Siempre hay una luz

ALMUDENA SANZ
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La Maravillosa Orquesta del Alcohol lo da todo en el primero de los ocho conciertos que brindará hasta el domingo en el Fórum y el público responde con la misma entrega. Nunca tantos moños y brazos bailaron tanto

La M.O.D.A. tocó cerca de una hora y media para un auditorio que, pese a las restricciones de aforo, puso mucho calor a la tarde. - Foto: Luis López Araico

La hora se presumía rara, pero pintado todo de negro, todos los gatos son pardos, y solo hubo ojos para los siete chicos que saltaron al escenario con sus camisetas interiores blancas. Ni se notaron las butacas cerradas por decreto ni las ganas contenidas de botar. La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A.) lo dio todo en su primera actuación en casa. Se saben privilegiados por poder tocar, defendieron que se puede hacer cultura segura y que es más necesaria que nunca. Lo dijo David Ruiz, el cantante. Y el público demostró que no se equivocaba en la casi hora y media del primero de los ocho conciertos que la banda burgalesa dará en el Fórum hasta el domingo (entradas agotadas). Dos pases cada día. ¡Una locura! 

Porque en el conciertazo que acababan de ver coincidían en la salida los asistentes, entre los que había muchos niños y adolescentes, aún con la adrenalina contenida de una tarde que empezó al son de 93compases. Dispuestos a enseñarle al sol cómo se toma una curva, cómo se parte un amor, pero no seguros de estar ante la última oportunidad. Eso no. ¡Empezamos!

Suenan todas la canciones de su último disco, Ninguna ola. De eso se trata. Son sus nuevos tesoros. Y con el tiempo ellas también harán enloquecer tanto a los héroes del sábado como lo consiguen los ya grandes éxitos. 

Y madres forofas que esconden su pasión de grupis detrás de sus hijas corean a gritos con los brazos abiertos jamás pensamos en ser nada más que jóvenes... Y niñas adolescentes, con su rebeldía latente, graban en el móvil su canción preferida a la vez que la cantan dile al capitán que renuncio a ser su guía, yo sí quiero tener una musa que me escriba, o escribirle yo a ella a través de esta botella... Y esa pareja madurita, que, por su austeridad en movimientos, pudiera parecer que vive su primera vez con la banda burgalesa, se quita la careta y mirándose a los ojos se dedica mutuamente noches entre sábanas, saboreando el techo y la luna en la persiana, imaginándome tus manos, cada hora dura una semana... Y esas veinteañeras (o treintañeras, o...) que en la fila 25 confirman que se puede bailar de muchas maneras y también es posible hacerlo sin levantarse de la butaca e incluso saberse casi, casi todas las letras, pero salir disparadas al gritar volver a volver, saber que no estás y yo nunca estaré... O las muchas pantallas que se iluminan en la oscuridad para avivar en los músicos ese fuego dentro que los guía desde niños... Siempre hay una luz cuando suena la música. Y hoy La M.O.D.A. vuelve a encenderla.