Ya están aquí. Las fiestas patronales de Aranda ya han arrancado. Lo hicieron ayer con el cañonazo celebrado en la Plaza Mayor, que un año más volvió a concentrar a cientos de jóvenes, y también adultos, aunque estos últimos con menor protagonismo. Los focos, o más bien los mayores chorros, se los llevaron los adolescentes que, botella en mano, la mayoría de gaseosa cargada de colorante, disparaban a todos lados sin un objetivo claro, solo mojar al que estuviera cerca y celebrar que arrancan nueve días de fiesta. 

Ellos, los adolescentes, fueron los más madrugadores y mucho antes de las 12.00, hora del cañonazo, empezaban a ocupar los mejores sitios, los que están justo debajo del Ayuntamiento. Los saltos, los coros, los disfraces y los levantamientos a hombros se sucedían mientras la música sonaba, la de fiesta que se escucha en cualquier lugar y la del Sonorama que da identidad a Aranda. El ambiente de la plaza iba subiendo a medida que se acercaba la hora, la del cañonazo. Cada vez más gente llenaba el centro y tiraba bebida, y también la consumía, que para algo son fiestas. 

Así, sin darse cuenta, como en esos momentos de felicidad plena, llegaron las 12.00. La alcaldesa salió al balcón, todos los presentes entonaron el himno de Aranda y por fin se encendió el cohete. Fue justo el momento en el que se convirtió en cañonazo cuando los ánimos alcanzaron su cúspide, la gaseosa salpicaba más que nunca, la gente saltaba con más ganas y nadie se libraba de corear la música ni tampoco algún ‘Aranda, entera, se va de borrachera’. Una especie de bandera para los jóvenes que refleja sin los tapujos ni anclas de la madurez lo que todos buscan en las fiestas: diversión.