"Yo puedo decir que le he puesto las pilas a todo Gamonal"

H.J.
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Manuel Cámara es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Posando ante la Real y Antigua, junto a la avenida de los Derechos Humanos, donde tuvo su negocio durante 29 años. - Foto: Jesús J. Matías

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 15 de marzo.

Su sangre es 100% sureña. Por parte de padre y por parte de madre, ambos andaluces de Jaén. Pero nadie lo diría a la vista de su tono de piel, de su acento burgalés y de su templanza castellana. Porque Manuel Cámara vino al mundo a orillas del Arlanzón, "en la Clínica 18 de Julio" en el año 1955 y ha vivido casi toda su vida en su tierra natal.

Sus familiares y amigos le conocen simplemente como ‘Manolo’, y sus múltiples clientes como "el del Bazar Java", el establecimiento que ha regentado en Gamonal durante 29 años hasta su jubilación hace unos pocos meses. Allí ha atendido a un par de generaciones de clientes y clientas a los que ha vendido primero productos de ‘Todo a 100’, luego relojes y finalmente aparatos electrónicos de muchas clases. Y baterías, sobre todo baterías. Tenía de todo tipo y condición y la gente del barrio lo sabía. Por eso puede afirmar, bromeando: "Yo le he puesto las pilas a todo el barrio".

Decíamos que sus padres emigraron desde el mar de olivos hasta las duras tierras mesetarias. Primero llegó su madre, a visitar a un tío suyo que estaba preso en el penal de Burgos por motivos políticos, tras haber sido primero militar republicano y posteriormente guerrillero en Francia. Y después llegó su padre, por amor, para casarse con su entonces novia y formar una familia. La madre empezó de sirvienta y su padre empezó en Loste, y pronto tuvieron dos hijos, chico y chica, a los que se sumaría una tercera hermana 15 años después.

Manolo tiene sus recuerdos de infancia en la calle San Pedro de Cardeña. "Unos años felices, siempre correteando por el Seminario de Misiones a donde nos dejaban entrar los curas y allí jugábamos al fútbol o al baloncesto. Nos pasábamos horas y horas". Él era extremo izquierdo en el equipo del San José.

Tras cursar la primaria en el Generalísimo Franco (ahora Río Arlanzón), empezó el bachiller en el López de Mendoza. "¡Qué frío hacía allí, no había calefacción y en esas clases enormes teníamos que estar con la chamarra puesta!", recuerda. Después pasó al Diego Porcelos, en el polígono docente, y fue como mudarse a un hotel confortable. Pero pronto empezó a trabajar.

En Campofrío estuvo en la fábrica y luego en oficinas, más tarde en Autorrepuestos José, con su tío, empezó de comercial. Y acabó en Safre, una empresa especializada en material de freno para la que trabajó en Valladolid durante 8 años, "con un encargado de tienda que se llamaba Lito y que era de Burgos".

Tuvo también una experiencia de dos años y medio en Madrid de contable, para un empresario que tenía restaurantes y discotecas. Le pagaba bien, vivía a 10 minutos andando de la oficina, los niños estudiaban en el Calasancio ("el mismo colegio al que fue Emilio Butragueño", apostilla) y tenía garaje. "Estábamos muy bien, pero mis hijos y mi mujer querían venir a Burgos y aquí llegamos para montar en una tienda". En efecto, en el año 1991 se plantó de regreso en su ciudad acompañado de su primera y única novia desde los 16 años, Mari Carmen. Junto a ella se ha pasado media vida regentando una tienda conocidísima en el barrio.

"Se me ocurrió poner un bazar porque entonces estaban proliferando en Madrid. Mi mujer estuvo aprendiendo durante tres o cuatro meses en uno y nos decidimos a abrir el nuestro". Gamonal por entonces, "como sigue siendo ahora", era "un barrio en plena ebullición" y tuvo claro que quería montarlo allí. Buscó un local bien situado y consiguió uno frente a una parada de autobús de la avenida Eladio Perlado (ahora Derechos Humanos), muy cerca del centro de salud de La Antigua.

¿Y por qué el nombre de ‘Java’? Porque en aquellos años se habían puesto de moda los nombres orientales para los bazares. Que si Hong Kong, que si Shanghai… "Primero quise llamarlo ‘Bonsai’ pero el nombre ya estaba registrado, y como siempre me llamó la atención esa zona del mundo, Indonesia, Polinesia… pues fui y lo registré".

Los comienzos los recuerda como una época de un enorme entusiasmo y toneladas de ganas. Comenzó con el modelo de los ‘Todo a 100’ tan en boga a lo largo de los primeros años 90, pero rápidamente se dio cuenta de que prefería cambiar de estrategia. La relojería le gustaba desde siempre y apostó por ella, aunque era difícil si el comercio no estaba considerado como relojería o joyería. También se introdujo en el mundillo de las pilas, que le ha hecho mundialmente famoso en la zona más populosa de la capital burgalesa, y todo le fue llevando a vender cada vez más aparatos electrónicos.

Tan conocido como el cura. Solo tiene palabras de elogio para el entorno en el que estaba su tienda. "Yo en ese barrio, aunque no fuera el mío donde me crié, he conocido a gente fenomenal, maravillosa de verdad. Y no solo porque durante 29 años me han dado de comer a mí y a mi familia, aunque gracias a la tienda me conoce tantísima gente que voy por la calle y parezco el cura de la parroquia, diciendo hola y adiós a todo el mundo", comenta divertido.

Hasta que se jubiló vivía en Capiscol, muy cerca por tanto del trabajo, pero además ahora que se ha mudado al barrio de San Pedro de la Fuente se está dando cuenta de que se cruza con clientes de toda la ciudad "porque mucha gente del centro va con frecuencia a comprar a Gamonal".

Su implicación con el tejido del barrio le llevó, hace alrededor de 20 años, a formar parte de una de las primeras juntas directivas de Zona G. Esta fue fruto de la unión de dos colectivos previamente existentes que se fusionaron, y Cámara llegó a ser secretario y vocal de aquella joven asociación de comerciantes.

"Tuvimos suerte en aquellos años", rememora. "Las cosas funcionaron bien, potenciamos la asociación, creamos la primera gerencia, era una época en la que había dinero y subvenciones, del Ayuntamiento o de la Junta de Castilla y León… Hicimos grandes campañas de promoción con mucha repercusión mediática. Una en los toros, pusimos una pista de hielo, trajimos un autobús de doble piso…".

Y al echar la vista atrás se acuerda de varios nombres de sus compañeros como los de Luis Ángel, Tomás o Santi, también miembros de aquellas primeras directivas. Zona G fue un actor clave en el proceso que condujo a la ampliación del parque Félix Rodríguez de la Fuente y a la construcción del gran aparcamiento subterráneo que ocupa su subsuelo, en la parte donde estaba la primigenia fábrica de Campofrío antes de su traslado al polígono de Gamonal.

Dice que "Ángel Olivares, el alcalde más sociable con el que hemos tratado nosotros, nos escuchó y nos dejó que le presentáramos el proyecto", aunque fue finalmente el Consistorio quien promovió la construcción y la venta en concesión de aquellas plazas que hoy en día siguen quitando decenas de coches de la superficie.

A esa historia de éxito le siguió otra con un final mucho menos agradable. Fue el intento de construcción de otro subterráneo en la avenida Derechos Humanos, en el verano de 2005. Los comerciantes estaban de acuerdo y apoyaron la idea, conscientes de que en el barrio hacía falta mucho sitio para aparcar, "pero el gran error del Ayuntamiento fue no contar con los vecinos y acabar enfrentando a la Policía con la gente. Fue una pena", lamenta.

Manuel está convencido de que con más diálogo, quizás con la contratación de un seguro que garantizase la tranquilidad de quienes temían que se cayeran sus casas, podría haberse solucionado. Pero ya no se puede dar marcha atrás a aquel verano en el que los vecinos se sintieron engañados "y estaban ya tan cabreados que fue imposible una salida". Quince años después, la zona sigue exactamente igual, porque tampoco prosperó el proyecto del bulevar de la calle Vitoria, que a juicio de Cámara volvió a caer en los mismos errores de falta de diálogo. "En Gamonal hace muchos años que no se mejora nada verdaderamente significativo. Bien llevado se podían haber solucionado los problemas, pero no de cualquier manera. El ‘por narices’ no vale y se ha demostrado que no funciona".

Volviendo al ámbito del pequeño comercio, del que ha sido un notable exponente por su cercanía a la clientela y su trato familiar, es imposible no mencionar los retos que plantea la venta online. "Eso nos está matando. Hace 20 años, cuando empezaba Zona G, nuestra lucha era contra unos gigantes que eran los grandes centros comerciales que venían de Francia. El pez grande se come al chico, y ahora ha venido otro pez más grande que se llama Amazon y se está comiendo incluso a los centros comerciales", reflexiona.

Le da mucha pena que se pierda el contacto con los vecinos, pero dice entender en parte que la gente vaya buscando siempre "lo más económico, porque con los sueldos actuales, una diferencia de 30 euros en una compra acaban importando a finales de mes".

Sin embargo, y pese a las dificultades de los últimos tiempos, a Manolo le ha costado jubilarse no por él, sino por sus clientes: "Menudas broncas me echaban porque cerraba", asegura. Intentó traspasar el local porque le dolía tener que bajar la persiana después de tantos años, pero justo cuando había pedido la jubilación activa para apurar sus últimos meses llegó la pandemia.

Reabrió el 11 de mayo con ofertas a mitad de precio y para cuando acabó ese mes había dado salida al 80% de la tienda. Lo poco que le quedaba le duró hasta el 30 de junio y pudo vender hasta los muebles y la caja registradora.

Agradecido. "No puedo sino estar agradecido a cómo se ha portado Gamonal conmigo. Mi hijo me elaboró una despedida que colgó en Facebook y tuvo mucho éxito, con muchos comentarios de agradecimiento y palabras bonitas".

Y ahora, ¿a qué dedica el tiempo libre, que diría José Luis Perales? A pasar más tiempo con su madre, doña María Jesús, de la que cuenta que conserva el acento andaluz "como si hubiera venido ayer". También a pasear mucho por la ciudad, a leer un poco, "pero echo de menos ver más a mis tres nietos y a mis dos hijos, por estas limitaciones de la pandemia". Aunque sigue siendo un aficionado al Real Madrid hace tiempo que dice no sufrir ni llevarse mal rato, y para cuando recuperemos la libertad post coronavirus le gustaría visitar a los amigos y viajar más.

Cuando se le pregunta por sus destinos soñados, se queda en España: País Vasco, Asturias, Cantabria, Galicia… y su Andalucía. Allí mantiene el contacto con algunos familiares y está enterado de la actualidad de Jamilena, el pueblo del que salieron hace 60 años sus padres, a través de las redes sociales.

Así es Manuel Cámara, histórico comerciante de Gamonal, depositario de la memoria contemporánea de un barrio con personalidad propia y un hombre querido por la clientela. Ese reconocimiento es el tesoro con el que estrena su jubilación y la prueba de un trabajo bien hecho durante media vida.