El jardín del vecino del tercero

G. Arce
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La ubicación de un gran intercambiador del transporte urbano y el nuevo Mercado Norte centran la atención sobre el futuro de la plazade España y especialmente del jardín colgante, su estética de hormigón y la necesidad de sustituirlo

Vista general de la plaza de España y su jardín flotante. - Foto: Samuel de Román

Tres décadas después de su construcción, pueden presumir de ser los jardines menos pisados y también los menos vistos de la ciudad, aunque no los mejores cuidados. Antaño dieron vida hasta un pequeño bosque de coníferas pero, desde hace un lustro, lucen pelados y mustios. De su deterioro pueden dan fe los vecinos de la plaza de España a partir de la tercera planta, los únicos privilegiados que han podido disfrutar en altura de los únicos jardines colgantes de la ciudad. El resto, los peatones a pie de plaza, hace tiempo que no miran hacia arriba; si cabe, leen los versos de los poetas burgaleses fallecidos colgados de las recias columnas que sostienen la pérgola. Los poemas son la única levedad en un bosque de hormigón que próximamente podría ser talado.


Tras años en el cajón, el pasado sábado el PP rescataba el proyecto para la construcción de un gran intercambiador de transporte urbano en la plaza de España, algo de lo que ya se hablaba a finales de los 80. La propuesta del programa electoral incorpora como novedad la recuperación de la gestión municipal del aparcamiento subterráneo, donde se custodiarán bicicletas, motos y coches, y viene a complementar los proyectos de construcción del Mercado Norte y de remodelación de Hortelanos.


Entre tantos cambios planteados queda en suspense la enorme pérgola en ‘L’ que preside esta plaza, que parece tener los días contados ni nadie que la defienda. El alcalde (hoy candidato), Javier Lacalle, dijo un escueto "ya no aporta nada", dando por caducada una actuación urbanística impulsada en tiempo de José María Peña San Martín. Tras el 26-M habrá que estar atentos para ver el futuro de este singular homenaje a la estética del hormigón de los 80.


La plaza de España es el nexo de unión entre la ciudad vieja y la moderna. Su razón de ser nace a principios de los años 60, con el desarrollo de dos de las principales arterias de la ciudad: la avenida de los  Reyes Católicos y la de la Paz (antigua General Yagüe). En los ochenta, y con la nueva sede de la Caja de Ahorros del Círculo Católico ya operativa, la plaza era ya un hervidero de coches y era el enclave perfecto para construir un segundo aparcamiento subterráneo en el centro de la ciudad.


El 24 de julio de 1984, con Peña como alcalde, el Pleno municipal aprobaba la convocatoria de un concurso para contratar la construcción y explotación en régimen de concesión de un aparcamiento subterráneo.


La medida intentaba paliar los graves problemas de aparcamiento detectados en una zona urbana que entonces reunía a 2.961 viviendas con cerca de 9.500 residentes, a los que había que sumar los 1.880 trabajadores de los comercios, los 1.120 de las oficinas y los 390 de las industrias. Solo entre los vecinos sumaban cerca de 2.000 coches, 6 de cada 10 ocupando espacios en la vía pública. Y las previsiones eran de que la congestión iría en aumento, como así ha sido.

 

Al concurso solo se presentó una empresa, Estacionamientos Burgaleses S.A. (Ebursa), con sede en Madrid, y fue la adjudicataria. El plazo de ejecución de las obras se estableció en 12 meses y la concesión de la explotación de 50 años, con la alternativa de limitarla a 38. El proyecto contemplaba la construcción del aparcamiento subterráneo y la urbanización exterior, en la que colocó el famoso jardín.
Ésta fue encargada a la empresa Viales y Estacionamientos S.A. (Vyesa), que proyectó una glorieta en la confluencia de la avenida de  los Reyes Católicos y -entonces- General Yagüe. Años después, allí se instalaría la fuente de los delfines, cuyos chorros de agua han contrastado con la rígida pérgola.

 

El proyecto de urbanización, firmado por el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Jaime Azcoiti, contemplaba la construcción de una plaza-foro, presidida en su lado norte y este por un porche en forma de ‘L’ con jardín superior. La plaza se cubriría con losetas y en su lado sur y oeste (junto a la parte trasera del edificio Feygón) habría una plantación de árboles en fila, los que mejor se conservan hoy.
El 18 de junio de 1985 se cerró al tráfico la plaza por la zona de Cajacírculo y el 19 de agosto comenzó la excavación del aparcamiento. En junio del 86 se cortó la zona del Mercado Norte y en agosto de aquel se terminó la obra. El aparcamiento fue presupuestado en 377 millones de pesetas (2,2 millones de euros), según el proyecto.


A esta cantidad había que sumar los 62 millones de pesetas (373.000  euros) que costaron los jardines colgantes y el enlosado de la plaza.  Solo la construcción de la famosa pérgola se llevó 14,1 millones de pesetas de la época.


Para el cuidado de los jardines colgantes se instaló un sistema de riego por goteo y unos aliviaderos por el interior de las columnas. En la parte central transcurre una línea de vida para seguridad de los jardineros ocasionales.


La estética no tiene secreto alguno: líneas rectas, encofrados de hormigón y barras de acero. Además, se empleó un impermeabilizante que, con los años, ha ido dejando escapar las humedades.
Los jardines colgantes son el refugio del rastrillo de antigüedades desde el año 2006 y desde 2010 un mural de cerámica colgado entre las columnas recuerdan a los héroes burgaleses de la Guerra de la Independencia.

 
Pocos, salvo los jardineros, han subido a la plataforma superior. En 2001, un grupo de activistas colocó una pancarta contra las bombardeos de Estados Unidos en Afganistán en tiempos de la presidencia de George Bush hijo.

 
La pérgola ha conocido a cinco alcaldes en sus más de 30 años de vida, quizá el que venga tras las elecciones sea el último.