Los vídeos de los bomberos salvan vidas

I.E.
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Esther ha practicado esta Navidad con éxito a su hija la maniobra antiatragantamiento que difundieron los efectivos del parque mientras Roberto Illana hacía lo propio con su abuelo

«Fueron ocho segundos eternos, pero a la segunda compresión en el pecho salió el caramelo como un misil». Esther Tapia habla ahora con tranquilidad del angustioso momento en que su hija de cuatro años y medio se atragantó con un caramelo y ella tuvo los reflejos para practicarle correctamente la maniobra con la que la pequeña consiguió expulsarlo. Una técnica que tenía fresca en su memoria gracias al vídeo que los Bomberos de Burgos grabaron y difundieron antes de Navidad para enseñar a la población a actuar en caso de atragantamiento de un allegado.

En el Servicio Municipal de Extinción de Incendios y Salvamento están muy satisfechos con su iniciativa porque han comprobado que el vídeo ha servido para salvar vidas. En los primeros días de enero llegaron al parque noticias de que al menos dos burgaleses habían practicado sus enseñanzas con familiares a quienes se les habían atascado en la garganta porciones de alimentos. Una de ellos es Esther Tapia y el otro, Roberto Illana, que se reunieron en las instalaciones de la avenida de Cantabria para relatar su intervención y agradecer a los profesionales del Servicio su idea.

Esther y su marido, Diego Arribas, fueron con la familia en Navidad a comer en un restaurante de un pueblo. Al terminar, ella -que estaba acatarrada- tomó un caramelo contra la tos y su hija pequeña le pidió uno. Están ‘prescritos’ para mayores de cinco años, pero pensó que en una pequeña de cuatro y medio no había peligro.  Salieron del establecimiento y se dirigieron al aparcamiento para subirse al coche.

Los bomberos que realizaron el vídeo rodean a Esther y Roberto sujetando una camiseta con la leyenda ‘Un gesto, una vida’.
Los bomberos que realizaron el vídeo rodean a Esther y Roberto sujetando una camiseta con la leyenda ‘Un gesto, una vida’. - Foto: Luis López Araico
Con la puerta trasera abierta y la niña a punto de entrar pero sin terminar de hacerlo, la madre se colocó tras ella y la animó a que se metiera dentro. «Pero ni se dio la vuelta para mirarme;se la di yo y vi que me miraba asustada y haciendo gestos de que no podía respirar», explica Esther. Acto seguido le quitó la cazadora y le golpeó «entre las paletillas» al tiempo que le ordenaba que tosiera. Pero no había manera. «Hasta que me coloqué tras ella, le puse las manos en el pecho e hice dos compresiones; a la segunda el trozo de caramelo salió proyectado como un misil», evoca. La niña respiró, pero los padres también, porque fueron unos instantes «de total angustia».

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