Organeros: crear para que otros creen

GUILLERMO DÍEZ
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Ingenio, conocimientos, sensibilidad, paciencia... un oficio que requiere de muchas virtudes

Tratado de organería. - Foto: DB

Hay profesiones poco habituales, casi desconocidas, que, precisamente por eso, despiertan la curiosidad de quien las descubre. Una de ellas es la de organero: quien restaura, mantiene y construye órganos.

Dada la complejidad de estos instrumentos, estamos hablando de un profesional que necesita una extensa y multidisciplinar preparación para llevar a cabo su trabajo.

Por un lado restaura: precisa de conocimientos históricos tanto de la música como de los materiales utilizados; porque tiene que recuperarlos y reintegrar piezas que muchas veces están muy deterioradas y han sufrido pérdidas. Ha de saber cómo limpiar y rehabilitar maderas, pinturas y elementos decorativos; trabajar aleaciones metálicas, conocer la mecánica de fluidos -presión del aire-, elementos eléctricos y, últimamente, electrónicos e informáticos... Con una infinita paciencia desmontar cada pieza para limpiarla y volver a colocarla en su lugar o rehacerla si está inservible y no es recuperable. Pero, además, se trata de un instrumento musical: la precisión es máxima en cada ajuste.

2. Tubos en el taller para ser restaurados. 3. Plancha tras la fundición y el pulido. Con ella se hará uno de los tubos del órgano. 4. Secretos de corredera.  5. Lengüeta montada sobre la canuta.  6. Canuta limpia y preparada para su montaje. 2. Tubos en el taller para ser restaurados. 3. Plancha tras la fundición y el pulido. Con ella se hará uno de los tubos del órgano. 4. Secretos de corredera. 5. Lengüeta montada sobre la canuta. 6. Canuta limpia y preparada para su montaje. - Foto: DB

Organero y organista tienen la obligación de ser conscientes de la enorme responsabilidad que supone el tener en sus manos alguno de estos instrumentos históricos.

Además, también hace nuevos instrumentos: el órgano sigue evolucionando. Es, quizás, el que por su concepción mantiene constantemente abierta la puerta de su desarrollo, que se inició en el s. III AC en Grecia... El ingenio y la investigación son herramientas esenciales en el trabajo del organero, formando una simbiosis para intuir cómo otro va a hacer uso del instrumento. Poniéndole las cosas fáciles... Creatividad al servicio de otra creatividad.

Un músico da por hecho que dispone de un instrumento... Muchas veces ni sabe cómo ni por qué suena, desconociendo los problemas técnicos que hubieron de resolverse para que responda adecuadamente. 

La sensibilidad musical ha de estar muy presente en un organero; aunque no sea organista, necesita conocer lo que pueden dar de sí el instrumento y quien ponga sus manos -y pies- en él. (Habitualmente saben interpretar diversas piezas e incluso han estudiado varios cursos en algún conservatorio).

Rico patrimonio. Conociendo el rico patrimonio organístico de la catedral de Burgos, podemos suponer que hay numerosas intervenciones, y de prestigiosos organeros, a lo largo de una historia cargada de anécdotas:

24 de abril de 1476: «...al señor obispo parescía que se debían faser unos órganos buenos,...».

16 de febrero de 1498: «el que había afinado los órganos se quejaba que habían hecho conveniencia con él de le dar cierto salario y le habían dado la meitad dello, que es especial hombre en este oficio y que en lo pasado ha gastado mucho».

La noche del 3 al 4 de marzo de 1539, se derrumbó el primitivo crucero de la catedral, con tristes consecuencias.

El mismo día 4 se decide volver a levantarlo y que se hable con todos los maestros y canteros para comenzar la obra. Pero no será tan fácil ni de inmediato. Como vemos actualmente, no se hizo una réplica del primero, sino otro completamente distinto que requirió de tiempo y estudios...

Mientras tanto, la nave central quedó inutilizada para el culto:
13 de marzo de 1539: Se decide que se celebre perpetuamente una memoria el 4 de marzo por la caída del cimborrio, con cantores, capas y los órganos, de la advocación de Nuestra Señora y con conmemoración de difuntos. Se pide a los encargados del asunto del cimborrio que aderecen la capilla de Santiago para decir allí las horas.

26 de marzo de 1539: El nuncio en España concede indulgencias de «centum annos et totidem quadragenas» a todos los que con sus trabajos y limosnas contribuyan a la edificación del nuevo crucero de la catedral.

6 de mayo de 1539: Las honras fúnebres por la emperatriz Isabel de Portugal se celebrarán en el convento de San Pablo debido a que la catedral ha sufrido la caída del cimborrio.

18 de julio de 1539: Carta del condestable Pedro Fernández de Velasco con una libranza de 1.000 ducados, a emplear en cinco años, para la obra del cimborrio. 

6 de octubre de 1539: El capiscol manifiesta que el obispo y el nuncio han concedido ciertos perdones a las personas que acudieron a quitar tierra en la catedral cuando se derrumbó el crucero. Nombra encargados para que determinen lo que consideren con respecto a los andamios y otras obras de esta catedral.

14 de octubre de 1539: Se celebra una misa por la gente que acudió a esta iglesia a quitar la tierra y piedra que cayó en el crucero cuando se derrumbó el cimborrio.

Los órganos de la nave central tuvieron que esperar varios años antes volver a sonar:
La reparación del más antiguo se propuso el 27 de noviembre de 1553: «Cometieron al fabriquero hacer el órgano viejo y se entienda luego en ello, e den orden que se continúe la dicha obra fasta ser acabada en perfección».
Y la del más reciente el 12 de diciembre de 1561. Pasaron 22 años desde la caída del cimborrio:
«Cometieron a tres canónigos y un sochantre, que comunicasen e tratasen con el maestro e maestros que les pareciese el orden que se tendrá de aderezar el órgano bueno que se quebró cuando la ruina del crucero, questá en la sala de encima de la claustra, e qué adrezo podrá llevar, y qué costará, y [en] qué tiempo le darán fecho y acabado que se puedan servir dél, y sabido muy bien lo trajesen a cabildo para que se provea en que se efectúe».

Trabajos constantes. Los trabajos en los órganos son constantes: limpiezas, afinaciones, reparaciones y cambios estructurales:
14 de mayo de 1736: «El señor fabriquero representó al cabildo cómo, con el motivo de haberse limpiado el polvo de toda la iglesia, se habían llenado dél los caños de los órganos, los que, según habían manifestado a dicho señor los organistas, necesitaban limpiarse, porque con este impedimento no daban la voz y eco que les corresponde con la viveza precisa». 

14 de febrero de 1805: Informe de la comisión capitular sobre el órgano nuevo:
1.º- Los órganos están tan viejos que su compostura es hacerlos nuevos, aprovechando cuanto se pueda de los actuales.
2.º- Que bajo la certeza de lo expuesto se haga por ahora un órgano a jornal, que estando a la vista mientras trabaja quedará más sólido que por un tanto.
3.º- Que le construya Juan Manuel de Bertolaza, que hizo el de Valpuesta hace diez años y no tiene decadencia, y también hizo el de San Martín, la capilla de la Presentación y la Consolación, y que el que haga el órgano debe continuar afinándolo, pues si no, otro que no le hizo y le afine no hace lo que deseamos.
4.º- Su coste será 124.000 reales, poco más o menos, los dos, y quedando bien el primero se seguirá en el otro.
5.º- Que son precisos los dos órganos, ya porque en las festividades principales tocan los dos organistas, ya por el mayor culto, uniformidad, aspecto público y por si se descompone uno de ellos. 

El 25 de junio de 1805, Juan Manuel de Bertolaza entrega un exhaustivo informe sobre el estado de los órganos y una extensa descripción proponiendo hacer un nuevo órgano. 

Tres días más tarde, el 28 de junio de 1805, el cabildo, teniendo presentes las advertencias hechas por el organista de la capilla real y organero del rey, determina hacer el órgano propuesto por Bertolaza ordenando que el diseño de las cajas se remita a la Academia de San Fernando para su aprobación, haciendo, si fuese preciso, algunas advertencias si tal vez por razón de sitio o colocación de los caños no se puede o no conviene poner algún orden de arquitectura con columnas o pilastras, sino un dibujo o diseño de gusto.

Voladura del castillo. Otro nuevo revés para estos instrumentos se produjo a las 6 de la mañana del 13 de junio de 1813 cuando las tropas francesas volaron el castillo...

El 24 de noviembre de 1815, «los organistas hacen presente la necesidad que hay de desmontar y componer el órgano grande, que desde la explosión en el Castillo se notan en él varios defectos, y hallándose aquí el maestro que le construyó se podía hacer esto con la mayor ventaja. Se acuerda que el fabriquero hable con los organistas y el organero, reconociendo las quiebras y reparos precisos que necesite, con el costo de ellos, y todas las circunstancias que conduzcan para componerle, y se informe al cabildo antes de emprender la obra».

22 de enero de 1816: «Al llamamiento del cabildo para oír el informe del fabriquero sobre la reparación del órgano nuevo, se comunica que el maestro organero se obliga a ejecutar la obra en tres mil y seiscientos reales. Habiéndose tratado y conferenciado largamente el señor presidente mandó dar habas, declarando que la blanca votaba hacer dicha composición y la negra lo negaba; y reguladas parecieron once blancas y cinco negras, con que quedó acordado se hiciese la composición insinuada, cuidando los organistas de que quedase a satisfacción y completa seguridad».

En agosto de 1865, un organero de renombre propone realizar un nuevo instrumento que estaría acabado en tres años.

El 12 de agosto de 1881, el tesorero dijo que hacía muchos años que el organero se comprometió con el cabildo a completar el órgano de la catedral, sin que hasta la fecha se haya podido conseguir, por lo que propuso que a todo trance se procure que cumpla su cometido, excitando a la contaduría a que le obligue por todos los medios, aun judiciales. Este organero hizo varios órganos en Burgos, todos de calidad. 

El 2 de diciembre de 1881, tras 16 años, da por finalizada la obra y los organistas la aprueban, con algunas pequeñas observaciones que se corrigen durante el verano del año siguiente...

Motor eléctrico. 19 de enero de 1928: El maestro de capilla y los dos organistas piden que se ponga un motor eléctrico al órgano; «también hacen notar las deficiencias de construcción en el órgano con relación a los nuevos y obras musicales que conforme a los adelantos musicales que en ella se ejecutan» (sic la redacción); se acordó que se estudien estas propuestas juntamente con los fondos de fábrica disponibles para estos gastos.

3 de octubre de 1929: No se puede tratar de los arreglos propuestos para el órgano mientras la fábrica no esté en condiciones económicas de invertir las cantidades que se precisan para ello.

6 de agosto de 1931: Por fin se aprueba que se ponga un motor eléctrico en el órgano.

20 de diciembre de 1934: Se aprueba un presupuesto de restauración del órgano del evangelio.

22 de mayo de 1936: El cabildo insiste en que se toque alguna vez el órgano nuevamente arreglado «a fin de evitar que con el no uso se inutilice».

Pasar las canutas. Una última curiosidad: de cuatro lingüistas he conocido otros tantos posibles orígenes de la expresión «pasarlas canutas» (cuando alguien atraviesa un momento de dificultades). Me quedo, por supuesto, con la que procede del mundo del órgano y los organeros: Una de las labores más ingratas, pesadas y dificultosas es la de limpiar minuciosamente las ‘canillas’, ‘canutos’ o ‘canutas’ (pequeñas piezas sobre las que se apoyan las lengüetas batientes de algunos tubos del órgano), o las que tienen determinados ‘secretos’ (complejo lugar que recoge el aire que viene de los fuelles, para distribuirlo a los agujeros sobre los que se colocan los tubos). Después, el desconocimiento genera un uso inadecuado de las palabras, desembocando en una incorrecta expresión: La original no sería ‘pasarlas canutas’ sino ‘pasar las canutas’. 

Todos estos datos proceden de textos del archivo de la catedral de Burgos, y de conversaciones con José López Calo, musicólogo; Óscar Laguna, burgalés, restaurador y constructor de órganos, profesor en el Máster de Órgano de la Escuela Superior de Música de Cataluña, y conservador colaborador del Museo de la Música de Barcelona; Joaquín Lois, restaurador y constructor de órganos en su taller de Tordesillas (Valladolid); y Federico Acitores, restaurador y constructor de órganos en su taller de Torquemada (Palencia).