El árbol de los anhelos

A.S.R
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El CAB se desmarca del imaginario tradicional navideño y apuesta por Cabydad, una instalación participativa que cambia cada año y esta vez pide al visitante sus deseos más vehementes

Regue Mateos, creador de esta propuesta, muestra lo que ansía delante de la instalación, que permanecerá en la entrada hasta el 17 de enero. - Foto: Luis López Araico

Imposibles y de andar por casa; sobre asuntos del corazón y de la cabeza; espirituales y terrenales; para beneficio de uno mismo y para bien de la colectividad; con miras al presente y vistas al futuro; viejos y nuevos; confesables e inconfesables... Da lo mismo el tono o la trascendencia. Cada persona guarda una, dos, tres o un porrón de cosas que desea con vehemencia y todas encuentran su sitio en Anhelos, el título que este año recibe Cabydad, la instalación participativa con la que el Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) celebra la Navidad desde 2014 con todos sus visitantes y que alargará su presencia en el vestíbulo hasta el 17 de enero. 

Anhelos crece vigoroso como si fuera un árbol. Uno especial, eso sí, que late al ritmo de los deseos perseguidos con más ahínco. Enhiesto como una recia columna, se yergue hacia el techo con su cuerpo de madera rematado por una urna de cristal, que cambia de color en función del recorrido que trace cada sueño en su interior. Las raíces son invisibles, pero sí quedan arropadas por una base de cantos rodados en los que cada uno deberá escribir con lápiz lo que ansía. Una vez puesto negro sobre blanco, se introduce en una de las cuatro ranuras y el itinerario seguido provocará un sonido y un color en la cúspide. No siempre serán los mismos. Cada anhelo es el reflejo de su dueño. Y cada persona es un mundo. 

«Un anhelo es algo más que un deseo, es algo que te afecta psicológicamente y físicamente, porque te falta el aire, es un deseo muy, muy importante», observa Regue Mateos, creador de esta propuesta, con distintas lecturas y cargada de simbolismo. Uno se puede acercar a ella como quien lo hace a un árbol, con su parte luminosa, su luz, lo que se ve, pero también con la oculta, la profundidad, la oscuridad, sus raíces. Dos opuestos necesarios para su existencia. Al mismo tiempo, reúne todos los elementos: madera, vidrio, piedra, tela, luz, sonido... «Se trata de materializar una serie de emociones, conceptos, deseos vitales y luego que la piedra, como una rolling stone, vaya rodando hasta las profundidades. Llegará donde llegue. Dependerá del canto rodado elegido, lo que pese tu deseo, tu gesto a la hora de arrojarlo...», describe Mateos al tiempo que hace hincapié en el carácter lúdico que también brinda: «Aparece el concepto inocente de echar cosas en los agujeros, de patio de la infancia, de jugar en los árboles, de asomarse a sus huecos, de imaginar quién vive dentro de ese tronco... Están ahí esas ganas de descubrir». 

Destaca que Anhelos, como siempre ocurre con Cabydad, «invita a una reflexión personal e interna, huye de la velocidad del consumo y del mundo superficial, aunque cada vez somos más conscientes de la necesidad de mirarnos dentro y de cuidar a la naturaleza», además de desdibujar la autoría para dar todo el protagonismo a la obra.

Todas esas fantasías, ilusiones, caprichos, necesidades, locuras alimentarán este árbol. Su luz y su sonido ya reflejan el inicio del cambio. Solo es necesario ponerse en marcha. Sin movimiento, el anhelo nunca se cumplirá.