"Ser querido es el mayor bagaje de un ser humano"

R.P.B.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Tina Barriuso es una de esas mujeres y esta es (parte de) su historia

Tina Barriuso, en una visita a Burgos. - Foto: Luis López Araico

*Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 7 de septiembre. 

Es puro hechizo la voz de Tina Barriuso: acaricia, ilumina, da calor al alma y al corazón. Tiene la cadencia perfecta y un fraseo insuperable. Es una voz de terciopelo, clara como una mañana de la infancia, resplandeciente como un diamante pulido. Pero no sólo es la voz femenina más hermosa que haya sonado nunca en una radio: su discurso destila amor, pasión, compromiso, verdad, agradecimiento, ternura a manos llenas. Y eso que su vida no ha sido fácil: Valentina Barriuso, burgalesa de 74 años, es una superviviente, una luchadora tenaz que venció a las trampas que le tendió el malhadado destino enfrentándolas a pecho descubierto, sin lamentos, sin autocompasión, con valentía y decencia. Ha triunfado como actriz, locutora y escritora, como hija, hermana, esposa, madre y abuela. La vida le quitó cosas, muchas. Pero le dio otras, también numerosas y valiosas. Asegura que su primer recuerdo de infancia es Villaquirán de los Infantes, donde sus padres regentaban una pequeña fábrica de quesos y mantequillas antes de instalarse con toda su prole en Burgos para abrir el inolvidable bar Miraflores. Sí: Tina es de la estirpe de artistas de los Barriuso: Tino, Jesús, Marta... "El Miraflores... Con aquel jardín, aquel vergel que era la Quinta. Haber crecido en el Miraflores es uno de los regalos que me ha dado la vida. El ambiente familiar es el que hace que tú seas feliz. Y el ambiente en el que crecí era muy bueno, a pesar de que era una época difícil, de carencias de todo tipo, con un negocio, siete hijos... No era una vida sencilla. Fui feliz. Siempre me sentí querida. Creo que es el mayor bagaje que un ser humano puede tener", evoca.

Bien temprano, ella y su hermana Cristi fueron enviadas internas a Santo Domingo de la Calzada, en las franciscanas de Montpellier. También muy temprano, aquella muchacha a la que le apasionaba leer cayó enferma y fue sometida a una salvaje intervención quirúrgica, posiblemente a una de las últimas trepanaciones llevadas a cabo en España. Como consecuencia de ello, perdió el oído izquierdo. Años más tarde perdería también el derecho. "Pero no todo han sido pérdidas. A veces, en esas pérdidas, una va encontrando cosas". Aquel primer revés, tan jovencita, obligó a Tina a crecer de repente. Fue una experiencia dura, traumática, pero que le sirvió como aprendizaje. "Allí, en el hospital de Valdecilla, había otros niños con problemas graves. Alguno de los que conocí murió. Una experiencia así te hace replantearte la vida. Aunque quizás entonces no fui consciente, sé que yo soy producto de todo eso. Siempre he empatizado con aquellos que han tenido la vida complicada, tanto a nivel de salud como a nivel social. Creo que tiene que ver con mi forma de ser, con mi carácter. No recuerdo haberme sentido desgraciada por quedarme sorda".

Asegura que es ahora, con la perspectiva del tiempo, cuando es más consciente que nunca de las dificultades que tuvo que superar. "Mientras todo esto ocurría, iba viviendo. Pero recuerdo una infancia feliz. Lo que peor llevé es que me prohibieran leer tras la operación. Yo me escondía en la buhardilla del Miraflores, y cuando mi hermano Tino llegaba del colegio me enseñaba lo que había hecho. Sin que mis padres me vieran, yo leía lo que él escribía. Así estuve durante dos años, entre los 12 y los 14". Ese ambiente familiar tan lleno de amor contribuyó a que Tina sobrellevara bien aquel primer revés de la vida. Un ambiente en el que era más que palpable la genialidad, la singularidad de muchos de sus miembros, tocados por un don que sólo puede venir del cielo. "Yo siempre he tenido mucho miedo a la vanidad. Mi padre era un poeta, un hombre alegre; mi madre tenía muchos talentos. Ambos eran generosos. Muy generosos. Recuerdo cenas de Navidad con muchos comensales en la mesa, a la que se sentaban vecinos de mis padres que tenían problemas. Me emociono al recordarlo. Pura humanidad".

Tina, como el resto de sus hermanos, echaba una mano en el bar. Y un día, gracias a su hermana Cristi, empezó a hacer teatro. Pronto llamó la atención: aquella muchacha tenía talento. "Yo nunca me vi actriz", confiesa pese a tener todos los mimbres para ello, como demostraría en los años venideros, obteniendo reconocimientos como el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional de Sitges. Sucede que en la vida de Tina se cruzó la radio. Y aquello fue algo más que amor a primera vista. "Siempre me he visto como locutora. Fui a Madrid a estrenar una obra de teatro y me quedé. Y empecé a hacer doblaje. Hice cosas en la SER, en Radio Nacional. Cuando, en 1967, se inauguró Radio Juventud en Burgos, me presenté a unas oposiciones. Así es como empecé definitivamente en la radio. Todo me fue saliendo fácilmente. Y un día decidí que dejaba de hacer teatro porque lo que me gustaba de verdad era hacer radio. Fue una decisión de la que no me arrepiento en absoluto. Claro que en esa decisión influyó mi problema en el otro oído, del que me operaron cinco o seis veces. Un problema mucho más grave, con parálisis facial incluida. Ya trabajaba en la radio haciendo doblaje y acababa de casarme cuando me quedé completamente sorda. Tuve que estar un año sin poder hablar".

La radio de la vida. Lo superó. Como todo. Como siempre. Con el Cuadro de Actores de RNE, trabajando en los estudios de doblaje, se tenía que estirar la cara para poder hablar. "Volví a hablar bien haciendo teatro en la radio. Para mí fue la recuperación". Dice Tina que siempre tuvo precaución con la fama. Que prefería actuar sin que se la viera. Y la radio era el medio perfecto. "Ya entonces lo veía así. Nunca me interesó la fama". Casada con Serafín, el amor de su vida, trajo al mundo dos hijas: Amaya y Beatriz, que le han dado tres nietos: Lua, Marco y Ada Valentina. De haber seguido con el teatro, no hubiese podido atender a su prole bien. Con la radio sí, por más que uno de sus programas más recordados, ‘Contigo en la distancia’, se emitiera de madrugada. Es tan humilde y discreta que asegura haber olvidado la mayor parte de las grandes actrices a las que dobló y personajes a los que puso voz. Dejaremos aquí anotados dos: Shirley McLaine y la mamá de Marco en la archiconocida y lacrimógena serie infantil. Ahí es nada.

"Además de mis hijas y mi marido, la radio ha sido el gran regalo de mi vida. Sin ninguna duda. Me he sentido tan querida, ha sido tan importante para mí esa comunicación... Hice radio sin que nadie supiera mi grado de sordera. Lo hacía con audífonos y cascos. Yo percibía que la gente me quería y me creía. Ahora no me da vergüenza decir que soy muy sincera, muy de verdad. En la radio me consideraba la serenidad y la alegría. Hacer ‘Contigo en la distancia’ me permitió muchas cosas, aprender mucho, por ejemplo. Soy una aprendiz de todo y de todos. Hay gente que dice que uno no cambia, que es de una determinada manera... Yo lo rechazo absolutamente. Sería absurdo tener inteligencia y voluntad y decir que no se puede cambiar. Uno puede ser lo más parecido a lo que quiere ser si se esfuerza y elige. La vida es una continua elección: eliges lo que quieres hacer, cómo quieres hacerlo; eliges a la gente; rechazas lo que no te gusta...".

Siempre fue consciente del tesoro que es su voz, pero hasta en eso es modesta: "Es algo que me ha sido dado. Es una herencia de mi madre, que tenía una voz preciosa. También mis hermanas y mis hermanos la han tenido bonita. Toda la familia. Siempre me gustó ser yo, mostrarme como soy, sin exhibir mi rostro. Creo que es algo que no tiene precio". En su larga trayectoria profesional, y merced a los programas que presentó en la radio, tuvo el privilegio de conocer a lo más granado de la sociedad española. Ningún personaje marcó tanto a Tina como José Luis Aranguren, el gran filósofo y ensayista. "Le hice una entrevista en un programa que tuve llamado ‘Golpe a golpe’ y que durante dos años me dio la oportunidad de conocer a los personajes más importantes del país. Puso en evidencia que la gente que tiene más talento suele ser la gente más humilde. He conocido a gente muy empoderada, muy creída, que eran auténticos cretinos, que despreciaban a todos aquellos que no habían tenido sus oportunidades".

Con el programa ‘Contigo en la distancia’ Tina apostó por dar a conocer gente interesante y desconocida. De todos aquellos personajes que pasaron por la antena de ese programa, ninguno la deslumbró más que una mujer llamada Soledad Real, activista antifranquista, "una mujer que había estado en la cárcel muchísimos años, casi veinte. Me encantó. Nos entendimos muy bien. Era una persona bondadosa. La inteligencia tiene que ir con el corazón. No pueden estar separados. Siempre he sentido que debía dar voz a quienes no tenían voz". En este sentido, un programa como aquel, considera Barriuso, tendría en este tiempo que nos ha tocado vivir más sentido que nunca. "Estoy empezando a escribir un libro que tiene que ver con toda esta historia. No sé si seré capaz".

Aunque lleva más de media vida residiendo en Madrid, ama su tierra de origen. "Burgos está en mi ADN. Siempre vi una ciudad bonita cuando casi nadie la veía así. Todo el mundo hablaba de una ciudad casposa en algunas cosas, pero era maravillosa en otras. He ido viendo cómo ha cambiado. He conocido a gente buena del centro, de la derecha y de la izquierda. Eso de hablar de que Burgos sólo era retrógrada... Yo he vivido en una familia completamente abierta, generosa. A mí me importa la política. Pero me gusta la justicia; con ella se consigue la paz. Pero también creo que hace falta juzgar las cosas con la visión de entonces, no con la de ahora. No podemos olvidar el pasado. Yo me creo más los hechos que las palabras".

Tina Barriuso sigue en plena actividad, creativa y vital. Participa en sendas tertulias literarias, asiste a clases de pintura, de cuando en cuando vuelve a regalar su voz en las ondas como invitada o colaboradora; ejerce de madre y abuela; participa en homenajes, en recitales. "Me encuentro estupenda. Sorda, pero estupenda. Espero seguir teniendo una vida estupenda hasta que me tenga que marchar. No tengo miedo a la muerte. No sé si habrá algo después. Lo que tengo claro es que el regalo es la vida. Y qué feliz he sido con la vida. Con la que está cayendo, a mis 74 años, no puedo decir otra cosa: soy razonablemente feliz. Y si no lo soy más es porque me importa tanto lo que sucede en mi entorno que me impide serlo del todo. Muchos de nosotros hemos vivido la vida como si todo nos lo mereciéramos, como si hubiésemos inventado la vida. Y resulta que de repente llega algo y se para el mundo. Uno puede echar en falta lo que tiene. Pero saber qué hacer. No tienen que darnos todo hecho. Nos han educado mucho en los derechos y poco en las obligaciones. Nos han dado muy poca sensación de que nosotros podemos ser protagonistas de nuestra propia vida".

Vive Tina Barriuso acompañada de ausencias muy presentes: son corrientes de amor que, como escalofríos, le asaltan en su cotidianidad. Siempre que habla, con esa voz de seda y luz, lo hace su corazón. "Les agradezco que hayan estado en mi vida. No siento dolor, tampoco pena. Están conmigo. Sólo siento gratitud". Cuando se hace el silencio, la memoria de la voz de Tina Barriuso queda temblando serena, como un pájaro que sostuviera el vuelo agitando las alas en un instante luminoso que va creciendo hacia la luz, como los sueños más hermosos.