Anatomía de una imagen

MARTÍN G. BARBADILLO
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La exposición 'Catedral Eterna. Así la vieron, así la ven' permite volver a contemplar la icónica fotografía de Luis Mena en la que dos punkis y el templo establecen un diálogo artístico insólito

‘1989’. - Foto: Luis Mena

Es muy posible que la fotografía que acompaña a estas líneas le resulte familiar: una pareja de punkis en la que ella le acicala la cresta a él con la catedral al fondo. Tomada en 1989, consiguió perdurar en el tiempo y se insertó en la memoria de buena parte de una generación de burgaleses. Tenía bazas para conseguirlo: resultaba transgresora, una bofetada de impacto inmediato que contraponía en un solo plano la tradición representada por el templo y la ruptura de los dos personajes. Fondo y figuras chocan, pero también se acercan; las puntas de las crestas se parecen a las agujas, o tal vez sean las agujas las que se parecen a las crestas. Es una combinación apabullante.

Luis Mena, el autor de la foto, que trabajaba en aquella época como colaborador de Diario 16 Burgos, percibió inmediatamente la potencia de la imagen. «Estaba con la cámara fuera, yendo de una rueda de prensa a otra o algo similar. Cuando les vi en la plaza de Santa María aluciné, yo creo que no había visto punkis en mi vida». Los dos jóvenes estaban en las escaleras de la fuente de la plaza arreglándose las crestas con agua y jabón lagarto, como era costumbre en los punkis nacionales. «Les pregunté si podía hacerles fotos y no vieron problema. Después de tirar varias, con total naturalidad me dijeron que si podía darles algo de dinero. Les di la mitad de lo que iba a cobrar por la imagen en el periódico, que no era mucho. Es la única vez que he pagado por hacer una foto en mi vida», rememora Mena.

 Pero, ¿quiénes eran estos chavales? El autor recuerda que le explicaron que no eran de aquí y estaban de paso en dirección a Galicia. Es muy probable, por tanto, que no hayan sabido jamás que son los protagonistas de este icono de la cultura local. Mirando la imagen ahora, más de treinta años después, es imposible no preguntarse qué habrá sido de ellos: ¿seguirán vivos?, ¿continuarán juntos?, ¿mantendrán su actitud punk?...

Precisamente esa actitud y su oposición con lo más arraigado es según Mena la clave de la perdurabilidad de esta imagen. Para el fotógrafo, en Burgos «existe un contraste permanente entre lo conservador y lo rupturista y esta foto lo representa, por eso ha gustado y permanecido». 

Presencia en el tiempo. Vio la luz por primera vez en la contraportada de Diario 16 Burgos, en una sección que recogía imágenes cotidianas. Después llenó las marquesinas de la ciudad protagonizando una campaña publicitaria y ha estado presente de una u otra manera hasta la actualidad. Ahora forma parte de la muestra ‘Catedral Eterna. Así la vieron, así la ven’ en el Museo Evolución Humana y el Fórum Evolución, y se puede ver también en una copia en gran formato en el bar La Cuca, en la calle La Puebla.

Como dice su autor, «ha envejecido bien». De hecho, con el tiempo se ha resignificado. Si lo que cautivaba de ella a finales de los ochenta era su carácter rompedor, ahora es su clasicismo, y los clásicos no lo son por nada. Es una obra que remite a una pintura de armoniosa composición cuyas huellas se pueden rastrear en la historia del arte. Para José Antonio Gárate, historiador y trabajador (además de experto) de la catedral, es la mejor foto contemporánea del templo. «Es una imagen bella, en la que nada desentona. El paso del tiempo ha igualado a los protagonistas. Ellos podrían ser unas gárgolas más. Además, los punkis, con todo lo antisistema que podían ser, buscan la perfección estética, construyen la cresta con esmero, como hicieron los artífices de la seo. Mientras, la propia basílica observa la escena; los ventanales parecen ojos», explica. Luis Mena,  por su parte, cree que esos ojos «tienen la sabiduría de observar y no sentenciar».

Y lo que miran esas pupilas pétreas remite a temas tratados por artistas desde hace siglos. «Recuerda a un lavatorio de pies de una Última Cena renacentista», apunta Gárate.

El escritor Óscar Esquivias, que se sabe la catedral de memoria, atisba en las crestas «las aureolas de los santos de Giotto, pintadas de perfil. Incluso evocan a las coronas de las imágenes barrocas», como algunas de las que procesionan en Semana Santa. En opinión de este autor, la escena tiene un aire a las representaciones del bautismo de Cristo.

A estas alturas, resultaría curioso conocer la opinión de los protagonistas de la instantánea, que ahora deberían andar por la cincuentena, sobre las sensaciones que la imagen despierta en otros. ¿Se reconocerán más en esos punkis que un día fueron o en las referencias renacentistas que algunos advierten en sus perfiles? 

En cualquier caso, al convertirse en objeto del arte, de alguna manera, pasan a pertenecer al observador que las contempla. Por fortuna, en este momento, cualquiera puede plantarse delante de este clásico absoluto de la cultura burgalesa del último medio siglo (en los dos lugares citados) y dejarse seducir por sus múltiples capas, sus mensajes polisémicos o, simplemente, por su belleza. Una buena manera de hacerlo es olvidarse de todo lo leído hasta aquí y, sin más, dejarse llevar, permitirse sentir y disfrutar de esta fotografía, que, por cierto, se titula ‘1989’.