Un regreso con distancias

ALEJANDRA G. FEIJÓO
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El balance de los tres primeros días de colegio es positivo tanto para los padres como para los niños. La desaparición de los trabajos en grupo, el balón y las conversaciones con compañeros de otros cursos son las prohibiciones que más les cuesta

Un regreso con distancias - Foto: Luis López Araico

Tras seis meses sin pisar las aulas, frotando sus manos con gel desinfectante una decena de veces por jornada, luciendo las mascarillas más originales y moviéndose por los pasillos del centro como si de una formación del ejército se tratase, los pequeños de las familias Corrales Izquierdo y Feijóo Martín comienzan el curso concienciados con la pandemia que les rodea. Parecía que la vuelta al colegio no iba a ser posible, pero con un ingenio inimaginable, los padres de Nico, Daniel, Mía y Oscar están positivamente sorprendidos con la preparación y las medidas que desde Jesús María y Madres Concepcionistas han adoptado.

Sus docentes dedicaron los dos primeros días de curso, miércoles y jueves, a explicar a los alumnos con todo lujo de detalles cómo deben compenetrarse entre todos para evitar el contagio. Sanidad ha desarrollado el supuesto de que a partir de dos casos positivos en un aula -con cadenas de transmisión que no se identifiquen-, se podría llegar al cierre de algunas clases. Una resolución que los directivos de los centros escolares quieren evitar a toda costa para no volver a las deficiencias que supone no recibir la educación de forma presencial. «Nos han insistido en que no podemos compartir nada, que mejor si permanecemos en nuestro pupitre sin acercarnos al de al lado y que cada vez que salgamos y entremos a clase tenemos que ponernos gel. En todo el día al final nos desinfectamos unas ocho veces o más, a mí es la medida que más me cuesta, pero lo importante es que hemos podido volver y ver a nuestros amigos», explica Daniel Corrales Izquierdo, alumno de segundo de Primaria de Jesús María.

Su hermano Nico se estrena en quinto, y Mía, la menor de los tres, inaugura su proceso educativo en primero de Infantil. Ella no tiene que llevar mascarilla y sus preocupaciones poco tienen que ver con   el coronavirus -que se libra de comprenderlo hasta ser más mayor-, sino más bien con los miedos que inundan a los pequeños de tres años en sus primeros días de colegio. De esta manera, la familia numerosa comienza la vuelta a la rutina con incertidumbres pero convencidos de que poco a poco irán sintiendo la normalidad tal y como la conocían. «No se puede criticar la actuación de los centros porque está siendo ejemplar y los niños llevan meses comprendiendo las circunstancias. Nos están transmitiendo mucha seguridad, de hecho no tengo ni miedo a que se contagien, porque las medidas en el colegio están siendo mucho más exigentes que las que podemos ofrecer los padres en el tiempo libre. Confío plenamente en que se llegue al final del curso de forma exitosa», defiende María Izquierdo. Su hijo de once años, Nico, tampoco muestra ningún temor al virus, afirmando  que «lo que sí que asusta es la prueba en la que te introducen el palo por la nariz hasta la garganta».

Para eludir el tener que llegar a realizar las PCRs, además del protocolo que están respetando en los interiores de los centros, los padres han tenido que firmar una Declaración Responsable en la que se comprometen a no llevar a sus descendientes a las aulas en los casos de que presentan síntomas compatibles con la COVID-19, estén diagnosticados como caso confirmado o se encuentren en periodo de aislamiento requerido por la autoridad sanitaria. No obstante, para mayor precaución, todas las mañanas los profesores toman la temperatura a sus respectivos alumnos.

El juego de hablar. Sabían a gloria los treinta minutos de recreo con el balón entre los pies y el bocadillo tratando de sobrevivir sin caer al suelo en las carreras, pero esta imagen también tendrá que esperar una temporada para que se pueda volver a disfrutar. En el curso 2020-2021 el descanso está limitado por una parcela en la que solo pueden acceder los niños de una misma clase, sin balones, y con el almuerzo esperándoles en la mochila para saborearlo separados en su mesa. «Lo que más me cuesta asumir es que no podemos jugar al fútbol ni al baloncesto en el patio. Ahora tenemos que divertirnos únicamente hablando y sin tener contacto con los amigos de quinto B», lamenta Nico Corrales.

Puesto que en el colegio no están haciendo la misma actividad física que en años anteriores, para retomar el deporte los padres de los cuatro niños han decidido que continúen con las extraescolares que ya venían practicando. Hasta octubre no comenzarán, un margen que agradecen para pensar cómo se van a organizar para compatibilizar los horarios. Oscar Feijóo Martín, por ejemplo, durante el invierno estaba viviendo con sus abuelos debido a la imposibilidad que tienen los padres para poder sacar adelante la rutina del pequeño con sus jornadas laborales. Sin embargo, por precaución y siendo conscientes de que no pueden exponer a personas ancianas de riesgo, estos meses Oscar ha vuelto a su casa familiar. «Me gustaba mucho estar con los abuelos porque tengo un vínculo muy especial con ellos y además me ayudan a hacer las tareas (Isabel ha sido profesora y se esfuerza por hacerle un seguimiento), pero prefiero no ponerles en peligro ahora que ya voy a estar en contacto con personas de fuera. Si nos vuelven a confinar, esperaré dos semanas para que no pueda contagiarles y volveré», explica.  

Teleeducación, aliado de la covid-19. Si hay un área de mejora que se haya potenciado en la pandemia ha sido la tecnología. De marzo a junio los niños aprendieron de la mano de los ordenadores  y gracias a ellos pudieron continuar con su aprendizaje. Además, las plataformas llamadas ‘aulas virtuales’ cada vez están más desarrolladas para mantener el contacto entre los profesores y los padres, un ingrediente indispensable en los tiempos que corren para comunicar cualquier tipo de incidencia relacionada con la crisis sanitaria.

En Madres Concepcionistas han ampliado sus actualizaciones para facilitar a los alumnos tabletas compatibles con la esencia de las enseñanzas de antaño. De esta manera, están evitando el traslado de materiales bibliográficos de las casas a las aulas que propicien la expansión del virus. «Me parece importantísimo que fomenten las nuevas tecnologías, porque además de que cada vez son más imprescindibles, motivan mucho a los niños que ya no se imaginan un día sin las pantallas. Ofrece otros recursos muy potentes y son un valor seguro en caso de que la situación empeore y tengan que regresar al hogar», defiende Luisa Feijóo.

Ambas familias aún se están acomodando a la nueva normalidad en la educación, pero tras tres días de prueba -y en contra de la opinión general-, están seguros de que con estas dosis de concienciación sus hijos podrán continuar indefinidamente con la enseñanza presencial en los colegios.