"Luchamos por no perder la cultura de la cocina"

R.N.
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Para Miguel Pinillos Tello es un honor continuar con el restaurante que su padre y su madre abrieron juntos en la plaza Santa María, La Cueva

«Luchamos por no perder la cultura de la cocina - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Hoy en día nuestra sociedad vive de forma muy apresurada y se está perdiendo la tradición de ir a un restaurante de mantel de hilo, relajarse y disfrutar de la buena gastronomía. La comida cocinada a fuego lento es algo que la familia Pinillos lleva en la sangre e intentan que no se extinga.

La cocina moderna está en auge sin embargo, el actual propietario del mesón restaurante La Cueva ha conservado cada paso que sus padres dieron, hace 50 años, dentro de la cocina del negocio familiar para mantener los platos tradicionales. «Mi padre y mi madre trabajaron perfectamente», explica el vigente dueño. El heredero acudió desde muy joven al establecimiento para ayudar a sus progenitores, de esta forma ha aprendido la esencia de la gastronomía castellana y ha mantenido hasta hoy en día el sello del mesón.

Pero hubo período previo, en el que Miguel Pinillos y Rosa Tello tuvieron que esforzarse durante largas horas para que, posteriormente, su hijo pudiera continuar sus pasos. La vocación por los fogones corre por las venas de toda la familia, y es que, antes de que su vástago cogiera las riendas de la empresa, sus tíos también se encontraban en el oficio.

Más que un traspaso, definen este proceso como una continuidad necesaria en el comercio, para el que han prescindido de protocolo familiar. Después de la jubilación de los iniciadores, el vástago se incorporó de forma muy natural a la dirección del proyecto. Sus años previos, en los que acompañó a su familia con empleado le proporcionaron una buena base con la que ha podido desenvolverse y sacar el negocio hacia delante. Además, ha contado en todo momento con la ayuda y los consejos del fundador. «La transición fue muy sencilla, como trabajaba mi padre es como se trabaja ahora. Si hubiera entrado por primera vez después de ellos no hubiera sabido regentar el negocio», explica Pinillos Tello.

Administrar un restaurante no ha sido, ni es, un camino fácil. Ambas generaciones se han encontrado con numerosas trabas. El fundador era muy joven en el momento en el que decidió comprar el local y no tenía gran solvencia económica, además de que tuvo que llevar a cabo una obra considerable. No obstante, la actividad era mayor; actualmente cuentan con una plantilla de empleados menor porque «solo se trabaja los fines de semana», explica el descendiente. La paciencia es una habilidad fundamental para tratar con el cliente en ese mundo de la hostelería. A pesar de que el padre asegura que su vástago lleva mejor las relaciones con los comensales, fue él quien ha fidelizado a un gran número de consumidores y ha llevado los platos burgaleses a países como Francia. Ambos han visto pasar por sus mesas del comedor a tres generaciones de clientes quienes siguen siendo muy habituales.
El boca a boca era la mejor publicidad que un comercio hace 50 años podía tener. El primogénito declara que ese tipo de publicidad hoy en día ya no funciona. «En la actualidad todo se mueve a través de redes sociales y las valoraciones llegan por plataformas online», expresa el descendiente.

El sentimiento hacia el restaurante es muy fuerte y el sucesor confiesa que es un gran honor continuar con el oficio y poder mantener la cultura. Asegura que tiene gran ilusión a pesar de las dificultades que existen. «Ahora la gente joven no se sienta a disfrutar de una comida, no lo sabe apreciar», advierte el primogénito.

 

RESTAURANTE LA CUEVA

Senén Miguel Pinillos empezó en la hostelería con tan solo 14 años y en el mundo de la cocina a los 16. En 1962 adquirió un local de dos plantas situado en el número 7 de la plaza Santa María, que se ha convertido en un templo de la cocina tradicional burgalesa. Sin embargo, no fue hasta el 3 de marzo de 1968 cuando junto a su mujer, Rosa Tello, no inauguraría el restaurante.

Después de 30 años poniendo su sello y su cariño en los platos más típicos de la ciudad y de toda una vida llevando la cocina tradicional por otros países, decidió pasar la gerencia del establecimiento a su descendiente, también llamado Miguel. En la actualidad, ha cumplido 14 años como titular de La Cueva, aunque en la práctica ha estado toda su juventud ayudando a su padre y a su madre, entre los fogones y la sala.