60 décimos de suerte valorados en 3,6 millones

S.F.L.
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La administración Casa Santaolalla de Briviesca reparte el primer premio de la lotería nacional. Entre los afortunados hay vecinos de la ciudad y de Casalarreina

Cristina gestiona la administración de lotería familiar desde hace pocos años. Su pareja, Chema, trabaja con ella. - Foto: S.F.L.

Aún con la voz ronca, arrastrando un cansancio poco habitual pero conservando la sonrisa que la caracteriza y que llega a percibirse por debajo de la mascarilla, Cristina Santaolalla atendió sin tregua a las decenas de personas que desde primera hora de la mañana de ayer se acercaron a probar suerte a su administración de lotería, en Briviesca. Se respiraba un ambiente diferente al de otros días en la Plaza Mayor de la ciudad, más alegre y con más curiosos. El motivo era claro: los millones.

En los grupos de personas que se formaron en las inmediaciones del  centenario local  no se hablaba de otra cosa más que de el primer premio del sorteo nacional que la briviescana y su compañero Chema repartieron el sábado. El número 32.511 quedará en la retina de todos los burebanos ya que a pesar de venderse de manera fija en la administración desde hace más de medio siglo, nunca antes había dado tantas alegrías. Esta vez ha venido acompañado de 60.012 euros por décimo -600.120 la serie- y con 3.600.720 euros a repartir entre vecinos de la capital burebana y el Mesón Manolo de Casalarreina.

«¿A ti te ha tocado?», pregunta Josefina a José Luis. «No, pero estoy muy emocionado por todas aquellas personas que han recibido el premio en esta época tan dura», respondía. Chelo se ha acercado hasta el establecimiento para «ver el ‘jaleillo’» y dar la enhorabuena a la pareja propietaria. Manuel, que se ha presentado en el lugar para echar la quiniela, se lamenta de no haber comprado aquel día el décimo, pero asegura que es «feliz porque el abuelo del mejor amigo de su nieto se ha llevado el premio».

Cristina, la gerente de Casa Santaolalla, no puede contener la emoción. Durante la pasada semana vendió 60 décimos y si sus cuentas no la fallan, calcula que más de la mitad se quedaron en Briviesca. «Es algo difícil de explicar lo que estamos viviendo desde el sábado. Ayudar a tantas personas, cada una con sus historias y sus necesidades, es algo maravilloso», explica entusiasmada. Conoce a algunos agraciados, a otros no, pero lo que más le llena es saber que «hay clientes fieles que llevaban jugando con este número desde que tenían 18 años», añade.

No han querido identificarse pero no han visto inconveniente en contar su vivencia. Érase una vez cuatro amigos que se encontraban jugando una partida de mus en las piscinas. «Como no hay bar decidimos que el perdedor compraría un décimo de lotería», declara uno de ellos. Le tocó al que nunca antes había invertido en la suerte y como buen principiante, adquirió el boleto premiado. Sus compañeros de tapate, emocionados, siguen sin creerlo. Otra vecina lo compró a medias con su mejor amiga. Casualmente se encontraba en el local cuando Javi, el hermano de la dueña iba apuntando los números del sorteo. «Lo viví en pleno directo. Quizás pague con ello la entrada de una vivienda», declara.

 Este acontecimiento ha revolucionado la ciudad, ha convertido a algunos residentes en detectives buscando a los premiados y sobre todo, ha repercutido en que bastantes personas vivan «un poquito mejor», sentencia Santaolalla.