Hamburguesas de brocha fina

ALMUDENA SANZ
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El burgalés Alejandro Rodríguez está detrás de la cadena Burgerheim, con locales en Logroño, Pamplona y Madrid

Hamburguesas de brocha fina

El arte se puede observar, a veces tocar y, aunque parezca mentira, también comer. Bocado a bocado es posible disfrutar de una hamburguesa con la firma de Picasso, Van Gogh, Miró, Cézanne, Warhol o Dalí, pinchar la lechuga en una ensalada pop art, impresionista o cubista y chuparse los dedos después de engullir unas patatas MoMA o Tate Modern. A este museo culinario abre sus puertas Burgerheim, una cadena de hamburgueserías con presencia en Logroño, Pamplona y Madrid, con el burgalés Alejandro Rodríguez, aliado en la aventura con la empresa Arcecarne, a los pinceles. 

La historia de este emprendedor empieza en Burgos en 1976. A orillas del Arlanzón nació, pasó su infancia y adolescencia. Estudió Dirección de Empresas Hoteleras en el Centro Superior de Hostelería de Galicia en La Coruña. Se curtió en diferentes ocupaciones en distintos trabajos. Durante la crisis económica, sufrió una mala jugada de la que no quiere acordarse y se refugió en su Burgos natal. Quería estar tranquilo en casa y Arcecarne le brindó un empleo. Tras pasar una temporada en la gerencia de un hospital en Madrid, se le encendió la bombilla y propuso a los carniceros asociarse para poner en marcha este proyecto. El 4 de septiembre de 2013 abrió su primer local en pleno centro de Logroño. 

Eligió la capital riojana por amor -su mujer es de allí- y, aunque confiesa que echa de menos su tierra, de momento se mantiene a orillas del Ebro en vez del Arlanzón. 

Tres años después de esta primera piedra, se lanzaron a la piscina y montaron un segundo restaurante en Pamplona (al lado de la plaza de toros). El éxito los está acompañando. Y el año pasado inauguraron el segundo en Logroño, más amplio, y uno en Madrid (por la zona de Chamartín), que es la primera franquicia de Burgerheim (en el resto los socios son ellos). 

La filosofía del food art (el arte es comida) mueve esta iniciativa. Para elegir el nombre pensaron en un museo, el más contemporáneo de todos, con espíritu internacional y presencia en varias ciudades, una proyección a la que también aspiraban ellos. El referente lo tenían cerca. Los centros de la Fundación Guggenheim cumplían todos los requisitos. "Además, heim en alemán significa hogar y lo del hogar de la hamburguesa nos sonaba bien", agrega el hostelero. 

Casi siete años después de su flechazo, este insólito idilio entre la hamburguesa y el arte se mantiene firme, andan más enamorados que nunca. Juntos han sabido plantar cara a una época en la que la competencia ha sido dura. Las hamburgueserías de autor están de moda. 

"La especialización ha sido un acierto para hacernos hueco en este mundo. Gracias a Dios, la hamburguesa está en pleno boom. En todas las ciudades están abriendo muchos locales con productos muy buenos que te obligan a diferenciarte para que te vean y se hable de ti", reconocía Rodríguez hace unas semanas cuando aún nadie presagiaba la que se le venía encima al sector como consecuencia del coronavirus. 

El exotismo de Botero en el chutney de piña, el jalapeño y guacamole que resaltan el origen mexicano de Frida Kahlo, el queso parmesano tan propio de los italianos como Modigliani... He ahí su originalidad. Cada cierto tiempo invitan a un artista. Estos días pasaba por allí Sorolla. Su carácter mediterráneo se traduce en una con rabo de ternera deshuesado, rúcula, tomate seco, virutas de queso de cabra... Hasta los niños de sus famosos cuadros saldrían de la playa en busca de una de sus firmas. La alfombra roja también se ha extendido para Mary Cassatt, Chillida, Hooper, Norman Foster o el grafitero El Muelle. 

Y, ojo, que los más valientes pueden coger la brocha fina y rubricar su propia hamburguesa. La pincelada burgalesa siempre está garantizada con la empresa Arcecarne como socia y proveedora de toda la carne que se consume -"tener el respaldo de estos grandes profesionales es un aval"- y con el espíritu emprendedor de Alejandro Rodríguez, que sueña con volver algún día a casa.