Hacen su casa de paja para formar en agricultura ecológica

I.M.L.
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Mónica Ibáñez y Pedro Garrido llevan más de tres años trabajando en su vivienda biosostenible, que busca el mayor ahorro energético con materiales saludables

Mónica Ibáñez y Pedro Garrido llevan desde diciembre de 2017 trabajando para levantar lo que será su vivienda en Tubilla con todas las técnicas de la bioconstrucción para mejorar su calidad de vida. - Foto: Jesús J. Matías

La tendencia del ‘háztelo tú mismo’ (do it yourself, en inglés, por lo de las siglas DIY) se puede aplicar a todo, pero una pareja arandina ha rizado el rizo haciéndose su vivienda con criterios biosostenibles. Ellos son Mónica Ibáñez y Pedro Garrido, que después de tres años y medio trabajando en la finca El Saúco, «se llama así porque ahí hay un saúco que hemos respetado» aclara ella, en Tubilla del Lago, está a punto de dejar a un lado su faceta de albañiles para comenzar como formadores en disciplinas ecológicas. «Queríamos vivir en el campo, llevar un estilo de vida más natural, más sencillo, en conexión con la naturaleza y desarrollar un proyecto de finca experimental, una finca de permacultura, que se basa en observar la naturaleza e intentar reproducir cómo funciona, sus patrones, para ocuparse de la Tierra, de las personas y de las relaciones que entre ellas existen», resume Mónica lo que es, en definitiva, su proyecto de vida.

Su idea es poder comenzar este verano con los primeros talleres que impartirían en su vivienda, que han diseñado para que tenga una zona central dedicada a esto, lo que ellos llaman ‘el aula’. «Queremos ofrecer formación tanto en temas de estilo de vida sano, natural y regenerativos, ‘Sanare’, que me gusta a mi llamarle, y en formación agraria y agricultura regenerativa, centrarlo todo en dar importancia al suelo, a la microbiología tanto nuestra como del suelo que, al final, es lo que sustenta la vida», especifica Mónica. 

Para la parte teórica tienen el aula dentro de su vivienda, pero también cuentan con una gran finca alrededor donde la idea es realizar las prácticas, además de poder compostar los residuos que produzcan y consumir lo que puedan producir. «Será la finca experimental de permacultura, agricultura regenerativa, huerta biointensiva...», enumera Mónica, a lo que Pedro añade convencido que «aprovechando la experiencia algo de bioconstrucción», ya que tienen espacio suficiente para poder levantar paredes de paja para enseñar a aquellos que quieran seguir sus pasos y construirse su propia vivienda biosostenible.

Al final, lo que buscan ambos es mejorar su calidad de vida. «Uno de los objetivos que teníamos al hacer todo esto, con una vivienda autosuficiente con la que reduces mucho los gastos, es trabajar menos horas para tener una calidad de vida igual que la que teníamos hasta ahora», apunta Pedro, que ahora es el alguacil de Fuentespina a media jornada. «Trabajar menos para vivir mejor, porque se puede vivir con menos, vivir de otra manera es posible y cada vez urge más», dice convencida Mónica, que ya se dedica a la formación en temas saludables a través de su proyecto Ecos del Duero.

Para poder poner en marcha este proyecto han tenido que aprender múltiples técnicas de construcción con materias primas como paja, madera y barro. «Esta casa nos la ha enseñado a hacer Youtube con los tutoriales», comenta medio en broma Mónica, «es pura artesanía en el fondo, es como hacerte un jarrón enorme de barro», reconoce.

Desde que en marzo de 2018 pusiesen la primera piedra, después de haber empezado en diciembre del año anterior con la cimentación de la casa, han logrado levantar unos muros de medio metro de anchura de paja, recubierto con el revoco de barro de cinco centímetros, más el encalado exterior, y todo lo han hecho ellos, o casi todo. «En materias primas es muy, muy económica, como un tercio de una casa convencional en materias primas pero en horas son mucho más», reconoce Pedro, que calcula que si una casa convencional cuesta unos 1.200 euros el metro cuadrado, que sube a 1.300 o más, dependiendo de las calidades,  si es de construcción biosostenible, al hacerla ellos les ha costado 500 euros el metro cuadrado. «Al final tienes una casa por el mismo precio que una convencional pero con muchísima más calidad de eficiencia energética y de salud, porque esta casa transpira y no tiene tóxicos en su interior», recalca Mónica.

La casa no carece de ningún detalle. Tiene incluso un baño seco para reducir al máximo los productos químicos y, menos uno, todos los muebles los están construyendo ellos con los materiales más respetuosos para la vida y el medio ambiente que tienen a mano.

La finca es autosuficiente en gran medida. Cuenta con paneles solares, cocina de leña y una buena parte está enterrada en la colina para ayudar a mantener la temperatura estable. Además, se ha diseñado con criterios bioclimáticos, es decir, teniendo en cuenta la orientación de la vivienda y el clima de la zona. «Tiene la zona de la cristalera orientada igual que los paneles, al sur, para que el invierno el sol caliente la zona, hemos estado a 25 grados dentro», pone como ejemplo Pedro.

Ahora se encuentran en la fase final de la construcción, con los pequeños detalles de última hora, pero confían en poder empezar a darle vida a este proyecto a lo largo del próximo verano.