,Parecía que este verano de 2021 iba a ser similar a lo que conocíamos hasta ahora: terracitas, encuentros, celebraciones, playa, fiestas y verbenas. Pero el aumento de contagios ya ha puesto todo de nuevo patas arriba nos ha pillado a mitad del disfrute y está obligando a la gran mayoría a readaptarse de nuevo.

Muchos no se están librando de 10 o 12 días confinados en casa, que se llevan muy mal en verano y más si el cuerpo está sufriendo dolores o fiebre; otros incluso terminan en el hospital. Y los que hemos conseguido hasta ahora esquivar al virus tenemos pocas ganas de fiesta.

Vamos a seguir disfrutando de una terraza al aire libre, aunque no alargaremos mucho esas conversaciones grupales que nos ayudaban a pasar las tórridas noches veraniegas sentados a la fresca, sin mirar el reloj, sólo las estrellas.

Los encuentros y las celebraciones van a ser discretos y prudentes (o deberían serlo), así que quedan suspendidas un año más esas cenas y comidas de cuadrillas y peñas tan arraigadas en nuestra sociedad.

Podremos acudir a teatros, conciertos, paseos y talleres; es verdad que con limitaciones y medidas, pero al menos habrá algo de cultura.

Las playas, principalmente parceladas y con colas. Y pocos municipios se atreverán a programar fiestas, romerías o verbenas, a pesar de que hace tan solo un mes muchos alcaldes y concejales mantenían la esperanza e ilusión de recuperar algunas actividades.

No se trata de restricciones para 14 días. Es que se ha cogido miedo otra vez. Y ver una orquesta todos sentados, con mascarilla, sin poder comer y beber y con final obligado a la 1.30 de la madrugada… no parece atractivo ni viable. 

Tampoco es fácil imaginarse una procesión sentados en fila, sin danzar o bailar la jota ni vitorear a la patrona o patrón correspondiente.

Por eso en el pueblo, la ciudad o la playa.