaje hubiera sido menor aún», aventura.  

Y es que los números caen en picado en la memoria del año recién despedido. 

217.000 asistentes registraron los cuatros centros de la red municipal frente a los 469.449 que cruzaron su umbral en 2019 (un 54% menos). Con peores datos ha cerrado la Pública, que recibió a 183.060 usuarios, un 65% menos que en 2019, que alcanzó los 530.003. 

El vertiginoso descenso se refleja igualmente en los préstamos. Entre el tiempo que estuvieron cerradas y el que se prohibió el acceso a las estanterías, y buscar, y coger, y releer el argumento, y brujulear un rato más..., que echó atrás a muchos, las cifras se resintieron. La Municipal acabó con 115.005 frente a los 211.658 de 2019. Más acusada es la reducción en la Pública, que se quedó en 87.173 frente a los 196.789 del ejercicio anterior.  

«La bajada ha sido brutal, entre el cierre total y que luego no ha venido tanta gente...», resume la directora de la Pública. Mientras su colega hace hincapié en la dispar fotografía de las cuatro bibliotecas municipales, con, por ejemplo, un descenso del 33% en la María Teresa León frente a un 60% en la del Principal. «Esta estuvo más tiempo cerrada y su uso general es como sala de estudio y punto de lectura de prensa, que hoy sigue cerrado, además, no deja de ser una cuarta planta. Sin embargo, la León es de barrio y se ha resentido menos porque, entre otras cosas, ha aumentado mucho el préstamo de obras infantiles», traza y aporta un dato curioso: 7.801 horas estuvieron abiertas en 2020, el 70% que las de 2019. 

La otra cara de la moneda se encuentra en el auge de los servicios digitales. Las plataformas eBiblio y eFilm vivieron un boom. Esta explosión explica que se siguieran expidiendo nuevos carnés. 1.971, en total (en 2019 llegaron a 3.772). 
«Ahora estamos despistados, no sabemos qué pasará, pero sí parece claro que tenderemos más a lo digital, aunque yo no quiero perder lo presencial. La idea es seguir trabajando para que la biblioteca sea el lugar de acogida de la gente, que venga a coger un libro, a una reunión o a un concierto», expone Monje orgullosa de haber sacado adelante, sobre todo en el último trimestre, actividades culturales y de animación a la lectura, combinando las físicas y las retransmitidas en directo.   

También Ibáñez, con todas las cautelas, ve encarrilada la vuelta a esa nueva normalidad que devuelva a las bibliotecas su papel de espacio de encuentro, «que es lo que más se ha resentido en esta pandemia». «Hay que ser prudente, que no quiere decir estar parado y expectante, sino dar los pasos adecuados en el momento oportuno con todas las precauciones necesarias para conseguir que el comienzo del curso que viene sea lo más normal posible», se explaya y centra el foco en el reinicio de las visitas escolares o la presencialidad de las actividades... La celebración del Día del Libro Infantil, el 2 de abril, puede ser una buena fecha para dar al botón.