«El componente sentimental es lo que más te ayuda a seguir»

Raquel Nogal
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La familia del Hotel Mesón El Cid vive la llegada del actual propietario como una continuidad de su negocio más que como un traspaso

Hijo y madre, delante de la fachada del hotel con el reflejo de la Catedral. - Foto: Alberto Rodrigo

María Luisa y José Luis han vivido un cambio generacional un poco largo, que ven como una continuidad más que como un traspaso. Cuando el actual propietario del Hotel Mesón del Cid recibió el testigo de la mano de su padre, él ya llevaba varios años en el establecimiento. «Esta continuidad tiene una serie de ventajas, como la experiencia de los fundadores, que nunca pierdes y te hace seguir la misma línea y mantener la misma trayectoria. Sin embargo, existe un gran inconveniente, porque tú tienes una forma de ver las cosas diferente y quieres hacerlo todo de otro modo», explica el vástago. La prolongación en este proyecto familiar no ha sido exclusiva de los propietarios sino que también ha participado parte del personal del establecimiento. Los dueños mantienen un gran vínculo con los trabajadores y José Luis se siente emocionado porque  los empleados que llevan toda la vida en la empresa se sienten parte de la casa.

Madre e hijo aseguran que el protocolo familiar ha sido innecesario para dar el relevo y  destacan que el devenir de los años les ha enseñado a corregir los fallos y a mantener todo aquello que funcionaba de forma correcta. Esto explica que José Luis no haya buscado modificar la estructura del trabajo, sino que la evolución del día a día es lo que le obliga a adaptarse a los nuevos sistemas. El hijo aclara, desde su propia experiencia, que las empresas familiares son muy complicadas porque hay que aprender a separar lo laboral de lo familiar. Su madre comenta que «a la hora de tomar decisiones, él tenía más roces con su padre» porque ella se centraba más «en el trabajo y dejaba a un lado el dinero, las reformas y las cosas del negocio».

El mal endémico de las empresas familiares aparece cuando todos los miembros quieren dar su opinión y tener la razón. Una manera de solucionar este problema podría pasar por firmar un protocolo familiar, pero, según el heredero, «no sirve de nada si no hay avenencia entre los miembros. «Se debe actuar de buena fe, ser generoso y ceder. Además, cada uno debe asumir su grado de responsabilidad y no mirar el trabajo con lupa», agrega. José Luis, al ver a sus progenitores sacar el negocio todos los días adelante, ha aprendido que hay mucha presión laboral y que, al ser parte de la familia y del proyecto, debe trabajar más que nadie y servir de ejemplo para los demás.

Para esta familia es más importante el valor sentimental que el propio valor económico del negocio. El sucesor explica que lo que más le ayuda a seguir es el componente emocional. Él ha visto cómo sus padres se han dejado la vida y cómo él también lo está haciendo. «Quizás ahora el hotel sea más rentable, pero con lo que yo he crecido ha sido con un local separado por escaleras en el que se veían carreras de un lado para otro y se me ha inculcado el valor histórico de la casa del siglo XV donde se encontraba la imprenta del afamado impresor Fadrique de Basilea», afirma el vástago. Ambas generaciones coinciden en que los inicios fueron realmente duros, si bien el trabajo hoy en día no es sencillo. Explican que el grado de tolerancia de los clientes era mucho mayor antes que ahora. El actual dueño ha intentado mantener la continuidad de sus padres y todo lo que éstos le han inculcado a lo largo de los años, pero las generaciones y las épocas vividas son muy dispares, por lo que la forma de trabajar ha dado un gran cambio.

 

MESÓN EL CID

María Luisa y su marido, José Luis López, dieron vida al Mesón del Cid en el mes de octubre de 1961 en un pequeño local situado en la planta baja de una casa del siglo XV en la plaza Santa María. Lugar con gran historia, pues es donde se encontraba la imprenta de Fadrique de Basilea, en la cual nació la primera edición de La Celestina.

Varios años más tarde, el 31 de diciembre de 1982 concretamente, inauguraron el hotel y pasados los tres primeros años, en el mes de enero, su hijo José Luis comenzó a formar parte por completo del proyecto familiar, aunque años antes ya acudía los fines de semana a ayudar a sus progenitores.

Fue en el año 2003 cuando el primogénito, José Luis, recibió el testigo del negocio familiar.