Un verano cargado de amor animal

B.A.
-

Cinco jóvenes dedican parte de sus vacaciones al cuidado de los pacientes del Centro de Recuperación de Animales Silvestres, que acoge un programa de voluntariado por primera vez

Francisco Javier de la Iglesia, uno de los voluntarios, sonríe al comprobar que algunos de los buitres que se encuentran recuperándose de diferentes lesiones ya son capaces de emprender el vuelo. - Foto: Patricia González

Durante el verano el trabajo se desborda en el Centro de Recuperación de Animales Silvestres. Es la época de anidación, cuando más aves recién nacidas caen de los nidos y también cuando los paseos que las personas dan por el campo se multiplican, lo que hace que se encuentren más animales que requieran de una atención para sobrevivir. Unos cuidados profesionales que se ofrecen en este espacio, ubicado en la localidad de Albillos, y donde este año cuentan con la ayuda de cinco voluntarios que participan en las distintas labores que desarrollan en el mismo con el objetivo de que esos animales puedan volver a su hábitat con garantías de supervivencia. 

La Fundación Patrimonio Natura de la Junta de Castilla y León inició este programa de voluntariado en el CRAS de Valladolid el año pasado, que fue acogido con gran éxito ya que contó con la participación de 23 personas, lo que les llevó este año a ampliarlo al centro de Burgos, que también es el de referencia de las provincias de Palencia y Soria. En este caso han sido cinco los jóvenes que han decidido participar. «Uno de nuestros problemas es el acceso, que no llega el transporte público, y eso ha podido tirar a algunas personas para atrás», cuenta Álvaro Soto, veterinario y responsable del centro, que está satisfecho con la aportación de los voluntarios durante estos meses. «Para ellos es una oportunidad y para nosotros también, porque nos echan una mano y eso en verano es de agradecer, porque además trabajan bastante». 

Los voluntarios pasan estancias de quince días en el CRAS y no tienen que cumplir requisitos especiales, simplemente involucrarse en el cuidado que los animales necesitan. «Al principio siempre están acompañados y en función de su evolución y destreza van pasando de funciones más sencillas a más complicadas, pero básicamente consiste en labores de limpieza y mantenimiento de las instalaciones y en la conservación y alimentación de los animales, e incluso de pequeñas curas», relata Álvaro Soto, que asegura que la parte «más dura» para algunos voluntarios es cuando tienen que tratar con animales muertos, sobretodo cuando tienen que alimentar con ellos a otros de los que se encuentran en fase de recuperación. «A algunos se les hace complicado porque vienen solo con la idea de tratar con animales vivos». 

vocación. Para plantearte un voluntariado así al menos tienes que amar a los animales. Es lo que le pasa a Francisco Javier de la Iglesia, que asegura que es su vocación. Su hermana, bióloga, realizó las prácticas en este CRAS, y cuando se enteró de que había un voluntariado, se lo sugirió. «La experiencia está siendo muy buena. Vengo todos los días contento y pensando en cómo habrán ido evolucionando los animales respecto al día anterior, si han mejorado, como están sus heridas, si salen adelante...», relata este estudiante de Forestales, que asegura que le gusta «cuidarles, poderles ayudar, darles otra vida». 

Está tan contento de su paso por el CRAS que ya se plantea realizar las prácticas de su carrera en él. «Me gustaría poder repetir el voluntariado e intentaré pedir las prácticas cuando termine. Si me dejan también me gustaría poder venir a echar una mano algún fin de semana», dice el joven, que pide una mayor conciencia con los animales. «Todo está por algo en el ecosistema, no se puede aniquilar por aniquilar, hay que respetar a los animales en su hábitat y no solo verlos en un zoológico», asegura Javier, justo después de ayudar en el cuidado de un cárabo con las dos alas rotas ya operadas y a punto de alimentar con gusanos a unos simpáticos autillos, una especie de pequeños búhos que llegaron recién nacidos y que pronto podrán volver al bosque, cuando adquieran el peso y tamaño adecuado y se cercioren de que pueden cazar y alimentarse por ellos mismos en su retorno a la naturaleza.

Inmersa en el cuidado de los alimentos de las aves rapaces se encuentra Yaiza Fernández en el departamento de biocría. En él procrean diferentes tipos de roedores con los que se da de comer a estos singulares pacientes durante su recuperación. Recién graduada en Biología, dentro de unos meses comenzará en Valencia un máster de Biología de la Conservación y antes quería familiarizarse aún más con este ámbito. «Estoy muy contenta con todo lo que estoy aprendiendo. He estado con los ratones y las codornices, que es el alimento de las rapaces, y también alimentando a las aves que están fuera, que se encuentran mejor, y a los pollitos más pequeños», relata la joven, que reconoce que la gustaría especializarse en biología marina y que las aves no habían llamado especialmente su atención hasta ahora. «Quien sabe, quizá en un futuro me decante más por ellas. De momento aquí estoy aprendiendo muchas cosas sobre cómo manejarme en el cuidado de los animales», comenta Yaiza, que coincide en el CRAS con Susana López, que está haciendo las prácticas de Ciencias Ambientales allí, y con Paula González, que también realiza en el centro de Burgos las prácticas de su máster. 

Todos ellos, junto con el equipo que dirige Álvaro Soto, ponen todo su amor para que sus pacientes, entre los que hay cigüeñas, buitres, lechuzas, búhos, un águila imperial, autillos o dos erizos, puedan recuperarse de sus lesiones, la mayoría traumatismos, y volver a su hábitat, seguro que agradeciendo, a su forma, ese amor recibido.