"Un pequeño comercio precisa un gran patrimonio humano"

Raquel Nogal
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La tradición es una de las claves fundamentales para que la pastelería Dieste continúe después de tres generaciones

"Un pequeño comercio precisa un gran patrimonio humano"

Hace casi 60 años que cuatro hermanos decidieron dejar atrás su actividad en Medina de Pomar para endulzar la vida de los burgaleses. La pastelería conoció en el año 2008 a Charo G. Dieste, una nueva propietaria que ha dado paso a la tercera generación de mujeres.

La fundadora recuerda lo mucho que tuvo que esforzarse cuando llegó a esta ciudad tan diferente a lo que ella estaba acostumbrada. «He trabajado mucho pero estoy encantada», asegura la fundadora. Los hermanos fueron muy bien acogidos y poco a poco ganaron una numerosa clientela, ya en los principios del trabajo tenían largas colas de consumidores esperando para comprar sus pasteles.

La hija de la fundadora no se dedica a tiempo completo a la repostería, sin embargo, el sentimiento que tiene hacia la empresa familiar es tan intenso que compagina su trabajo habitual con la gestión de este proyecto. «Es un negocio muy agradable para una ciudad, vender dulce para dulcificar a la gente», confiesa la heredera a quien le apasiona su trabajo y disfruta vendiendo de cara al público. Esta emoción que tiene tan grabada en su interior, es algo que, después de tanto tiempo, continua muy presente en las generaciones.

Asegura que su traspaso ha sucedido de forma muy tranquila y sencilla, ya que no le ha sido necesario aprender nada nuevo. Únicamente ha tenido que adaptarse a los nuevos tiempos y alas nuevas tendencias pero sin abandonar la tradición. La actual dueña no tuvo problemas a la hora de aprender el oficio. Lleva en el establecimiento desde muy joven, desde tan joven que su madre a la semana de dar a luz ya se encontraba en la tienda repartiendo dulces con la recién nacida a su lado. «Este trabajo lo he visto durante toda mi vida, por lo que cuando comencé con la gerencia sabía perfectamente calcular cuántos pasteles eran necesarios en un día especial, cómo fidelizar a los consumidores y a los niños e incluso cómo tratar a los empleados para que se sintieran parte de esto», comenta Charo hija.

Para la primogénita es fundamental que un comercio pequeño y familiar cuente con un buen patrimonio humano, el cual debe tener buena formación. Este establecimiento ha gozado de mucha suerte y ha contado con pasteleros que empezaron a los 16 años y que se han jubilado con ellos. «Es muy bonito ver que los empleados sienten esta tienda como si fuera propia y luchan por hacer las cosas con calidad. Que ellos lo vivan como algo suyo es tan o más importante que la calidad de los productos», explica la propietaria actual.

La esencia, la tradición y el saber hacer son las tres claves que esta familia de pasteleras posee para poder llevar, después de tantos años, un buen oficio. La primogénita asegura que el desarrollo es fundamental y debe existir una gran constancia pero por esto no se deben abandonar las costumbres. Han cambiado la forma de empaquetar, de producir y de tratar al público pero siempre han partido desde el estilo de la generación previa, «creo que es básico empezar desde abajo para así poder seguir aprendiendo e ir avanzando, sin tradición es imposible adaptarse a la modernidad», añade Charo G. Dieste.

La progenitora, sin tener apenas formación, creó un nuevo establecimiento, luchó por sacarlo adelante y por crear empleo a una ciudad. «El negocio familiar es aquello por lo que peleas que se mantenga porque has visto a tus padres batallar para que continúe», advierte su hija.

 

DIESTE

En el año 1961 Charo Dieste y sus tres hermanos decidieron dejar Medina de Pomar para fundar una pastelería en la ciudad de Burgos. Acompañados por un socio, se lanzaron a la aventura de poner en marcha una pastelería en un obrador en la plaza de la Flora. Al poco tiempo, abrieron además una tienda en la calle San Pablo y posteriormente inauguraron la tienda en la que se encuentra actualmente en el número 10 de la avenida del Cid Campeador.
Tras varios años de vida del negocio, llegó la hora de la jubilación para alguno de los hermanos, abrieron un nuevo obrador en la calle Barrio Gimeno y dieron paso a una nueva generación de pasteleros.
Desde el año 2008, Charo G. Dieste, hija de una de las fundadoras, se encuentra al frente de la pastelería.