«Lo único que pido es que miren a mi hija y la curen»

GADEA G. UBIERNA
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A la hija veinteañera de Rocío Muñoz la sanidad privada le detectó en septiembre dos adenomas en la hipófisis, unaglándula ubicada en la base del cerebro. Endocrinología del HUBU canceló su consulta de octubre y aún no tienen fecha

La hija de Rocío Muñoz posa en primer plano con su madre, porque no le importa dar la cara pero prefiere no revelar su nombre y apellidos. - Foto: Valdivielso

Rocío Muñoz afirma que ha llegado al punto en el que, casi, le gustaría que su hija se contagiara de coronavirus. «Al menos, así la atenderían», afirma esta mujer, que prefiere preservar la identidad de la joven, de 22 años, diabética, con enfermedad de Lyme y con dos pequeños tumores en la glándula hipófisis, que en el HUBU no le han valorado. La consulta en la que podrían haber avanzado en el tema, en Endocrinología, estaba prevista para el 20 de octubre, pero ese mismo día se canceló a través de un correo electrónico. Y nadie la ha citado de nuevo. Tampoco en Neurocirugía, donde fueron derivadas el 13 de octubre desde Reumatología, con carácter urgente. «Estamos fuera del sistema. Hace dos semanas presenté una queja en Atención al Paciente y todavía no he tenido respuesta, así que ya no sé qué más hacer», lamenta Muñoz.

A la situación expuesta en este párrafo se ha llegado tras un periplo de seis años. Cuando la joven tenía 16, se le cortó la menstruación, adelgazó y notó que tenía secreción mamaria; tres síntomas que comentó en las revisiones trimestrales con Endocrinología a las que obliga su diabetes. A estas señales de alerta se fueron sumando mareos, inestabilidad, hinchazón y rojeces en los pies, ampollas en las piernas, falta de sensibilidad en extremidades... «Nos iban derivando a distintos servicios: Digestivo, Ginecología, Neurología... Y, al final, nos dijeron que era un tema psiquiátrico», explica Muñoz, quien decidió pedir opinión en la sanidad privada. Sobre todo, una vez que a la cría le diagnosticaron la enfermedad de Lyme, una patología infecciosa causada por una garrapata y para la que hay pocos expertos en España. Una de ellas es una especialista en Medicina Interna de Cantabria, que trata a la joven desde comienzos de este año.

«En julio le pidió analítica de un par de hormonas y se sorprendió; en agosto, le pidió para otras y, al ver el resultado, indicó la resonancia magnética en la que han aparecido los tumores», dice Muñoz, mostrando el informe, con fecha de 17 de septiembre, en el que se especifica que su hija tiene un «microadenoma hipofisario con comportamiento atípico, así como adenoma de contenido hemático a nivel del margen posterolateral izquierdo de la hipófisis».

Se trata de una glándula ubicada en la base del cerebro, muy pequeña pero nuclear para la actividad de otras glándulas endocrinas y en la producción de hormonas (también conocida como glándula pituitaria). La médica privada recomendó a Muñoz «que buscara un neurocirujano y un endocrino de inmediato, para que vieran la resonancia  y valoraran los tumores». Como tenían revisión el 20 de octubre en Endocrinología del HUBU por la diabetes, mandaron por adelantado los análisis y la imagen a su médico de referencia. Y el 13 de octubre, en la consulta de Reumatología, le explicaron la situación al especialista, quien, «muy implicado, nos derivó a Neurocirugía con carácter preferente».

La sorpresa llegó cuando el 16 de octubre las llaman para informarles de que la consulta con la endocrina va a ser por teléfono y ese día, pasada la hora de la cita, la joven recibe un correo en el que se le comunica que «por saturación debido a la reducción de plantilla», volverán a contactar con ella más adelante. «Me parece que lo mínimo es llamar y decirnos algo, tranquilizarnos o hacernos ver que, al menos, está pendiente del tema», critica su madre, subrayando que sin valoración de los tumores por parte de Endocrinología no pueden avanzar en un tratamiento. «Ningún médico se va a meter en el terreno de otro, es un tema de Endocrinología y es allí donde lo tienen que ver», subraya su madre, insistiendo en que «la pandemia no lo justifica todo».

La mujer añade que su hija está empeorando, que tiene una fatiga fuera de lo normal, que le cuesta pensar y que ahora está perdiendo visión periférica. «Si tengo que ir a un médico privado, lo haré. Pero me gustaría que en la sanidad pública, al menos, la valoraran. Porque para eso pago impuestos. Mi hija tiene una osteoporosis severa con 22 años y para llegar a ese tumor, hay unas alteraciones hormonales que te ponen en la pista, que ella tiene y que la endocrina nunca ha tenido en consideración. Lleva seis años sin regla y con secreción mamaria y tampoco se ha tenido en cuenta. Creo que lo mínimo es llamarnos y no cancelar en un correo la consulta que puede ayudar a encontrar una solución», critica.

La reclamación en Atención al Paciente, registrada el 22 de octubre, tampoco ha tenido respuesta y el neurocirujano privado al que ya han recurrido madre e hija les ha dicho que no puede avanzar sin la valoración del especialista en la hipófisis, que es el endocrino. «Nos dicen que la extirpación es la última opción, que puede haber tratamientos que reduzcan el tamaño. Y yo, lo único que quiero, es que miren a mi hija y la curen», concluye Muñoz.