Con tardes como esta ganamos todos

Diego Pérez Luengo
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Una excepcional corrida de Antonio Bañuelos permite a Garrido reivindicarse, a Galdós lucirse y a Galván exponer en la primera de feria de Briviesca

Con tardes como esta ganamos todos - Foto: S.F.L.

Algo más de media entrada había cuando empezó un festejo del que su final solo cabía en los mejores sueños de los allí presentes, pero sobre todo de un ganadero. Antonio Bañuelos lidió una grandiosa corrida de toros en la que solo puso la nota discordante el cuarto de la tarde, y dos de sus toros fueron premiados con vueltas al ruedo.

Abría cartel David Galván con un grandón animal que no le puso las cosas fáciles, sin permitir errores le dio incluso algún susto con el que quizá no contaba el joven torero gaditano. No hubo acople definitivo y sólo quedaron algunos momentos sueltos. No tuvo suerte con el segundo de su lote. Animal reservón, ofensivo de cara y que no terminó de definirse en ningún momento, hasta el punto de tenerle que poner Galván todo de su parte para lograr un lucimiento que se antojaba difícil. La perseverancia y el querer acabaron volándolo por los aires en una fea voltereta que por fortuna no llegó a más. Cortó una merecida oreja tras estocada y descabello.

La lidia y muerte del segundo corría a cargo de José Garrido, que echó por delante el que fue el toro más pequeño de la corrida pero sin embargo el que junto al sexto mejor juego dio. Dejó constancia de su disposición en un gustoso quite por chicuelinas pero donde de verdad vino la grandeza fue con la muleta. Firme el torero, el mando como principal arma y el toreo por bandera en lo que fue una faena de ese Garrido que llegó a conquistar Bilbao, ese que por momentos andaba pegando pases de plaza en plaza y que ayer por fin pareció alzar de nuevo el vuelo. De principio a fin comandó a un colaborador, enclasado y fenomenal toro de la divisa burgalesa. Por abajo, alargando los muletazos y dándole todo lo que el animal necesitaba, ligándolo y con emoción. El resultado, dos orejas de ley tras un estocadón y una vuelta al ruedo para el animal. Su segundo fue otra historia. Un inicio apoteósico con un ramillete de verónicas de sello propio fue lo mejor en una faena que no acabó por redondear el diestro extremeño.

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El tercer alternante era el peruano Joaquín Galdós, que no se terminó de entender con un animal que tenía sus teclas. Faltó emoción, faltó entendimiento y un punto más de transmisión. Fue el sexto sin duda el mejor animal de la tarde. Con una presentación asombrosa, de imponente trapío, abierto de cara, con una bonita lámina y de preciosa estampa. La clase, la nobleza, raza y el recorrido de trazo perfecto que dibujaba en el ruedo a su paso fueron sus principales virtudes. Joaquín Galdós estuvo allí para aprovecharlo. Quizá se precisaba de mayor mando en la muleta para poder interpretar el toreo a placer. Puso el sabor al natural el peruano con muletazos hondos y largos, emocionantes y rotundos. Tuvo muy buenos momentos la faena pero sin duda nos quedaremos con las embestidas de ese ‘Tiburón’ número 44 de la ganadería de Antonio Bañuelos que puso la guinda a una gran tarde de toros.