"Tenía una niña de 5 años y tenía que tirar para adelante"

Angélica González
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Angélica Alcalde, superviviente - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Angélica Alcalde tenía 37 años y una cría de 5 cuando un día en la ducha se descubrió un bulto en una axila. Era junio de 2013. El 10 de julio le diagnosticaron cáncer de mama y el 2 de agosto la operaron y comenzó el tratamiento con radioterapia y quimioterapia. En la actualidad está curada: «En Oncología Radioterápica ya me han dado el alta, de todas formas, cada seis meses me sigo haciendo revisiones y, de momento, todo va bien», comenta, prudente. En todo este tiempo dice que solo lloró una vez, en una ocasión en la que los dolores y el cansancio no le permitían bañar a su niña. No es difícil imaginarlo porque esta mujer es un auténtico cascabel de ojos brillantes que lleva la sonrisa por bandera, pero sobre todo porque venía de otro sufrimiento, mucho más inmenso para ella: Su hija nació con una cardiopatía y la tuvieron que operar cuando apenas tenía unos pocos días: «En aquellos días sí que sufrí, así que el cáncer de mama, en comparación, me pareció pequeño. Creo que de aquel momento me viene toda la fuerza y el ser tan positiva».

En cualquier caso, no minimiza el tsunami que supuso en su vida el cáncer: «Esto es muy duro, no se puede decir otra cosa, porque estás todo el día mal y mareada, pero yo tenía una niña de 5 años y tenía que tirar para adelante. Salvo algunos días de bajón, sobre todo al final del tratamiento porque estaba cansadísima, siempre fui muy optimista. Así que gracias a esto y al apoyo de mi marido y de toda la familia salí adelante».

El peor momento que recuerda fue aquel en el que su pequeña la vio sin pelo. «Se impresionó mucho. Igual a alguien le parece una tontería pero ver que su madre estaba calva fue para ella impactante». Así que intentó explicarle lo que pasaba con palabras sencillas y buscando metáforas que una cría de su edad pudiera comprender: «Le dije que tenía algo malo, como una manzana que tuviera una parte pocha y que había que quitarla para que estuviera sana. Dio la casualidad, además, de que otras dos madres de compañeros de su clase estaban pasando por lo mismo que yo, así que le decía que lo mío era igual que lo de esas mamás».

Lógicamente, a Angélica le preocupa que el cáncer vuelva a aparecer y frente a ese temor, tomó decisiones: «No podía estar cada seis meses con la angustia de pensar en si la mamografía del pecho que me quedaba iba a estar bien o mal así que como tenía que hacerme la reconstrucción mamaria opté por quitarme el otro pecho. Ahora me encuentro muy bien a pesar de algunos dolores en el brazo y las piernas pero estoy en un tratamiento de inmunoterapia y puedo hacer una vida normal».

El mensaje que esta superviviente quiere enviar a las mujeres que en este momento están noqueadas por un diagnóstico reciente es que estén «tranquilas y con los pies en la tierra porque más o menos todas salimos adelante y porque en el hospital estamos en buenas manos». Aconseja también que se coja el toro por los cuernos, es decir, que estén completamente informadas de lo que les ocurre, de cómo son los tratamientos que van a recibir y que pregunten si tienen cualquier duda.