La Catedral, en un cromo europeo de 1925

A.G.
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Un coleccionista guarda como oro en paño una estampa del monumento editada en Bélgica, Alemania e Italia que se entregaba con los botes de extracto de carne de la Compañía Liebig, un producto barato y utilizado por las familias más desfavorecidas

En el reverso del cromo se glosa la belleza del monumento. - Foto: Alberto Rodrigo

No es difícil imaginar la escena. Corren los años 20 y en un país europeo la madre llega con la compra a casa y una o varias criaturas se lanzan a por el bote de extracto de carne Liebig. ¿Qué interés tenían los pequeños en este moderno sucedáneo proteínico ideado para mantener, a un precio módico, la salud de las familias menos favorecidas y que se vendía como churros? Pues el mismo que tantas generaciones han experimentado desde que a finales del siglo XIX varios comerciantes idearan publicitarse con pequeñas estampas que se dieron en llamar cromos y que se creaban con la intención de formar colecciones y, así, fidelizar al cliente y asegurar que éste comprara una y otra vez el mismo producto. Aquellos tarros llegaban acompañados de imágenes muy seductoras para los pequeños a los que ilustraban sobre los temas más variados y las curiosidades más singulares: biografías de personajes ilustres, historia de países, acertijos, procesos industriales... y muchos monumentos.

Volvamos al momento en el que esos niños sacan el cromo perteneciente a la serie Vistas pintorescas de España, que se editó en septiembre de 1925 en Bélgica, Alemania e Italia. En los pocos centímetros de su superficie los coleccionistas se encuentran, como protagonista, la imagen de la Catedral de Burgos, que apenas cuatro años antes había celebrado su 700 aniversario. A su derecha, un detalle de la seo de Barcelona y a la izquierda, un campesino catalán. Para ubicarles, en el reverso se podía leer en francés, alemán e italiano, según el país al que llegó: "Nuestra imagen nos muestra dos bellos monumentos de arquitectura gótica española en la alta edad media: la Catedral de Burgos (antigua capital de Castilla La Vieja, 30.000 habitantes) y la de Barcelona (capital, alrededor de 600.000 habitantes, de Cataluña). La Catedral de Burgos es particularmente bella antes del crepúsculo, cuando la puesta de sol envía sus últimos rayos".

Como otras veces que han aparecido representaciones del principal monumento burgalés con estas características (desconocidas, singulares, curiosas, con cierto interés artístico o sociológico...) se plantean algunas preguntas: ¿Pudieron aquellos pequeños documentos crear el interés de alguna familia por conocer más de este templo o propiciar algún viaje a la provincia o el inicio de unos estudios en arte? Es bastante improbable puesto que aquel extracto al que acompañaba era consumido por las clases más populares en lugar de la carne, por lo que si no había para filetes menos aún para viajes, pero puede que algún pequeño más avisado abriera una enciclopedia buscando más datos de la Catedral sin siquiera sospechar que casi cien años después seguiría habiendo personas extraordinariamente interesadas en estas imágenes, como el burgalés que guarda el cromo de la Catedral como oro en paño.

Dice de sí mismo que le gustan ‘los papeles’ y que no duda en pagar sus buenos cientos de euros por piezas de las que son difíciles de encontrar, que es, a la postre, la esencia del coleccionismo. Y por eso, porque considera que lo importante son sus cromos, prefiere mantener su anonimato pero sacar a la luz la pieza estrella, que mantiene pulcramente guardada en un álbum también de la misma marca junto con otras vistas pintorescas de España que hicieron las delicias de los pequeños belgas, alemanes e italianos en los alegres años 20.

¿Qué era el extracto de carne Liebig y por qué tenía tanto éxito? En este mismo periódico se pueden ver sus anuncios entre los años 1893 y 1900 y entre 1927 y 1930 aparece en el listado de precios de los productos del comercio Lastra, que se autodefinía como "confitería, repostería y ultramarinos finos" y tenía dos sedes, en la Plaza Mayor y en la calle Laín Calvo. En aquellos años se vendía entre 2,15 y 7,50 pesetas según el tamaño del tarro.

Toma este caldo concentrado su nombre del químico alemán Justus von Liebig, que en 1840 elabora un proceso de fabricación de extracto de carne bovino "buscando una fuente de alimentación de bajo coste que supusiese un sustituto barato y nutritivo de la carne, que se encontraba fuera del alcance de las clases más desfavorecidas". Por eso se hizo famoso en todo el mundo, porque tenía un precio muy bajo, alta calidad y era de fácil manejo, cualidades que hicieron que su uso se extendiera por hospitales y otros centros sociales. También se utilizó como avituallamiento de los diferentes ejércitos que pelearon en las dos guerras mundiales. Los cromos, "con una excelente calidad de diseño y la utilización de 12 colores en su impresión", como precisa el coleccionista burgalés, fueron editados en series de seis unidades e impresos en Francia, Londres y Amberes (Bélgica) con destino a 17 países diferentes. De sus 1.871 series emitidas desde el año 1872, en España se publicaron 161. Dejaron de aparecer en 1975 aunque a partir del 63 solo salieron en italiano. En 1998 volvieron y se pusieron en el mercado diez series hasta 2001 cuando se abandonó definitivamente su impresión.

Y EL CID. Los cromos Liebig también incluyen al más famoso de los personajes burgaleses aunque de una forma, digamos, tangencial. En 1886 y en 1911 las series dedicadas a la ópera incluyen la imagen del caballero dentro de la obra que lleva su nombre compuesta por Jules Massenet en 1885. Medio siglo después, en 1936 se le puede ver de nuevo en otra estampa, en esta ocasión en el contexto de la tragedia escrita por Pierre Corneille.