La cultura marca el pulso de nuestra salud como sociedad. Aunque esté casi siempre en segundo plano cuando vienen mal dadas, su intangible es tan imprescindible para nuestro balance como personas y colectivo que, si no conseguimos acceder presencialmente a ella, esta se reinventa para colarse por los resquicios que le quedan hasta alcanzarnos.
Ha pasado durante todo este tiempo de pandemia, con museos cerrados al público, pero mediando online; con artistas o creadores sin poder salir a defender su arte, y aún así adaptándose a los canales disponibles, asumiendo su papel de secante, cicatrizante y bálsamo, apaciguando inquietudes y acompañando esperas.
Poco se ha reconocido esta misión desde las instituciones, ni moral, ni económicamente. A un sector que vive del contacto, que es contacto, le tocó pasar por la pandemia más antiséptica. Toda la red que colgaba de un mismo hilo se vino abajo y lo sigue estando, levantándose ahora, después más de año y medio fundida en negro.
Ahora volvemos a ir a eventos de pie, a salir a ferias a comprar libros, vamos a salas pequeñas a disfrutar de conciertos en la distancia corta. En los museos ya se pueden volver a tocar los interactivos, a visitar en grupo. Cuando todo vuelve recelosamente a ser lo que era, a su naturaleza de propuesta, es el momento de devolver como usuarios lo que adeudamos como seres humanos que sobrevivimos gracias a aquella canción, a aquel libro, a aquel streaming...
Y en algunos lugares, por fin, han puesto foco en ayudar eficazmente. El formato de Bono Cultura se ha extendido en ciudades como Bilbao o Santander y comunidades como Galicia para favorecer la reactivación de salas de cine, librerías, espacios de espectáculos en vivo, galerías de arte, editoriales o tiendas de música. El usuario abona el cincuenta por ciento del coste del producto y la administración pertinente financia la otra mitad, para que el profesional de cultura consiga tener la doble necesidad convertida en virtud: cobertura económica y público.
Más que un plan de ayuda debería ser un paradigma. Con bicho y sin él.
@RodrigoBurgosOr