«Villalonquéjar es la mejor inversión que pudo hacer Burgos»

G. ARCE
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Antonio de Santiago es uno de esos hombres y esta es (parte de) su historia

Antonio de Santiago mantiene una intensa actividad profesional y sigue presente y trabajando en los principales consorcios de la ciudad. - Foto: Luis López Araico

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el pasado 8 de febrero.

El Burgos contemporáneo no sería lo que es sin la labor discreta, concienzuda y certera de profesionales como Antonio de Santiago y Díaz-Güemes. Estamos ante un experto en resolver problemas, una especie de ‘señor Lobo’ en términos cinematográficos, que ha sabido construir, consensuar y coordinar los complejos intereses que se han movido y se mueven en las tripas de proyectos tan ilusionantes y transcendentes para la ciudad como la Universidad de Burgos, el desaparecido Plan Estratégico, el Colegio Oficial de Economistas, los consorcios de la Variante Ferroviaria y de Villalonquéjar IV o la Fundación Caja de Burgos. Son muchas las instituciones y empresas que deben su crecimiento a su buen hacer y otras tantas una certera liquidación o su venta al mejor postor. Apasionado en el discurso, exquisito en el trato, de sonrisa fácil, siempre crítico, a este economista, abogado y ex profesor de la UNED nunca le han faltado minutos para echar una mano a Burgos, donde nació y que conoce y ama con todas sus virtudes y también con sus defectos.

«Siempre digo -ironiza- que lo peor de Burgos son los burgaleses. Cuántos foráneos he traído aquí y se han quedado sorprendidos con Villalonquéjar y sus grandes fábricas... Nos quejamos por naturaleza y somos un poco llorones, sobre todo cuando hablamos de Valladolid. La mejor manera de ejercer de burgalés es querer y apreciar lo que tenemos», sentencia. 

Antonio de Santiago saluda a los Reyes en un acto oficial de los economistas. Antonio de Santiago saluda a los Reyes en un acto oficial de los economistas. - Foto: Luis López Araico

De Santiago es licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense y en Derecho por la de Valladolid, aunque perteneció a una de las primeras promociones que cursaron estos estudios universitarios en Burgos. «Me encantaba la macroeconomía pero la realidad me ha hecho un experto en microeconomía».

Coprasa, la industria cárnica de Campofrío que estaba ubicada en la zona residencial junto al río Vena y que hoy toma su nombre, fue su primer destino laboral. Allí entró como jefe de Administración y allí también empezó su carrera como solucionador de problemas, pues le tocó cerrar el matadero y vendérselo a la Fundación Sonsoles Ballvé.

Tras la experiencia en Campofrío entró como director financiero y controller de Loste, fabrica que estuvo ubicada en la avenida de la Constitución. La galletera ya pertenecía entonces al grupo Bahalsen y los dueños alemanes quisieron que su nuevo directivo coordinase todas las fábricas españolas del holding (en Tarragona y Burgos). Esto le llevó a vivir a Hannover durante un tiempo («casi me quedo allí»), aunque finalmente se decidió por volver a España («me tiraba la tierra...»).

Trabajo no le faltó a su vuelta: fue director de Stroyer, una fábrica de extrusión de piezas de plástico para la automoción y la construcción, y luego director financiero en Mecarsa, dedicada al mecanizado de piezas de automoción.
Un buen día le llamaron de la Cámara de Comercio para dar solución a otro proyecto en ciernes:la creación de una sociedad de garantía recíproca en Burgos para facilitar el crédito a las pequeñas y medianas empresas de la provincia. Así nació Sogacal, que gestionó y presidió durante 15 años, y no solo actuó para Burgos sino para todas las empresas del norte de la región. Sogacal se fusionó con la vallisoletana Soteca y así nació Iberaval, hoy en plena actividad.

La fundación del Colegio Oficial de Economistas de Burgos, del que fue decano entre 1992 y 2007, también fue un problema bien resuelto. Paradójicamente, una ciudad como Burgos no podía reunir el número suficiente de economistas para constituir formalmente un colegio de acuerdo con la ley, por lo que se recurrió a un ‘préstamo’ de veinte de colegiados de Bilbao para inscribirse en Burgos, certificar el nacimiento de la institución y luego borrarse y volverse a su casa. Así nació una de las entidades colegiales más solidas, numerosas y participativas en el devenir de la ciudad. 

Nuestro protagonista es el colegiado número 4 y el más veterano de los economistas de Burgos. Recuerda con cariño a los tres primeros, ya fallecidos: Virgilio Mazuela, Enrique Lacave y Sáez Villanueva. 

Desempeñó el cargo de decano durante 14 años y participó en el Consejo General de Colegios de Economistas de España. También fue integrante del Consejo Económico y Social de Castilla y León (CES)y coordinó varios comités científicos de los congresos de economía impulsados por la Junta.

En 1998 se independizó y montó su despacho especializado, que cuenta hoy con entre 12-14 empleados. Compagina su labor profesional con la de consejero externo de varias sociedades. 

UBU. Como no podía ser de otra manera, De Santiago participó activamente en el colectivo de los Amigos de la Universidad de Burgos, aquel lobby empeñado en hacer del Hospital del Rey un nuevo y floreciente campus. Acompañando a Francisco Isasi, el que fuera director de Caja de Burgos, formó parte de su Consejo Social de la UBU durante 8 años, bajo los mandatos como rector de José María Leal y Alfonso Murillo. Isasi presidía el Consejo y De Santiago era el vicepresidente responsable de cuentas y números.

Guarda un grato recuerdo del Plan Estratégico Ciudad de Burgos, impulsado durante el mandato del alcalde Ángel Olivares. «Funcionó muy bien en sus comienzos, fue una referencia para otros planes estratégicos (el de Málaga, el de La Rioja...) y logró reunir a sindicatos, Universidad, consejeros de grandes empresas, políticos... Ni derechas ni izquierdas, todos iban a empujar y a hacer cosas». 

De Santiago todavía recuerda aquella reunión en el Salón Rojo del Teatro Principal en la que el alcalde Olivares anunció a los presentes que quería construir un museo dedicado a Atapuerca «ahí», señalando con el dedo en dirección al aparcamiento de Caballería. «Todos nos quedamos sorprendidos y algo descolocados con el anuncio, pero todos empezamos a trabajar para lograrlo y vaya si lo logramos...». «Pero el matrimonio [del Plan Estratégico] logró lo que duran algunos matrimonios...».

Desde hace cinco años forma parte del patronato de la Fundación Caja de Burgos, donde preside la Comisión Económica, Financiera y de Auditoría de la institución y participa, por extensión, en los consejos rectores de los dos consorcios más estratégicos de la ciudad actual, el de Villalonquéjar IV y el de la Variante Ferroviaria. Su dilatada experiencia es oro para unas entidades que progresan entre un mar de deuda financiera y los tiras y aflojas políticos entre las diferentes corporaciones municipales.

«Villalonquéjar es la mejor inversión que ha podido hacer la ciudad, aunque las cuentas no salgan. Viví el Polo nada más montarse y si ha tenido éxito ha sido por la disponibilidad de terrenos en Gamonal y Villalonquéjar -con la participación de Caja de Burgos- y por las escuelas de Formación Profesional. Villalonquéjar tiene que seguir adelante porque será para toda la vida, ¿en qué se va a gastar mejor el dinero en la ciudad?».

Este veterano economista está convencido de que Burgos no será nunca una ciudad de servicios sino industrial. «Se llevaron la Junta de Castilla y León, las direcciones de los bancos, de los seguros... Estamos condenados a tener un porcentaje alto de nuestro PIB industrial y tenemos que cultivarlo. Además los niveles salariales en la industria están un 15% por encima del resto de sectores».

A todos los alcaldes con los que ha tratado les ha repetido este mantra: «No os arrepintáis de promover suelo aunque cueste mucho dinero; al final, ahí están los puestos de trabajo y ahí están las industrias que atraen a otras industrias». 
No quiere añadir más a lo dicho sobre el Parque Tecnológico («conozco Boecillo y siempre me ha dado mucha envidia») y, por contra, se muestra gratamente sorprendido por la agilidad que ha demostrado la Junta para apoyar la construcción del ramal ferroviario a la fábrica de Kronospan en Castañares, unión que junto a la inminente ampliación de la Aduana «crea otro polo de promoción en Burgos vinculado a la madera».

Desvío. Ha consagrado muchas horas de estudio al consorcio del Desvío Ferroviario y los desarrollos urbanísticos que contempla. Considera también, pese a los problemas que acumula, que es un proyecto que persigue unos objetivos que en manos de promotores particulares «hubiese sido un desmadre». 

No le preocupa en exceso la tardanza de la llegada del AVE, «pues hasta que no tenga comunicación con el norte -con el País Vasco- no va a tener sentido un solo tren de comunicación para Burgos. ¿Queremos un AVE para traer 50 o 100 personas al día?», se pregunta. «Burgos no puede ser punto y final de línea de alta velocidad porque le falta el peso de la población y necesita de la Y vasca para que pase un tren cada dos horas».

El País Vasco es siempre un referente -argumenta- pues aquí disponen del suelo que no tienen allí. «El ‘anchas Castilla’ para ellos es suelo industrial a buen precio y con buenas comunicaciones. Desarrollar suelo industrial es siempre positivo, al igual que la mano de obra preparada y un ambiente social no conflictivo. Los consejos de administración valoran mucho estos supuestos», insiste. 

Lamenta, como tantos otros, la pérdida de las dos cajas de ahorros, «de la que aún nos estamos recuperando». Atesoraban el 60% del negocio financiero, «estaban en todo, también en los polígonos y me da pena porque ahora vamos a un oligopolio de mercado, vamos a terminar con tres bancos, con las ventanillas cerradas, con los pueblos sin sucursales...». 

Su herencia son las fundaciones como la de Caja de Burgos, entidades que, reflexiona, «pueden adoptar una postura cómoda gracias a su solvencia y patrimonio o dar un paso más, con riesgos y peligros, como estamos haciendo con la sociedad de capital riesgo para participar y ser socios de empresas. Es un papel muy importante para proyectos que quieren ampliar, internacionalizarse o no tienen capital suficiente. La justificación futura de la Fundación no pasa por vivir de las rentas sino por asumir sus riesgos y apoyar proyectos y emprendedores».

Aunque la ha vivido y la vive cerca, Antonio de Santiago nunca ha tenido la tentación de dar el salto a la política. «Me harían la cuenta a la semana de entrar... No entiendo las presiones de dentro y de fuera de los partidos gobernantes y los de la oposición». Eso sí, conciliador, da un «aprobado» a todos los alcaldes con los que ha tratado, que son todos los de la etapa democrática.

Pandemia. Vivió la crisis del petróleo como responsable de una industria de productos plásticos para la automoción «y lo pasamos mal, pero lo superamos». Nunca ha vivido algo como lo ocurrido en 2020 y está convencido de que «saldremos adelante». «El sector de la hostelería saldrá mermado entre un 20% o 30%. Algunos no tienen riñón para aguantar y hay un exceso de oferta en este tipo de servicios. Este va a ser el precio de la crisis porque la industria burgalesa ha aguantado bastante bien, incluso con dobles turnos en la alimentación».

El futuro que vislumbra de Burgos apunta hacia la estabilidad porque la natalidad no avanza. «Si hay puestos de trabajo, vendrá gente a cubrirlos, de aquí o inmigrantes. Yo lo viví en Alemania, donde hubo una autentica invasión de españoles y turcos porque había puestos de trabajo». «Necesitamos estudiar muy bien cuáles son los puntos positivos de Burgos, no los negativos, que ya los conocemos y que se habla demasiado de ellos. La alimentación, la automoción, la logística, la química, la formación... Para ello hay que habilitar terrenos y servicios. Necesitamos una UBU más especializada y un aeropuerto de carga. Todo no lo podemos tener, pero tenemos que potenciar lo bueno y dejarnos de lamentos».