Unos 50 presos recuperan su empleo tras perderlo en la covid

F.L.D
-

Las dos fábricas que tienen un centro de producción en la prisión retoman el 100% de su actividad. Además, la cárcel ha creado un aula para internos estudiantes de la UNED

Apenas se han notificado positivos dentro de las instalaciones de la prisión. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

El Centro Penitenciario se convirtió durante los peores meses de la pandemia en una auténtica burbuja. Se puede decir incluso que los internos estuvieron sobreprotegidos, de ahí que se mantuviera al virus lejos de las celdas hasta que se terminó el primer estado de alarma. Luego, apenas tuvo casos aislados. Que a nivel sanitario las cosas fuesen tan bien no quiere decir que esta crisis no haya afectado a los habitantes de la cárcel. Un tercio de los presos trabaja en talleres internos y externos. Éstos últimos perdieron su empleo por la paralización de la actividad durante tres meses y los posteriores problemas de baja demanda de las empresas que les contrataban. Por suerte, la situación ha mejorado y no solo se han recuperado los niveles de empleo, sino que son superiores.    

En la prisión de Burgos cuentan con talleres internos, en los que los presos realizan labores de limpieza, lavandería o cocina, y externos que están tutorizados por las empresas Plaselec y Magnesio&Metal. Fueron éstas últimos las que cancelaron su actividad durante el primer estado de alarma al no estar permitido el acceso de personal externo al centro. Medio centenar de personas se quedaron sin empleo durante ese periodo. «Durante mucho tiempo estas compañías no han tenido pedidos. Poco a poco se han ido recuperando y han contratado más personal», explica Elena Ramos, directora del centro. 

Asegura que durante el tiempo del parón los internos tuvieron esa pequeña frustración por no poder trabajar. «Siempre han tenido voluntad de mantenerse activos. Al fin y al cabo, ellos tenían una sensación de gran seguridad. De que les sobreprotegíamos». Hoy por hoy, 50 personas participan en esos talleres de las empresas externas. Sumados a los 70 que realizan labores cotidianas dentro de la prisión son 120 con empleo de los 400 que hay ahora mismo en la cárcel burgalesa. Son unos 15 más que justo antes de que irrumpiera la covid-19.  

También existieron ciertas limitaciones para aquellos presos que cursan algún tipo de enseñanza reglada. En este último año escolar, un total de 152 internos participaron en educación básica y secundaria, mientras que otros veinte están inscritos en carreras universitarias a distancia. Estos últimos tuvieron que acostumbrarse a estudiar por correo ordinario. «Al no poder entrar los profesores en el centro, les mandaban los ejercicios por carta y ellos los completaban por el mismo medio», recuerda Ramos. 

La dirección del centro decidió dar un impulso a la educación universitaria al crear lo que han llamado el aula Uned. «Es una sala dotada con diez ordenadores donde los internos que cursan enseñanzas superiores pueden estar conectados a la plataforma. La pandemia ha mostrado la necesidad que existía y lo hicimos constar a Instituciones Penitenciarias para que instalasen recursos tecnológicos», subraya Elena Ramos. 

No es la única apuesta tecnológica en el Centro Penitenciario en el último año. En pleno confinamiento, fue un alivio para los internos poder conectarse con sus familiares y amigos a través de videollamadas. Cabe recordar que durante todo ese periodo las visitas estuvieron canceladas, por lo que estas conexiones se convirtieron en un pequeño oasis. Los smartphones han llegado para quedarse y, de hecho, es posible que se de un mayor impulso en este aspecto a partir de ahora.