"La migración es un pulmón de oxígeno para la economía"

B.D.
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Los procesos migratorios, sus causas y los canales de integración que pueden ponerse en práctica para crear una sociedad de acogida se abordaron en las jornadas que la Coordinadora de ONGD de Castilla y León y el MEH han organizado

"La migración es un pulmón de oxígeno para la economía"

La xenofobia y la discriminación viven un nuevo auge y son el principal obstáculo para los refugiados. Y aunque desde muchos frentes se trabaja para imaginar un mundo sin fronteras, la realidad es que cada vez hay más muros. Lo sabe bien Mónica López, directora de programas de la Comisión de Ayuda al Refugiado.

El mundo vive la peor crisis de refugiados de la historia y los gobiernos solo apuestan por cerrar fronteras ¿Cómo se puede hacer frente a esta situación?

Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado venimos reclamando, especialmente desde 2015 cuando la crisis de refugiados se recrudece, que se armonicen políticas pero poniendo en el centro a las personas; en ningún caso el derecho de asilo se puede ver cercenado por intereses políticos o económicos. Es necesario abordar las causas en los países de origen como la habilitación de vías seguras y legales para la llegada y poner en marcha los instrumentos y los convenios internacionales a los que los Estados se han comprometido.

¿Por qué Europa está incumpliendo esos convenios internacionales en materia de refugiados?

Porque hay un claro blindaje de Occidente. Europa tiene miedo a la llegada de personas de otros países por razones económicas, políticas y culturales. Llevamos tiempo viendo como desde la década de los 80 Occidente tiene cada vez más temor a quienes llegan de otros continentes o culturas.

¿Dónde quedan la solidaridad y los derechos humanos?

Tenemos la esperanza y luchamos porque se recupere esa ola de solidaridad aunque hay movimientos de extrema derecha que están intentando acabar con ello. Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, vivió décadas de solidaridad con los refugiados; lo hizo porque lo sufrió en carnes propias. Pero al final la memoria es débil, sobre todo en el contexto europeo y también en el español. España, tras la Guerra Civil tuvo más de medio millón de exiliados que fueron acogidos en países latinoamericanos, en Argelia, en Francia... y parece que las cosas se olvidan pronto. 

¿Dar dinero a Turquía para frenar la llegada de personas es una forma de tapar nuestras vergüenzas?

Sin duda. El hecho de condicionar la ayuda al control de los flujos migratorios, que es lo que se hizo con el acuerdo entre la UE y Turquía, entre Italia-Libia y con Marruecos, es una forma de tapar las vergüenzas y de que otros Estados hagan el trabajo ‘sucio’ de lo que tendría que hacer la UE, sobre todo si en esos países el respeto por los derechos humanos y por procedimientos legales con todas las garantías son dudosos. Al final Europa está poniendo de gendarme a países que tienen mala praxis.

¿Cuáles son las principales rutas, el papel de las mafias y la razón de su fortalecimiento?

En el último año hemos visto un repunte por el Mediterráneo a través de España, principalmente por Islas Canarias. Pero no debemos olvidar que esta semana se han publicado los datos del Ministerio del Interior y España ha cerrado 2019 con 118.000 solicitudes de asilo; en los cinco primeros puestos por nacionalidades están países latinoamericanos, como Venezuela, Colombia y países centroamericanos.

¿Qué se puede hacer en los países de origen sumidos en el conflicto y el caos?

Tiene que haber una apuesta seria por parte de los gobiernos occidentales de apoyo a la autogestión de esos países, de apoyo a la democracia y a los derechos humanos y también intentar no acabar cayendo en la esquilmación de recursos materiales y humanos para que sean capaces de llegar a estándares mínimos de desarrollo. 

Hay imágenes que golpean conciencias pero los efectos duran apenas unas horas.

Sin duda. Es cierto que las responsabilidades en esta materia son una obligación de los Estados por medio de tratados internacionales pero las personas que llegan se integran en un municipio, en un vecindario, donde los ciudadanos tenemos un papel importantísimo. Ellos dejan sus países porque no tienen más remedio, porque sus vidas corren peligro y buscan un lugar donde puedan desarrollarse y donde puedan también aportar. Para eso es clave que los que somos vecinos y compañeros de trabajo seamos acogedores y facilitemos que vivan en paz y tranquilos como nos gustaría que nos tratasen si estuviéramos en esa situación.

España se ha puesto de perfil a la hora de asumir las cuotas de acogida fijadas por la UE mostrando su cara más insolidaria. El Gobierno de Pedro Sánchez empezó acogiendo a migrantes y refugiados pero su política migratoria ya no es tan aperturista.

Los procesos de reubicación de refugiados de 2016 ningún país europeo los cumplió pero porque tal y como estaban planteados tampoco era posible. Los refugiados sirios se reubicaron porque se tardó mucho en poner en marcha y ellos mismos salieron hacia otros países y los que quedaban en Grecia y en Italia no eran susceptibles de entrar en esos repartos. El gobierno  empezó con mucha intención; tuvo iniciativas interesantes de desembarco e hizo un plan de emergencia para abordar la situación de las llegadas a las costas. Pero lo que queremos es que se siga en esa línea de organizar los desembarcos, de habilitar vías legales y seguras para que los refugiados no tengan que recurrir a las mafias ni a jugarse la vida para poder llegar. 

¿Qué iniciativas sociales se están impulsando?

El sistema de acogida español está consolidado y tiene el elemento de integración como eje principal de trabajo. La valoración del sistema es buena, pero con las cifras de solicitudes de asilo que se están manejando está totalmente desbordado. Es necesario hacer un replanteamiento, ir a un sistema más flexible y que dé cabida a todas las solicitudes. Se está teniendo apoyo por parte de ayuntamientos aunque venimos reclamando que se agilicen los plazos para que las personas puedan iniciar una vida autónoma. Las iniciativas que favorecen el empleo siempre son bienvenidas. Y luego el apoyo de todo el tejido social, desde el empresariado a las asociaciones de vecinos, son claves para la integración de las personas refugiadas.

¿Criminalizar a los colectivos que se ocupan de ayudar a las personas que ponen en riesgo su vida en el mar es la mejor solución?

No. Cuando las personas salen de sus países es porque no tienen otro remedio. Y España no ofrece ninguna vía de llegar de una manera legal; solo queda la irregularidad. Y eso es aprovechado por mafias para sacar rendimiento, jugando con la vida de los que huyen.

Lo que cala es que todo el que viene de fuera es un riesgo y eso entre la gente provoca miedo. Y el auge de los partidos extremistas no ayuda a resolver este problema. ¿Los discursos populistas, como el de Vox, están ganando la partida?

Es cierto que han encontrado un caldo de cultivo en la crisis económica, en el terrorismo islámico; hay una serie de causas que hace que los europeos acaben votando a partidos de extrema derecha. La migración no es mala; en absoluto. De hecho puede traer talento y otros elementos que hacen que las sociedades sean más ricas y más diversas. Entre los refugiados que llegan hay médicos, hay personas que se ofrecen voluntarias para trabajar en ONGs, hay ingenieros, hay informáticos, hay trabajadores del campo. Hay perfiles muy variados y la mayoría con ganas de devolver a la sociedad lo que les aporta.

¿Necesitamos más inmigración?

España tiene un serio problema, entre otras cosas con las pensiones y al final la migración, sobre todo la formada, aporta desde el primer día, sin que el Estado español haya hecho ninguna inversión en ellos. Y eso para cualquier economía es un pulmón de oxígeno pero no solo hay que recurrir a argumentos económicos, hay que recurrir a argumentos humanitarios. Es una obligación de los Estados prestar asistencia a los refugiados.