Los vecinos de Santa Clara 45 denuncian una invasión okupa

J.M.
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Varios propietarios han tenido que irse de su casa tras los «insultos y amenazas» y al ver que su edificio se ha convertido en un punto de venta de droga. Nadie les ofrece una solución

Suciedad, destrozos, altercados, drogas, denuncias y mucho miedo en Santa Clara 45. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Los vecinos del número 45 de la calle Santa Clara están viviendo una pesadilla. Hace dos meses que varios okupas  de etnia gitana empezaron a instalarse en las viviendas vacías del inmueble y desde entonces la angustia y el miedo se ha apoderado de los residentes, muchos de ellos de avanzada edad. Algunos se han visto obligados a marcharse de su casa al no poder soportar las «amenazas e insultos» o al ser testigos directos del trasiego de personas que entran y salen del bloque sin el más mínimo rubor «para comprar droga». La situación se vuelve del todo insoportable cuando cae la tarde y especialmente los fines de semana. Lo peor, que allí donde han acudido en busca de ayuda, al Ayuntamiento o a la Policía, les dicen que no pueden hacer nada.

«Lo que pasamos no es miedo, es pánico», comenta una de las propietarias de una vivienda. Otro vecino, que se tuvo que marchar de su casa, añade que «yo no me atrevo a subir después de las 8 de la tarde». Solo quien vive ahí puede saber la angustia que se sufre cuando uno no puede conciliar el sueño por los ruidos de las «peleas», por recordar al okupa «desafiante» que se ha encontrado cuando subía las escaleras (son cuatro alturas sin ascensor) o al pensar que el día menos pensado su edificio aparece en las páginas de sucesos. Porque esa es otra, lo mismo enganchan la luz del alumbrado público que de la escalera. Y que la comunidad pague los recibos de los okupas es una broma en comparación con el hecho de que el día menos pensado salte una chispa de los cables que cuelgan del techo del rellano y el edificio entero, centenario y con estructura de madera, sea pasto de las llamas.

«Alguien podrá hacer algo», se pregunta desesperada y con impotencia otra vecina. El problema de fondo es un enquistado conflicto judicial en el que se dirime la propiedad de las viviendas que están ocupadas (en este momento 4) y la persona que en teoría es la dueña de ellas (y del 52% del edificio) no se hace cargo de la situación. Y sin una denuncia por su parte, no hay solución posible.

Otra mujer, que también ha salido pies en polvorosa, ha optado directamente por tapiar la puerta de entrada a su vivienda. Los hay que están intentado convencer a parientes para que se marchen. Pero ¿por qué tienen que hacerlo si están en su casa?