Aislados en el aula

ALEJANDRA G. FEIJÓO
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Los niños con sordera han empezado el colegio con la barrera de comunicación que supone el uso obligatorio de mascarillas. Desde Aransbur están reclamando la homologación de las transparentes

Aislados en el aula - Foto: Luis López Araico

Siempre se ha hablado de la importancia del lenguaje no verbal, de la capacidad que tiene el ser humano de transmitir con la expresión facial lo que está fuera del alcance de las palabras, y con la llegada de las mascarillas, esa labor ha quedado delegada únicamente en los ojos. Ahora bien, lo que para la mayoría se traduce en un incordio respiratorio y de reconocimiento, su universalización está trayendo consigo una exclusión sin precedentes para el colectivo de las personas con discapacidad auditiva que se han visto obligadas a tener que dejar de lado su herramienta de comunicación por excelencia: la lectura de labios. Una desventaja obligada que están sufriendo con especial protagonismo los niños con sordera que en septiembre han retomado la educación en los colegios.

Cada vez hay más concienciación a la hora de reconocer la importancia que tiene el artilugio sanitario por propia seguridad y para frenar el coronavirus, pero la Asociación de Familias de Personas Sordas (Aransbur) reclama dar un paso más para que ambos factores -la protección y la comunicación de todas las personas sin excepción- sean compatibles.

Desde el inicio de las fases de desescalada se ha experimentado con distintas opciones de mascarillas que faciliten la lectura labial -desde viseras faciales transparentes a plásticos introducidos en los tapabocas de tela clásicos a modo de ventana- pero todas ellas sin homologar ni terminar de convencer al colectivo, puesto que «aún no se ha dado con aquella que no ahogue, que no se empañe, que no genere brillos y que de verdad simule una normalidad para ellos. Necesitamos una aclaración al respecto para poder combinar seguridad, derecho a la comunicación y ergonomía», lastima Marisol Illana, directora de Aransbur.

En el momento actual, las dos alternativas más potentes son las llamadas visual mask, una mascarilla higiénica reutilizable que cumple con la normativa, y allegra mask, similar a las EPIs utilizadas en el sector médico. Illana, como coordinadora además de la Federación de Asociaciones de Padres y Amigos del Sordo de Castilla y León (FAPAS CyL), con sede en Burgos, se ha puesto en contacto con la Oficina de Información y Atención al Ciudadano para comprobar si estos modelos cumplen la función demandada en el ámbito educativo, puesto que la federación es la encargada de adjudicar los intérpretes a los colegios de la comunidad y no pueden acceder a los mismos sin una solución protectora. Lo cierto es que le han indicado que actualmente no existe una norma específica para ellas, además de reconocer que en España, a pesar de haber tres iniciativas empresariales que están trabajando en prototipos, todavía están sin desarrollar. Mientras tanto, los niños continúan yendo a las aulas sin ser capaces de comprender al docente de forma óptima.

Marco de Pedro, de once años de edad, y Desirée Cudero, de diecisiete, son miembros y motores de FAPAS y Aransbur y llevan dos semanas sin ver la boca a sus profesores. A pesar de que en los inicios prometieron a las familias que no iba a ser así, los centros finalmente han considerado que al no estar homologadas pueden suponer un peligro para los profesionales y para el resto del alumnado. Ninguno de los dos necesita un intérprete para poder comunicarse, tan solo de un sonido lo suficientemente alto para su discapacidad y la observación del movimiento de los labios de su emisor.
Las ganas de volver a Liceo Castilla y Antonio Machado respectivamente, sociabilizarse con sus amigos y recuperar el proceso educativo pueden al resto de dificultades. Lo único que piden es que se encuentre una solución que les permita entender las explicaciones al igual que lo hacen el resto de sus compañeros. A pesar de ello, la positividad de ambos es admirable. «Mi madre me dio la autorización de abandonar el aula si me sentía aislada al no entender las clases, pero prefiero intentarlo (...)». 

(Más información, en la edición impresa de Diario de Burgos de este lunes)