El progresivo envejecimiento de la población burgalesa está disparando el uso de servicios cuyo objetivo es prestar un apoyo para que las personas de más edad puedan seguir viviendo en su casa. Es el caso, por ejemplo, de la teleasistencia domiciliaria, que el año pasado volvió a registrar un incremento de usuarios que querían asegurarse que iban a tener respuesta inmediata ante problemas personales, médicos o sociales. En concreto, en 2018 lo utilizaron 1.379 personas; 95 más que en 2017 o, lo que es lo mismo, un 7,3% más.
La concejala Gema Conde presentó ayer la memoria de este servicio que se creó en 1992 y que tiene adjudicado Cruz Roja. Una ocasión que aprovechó para destacar que, al igual que sucede en otros recursos semejantes, la mayoría de los usuarios son mujeres, residentes en el centro y en los alrededores de la Antigua (donde se está percibiendo un envejecimiento más acelerado que en otros puntos) y que en muchas ocasiones no tienen familiares. Conde recalcó que este servicio requiere, por obligación, que el usuario cuente con una persona de contacto que guarde sus llaves y a la que el personal de Cruz Roja pueda llamar en caso de necesidad y el año pasado hubo 13 personas que tuvieron que pedirle a la Policía Local que les custodiara las llaves.