Un robo de película con fines terroristas

R. PÉREZ BARREDO
-

En la madrugada del 9 de noviembre de 1977, dos cacos saquearon la sala del tesoro y sustrajeron varias estatuillas de un retablo. Tras el encargo estaba ETA

Estado en el que quedó una de las puertas del templo catedralicio. - Foto: Fede

Se ocultaron muy bien y con un sigilo extraordinario; aguardaron pacientemente escondidos a que el templo cerrara sus puertas hasta el día siguiente para poder moverse con libertad, sin moros en la costa; llegaron incluso a fumar durante la tensa espera. Así fue cómo los hermanos Juan José y Óscar Molinero Medina, delincuentes comunes naturales de Burgos, ejecutaron el plan concebido por una tercera persona, Carlos Catalán Sánchez: robar en la Catedral. En la madrugada del 8 al 9 de noviembre del año 1977, cuando el primer templo capitalino ya se hallaba en completo silencio, los cacos hicieron eficazmente el trabajo. Rompieron candados -como el de la verja de acceso a la capilla de los Condestables, de donde desclavaron tres estatuillas procedentes del retablo de Santa Ana obra de los Siloé-, puertas e incluso un rosetón por el que lograron colarse desde la sacristía en las dependencias del museo y cámara del tesoro, de donde sustrajeron varias piezas: dos cálices, uno de ellos del orfebre burgalés Maese Calvo; tres cruces bizantinas de los siglos IX y X; un manuscrito de 1542, un mapa de Flandes y una carta de 1571 en la que se da cuenta de la victoria de Lepanto; y tres libros impresos en el siglo XVI. 

El botín pudo haber sido mayor, toda vez que los cacos tuvieron todo el tiempo del mundo para hacer acopio de piezas, y mucho mejor: la sorpresa, después del susto mayúsculo que se llevó el Cabildo, fue que las más valiosas obras de la cámara del tesoro no habían sido saqueadas. Así, se desataron todo tipo de especulaciones. ¿Acaso eran unos patanes? ¿Actuaron con premura y erraron en la elección? ¿Sucedió algo que les hizo salir a la carrera del templo? Pese a todo, fue un golpe duro. Máxime cuando, en aquella época, el mercado negro de arte expoliado funcionaba a las mil maravillas y era asaz complicado recuperar piezas robadas. Sin embargo, exactamente dos años después del saqueo se conocieron todos los detalles del golpe. Fue merced a la detención en Vitoria de uno de los hermanos Molinero, cuya confesión permitió desenredar la madeja de un caso bien extraño y recuperar la mayor parte del patrimonio sustraído. Y ese ovillo tenía miga. Vaya si la tenía. E implicaba nada más y nada menos que a la banda terrorista ETA.

Una siniestra madeja. El caco burgalés cantó de lo lindo. Y reveló la identidad de la persona que había dirigido el robo a la Catedral, el hombre con el que había apalabrado éste y otros golpes (entre ellos, el robo de papel moneda en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y varios atracos a sucursales de la provincia): se trataba de Carlos Catalán Sánchez, a la sazón responsable del comando ‘Txindoki’ de ETA militar. Si la intención de los delicuentes comunes era lucrarse, la de quienes encargaron los golpes era muy diferente: obtener dinero con el que financiar su guerra al Estado; con el que comprar armas y explosivos para seguir regando de sangre y muerte las calles del país. Según el relato de Molinero, todas las piezas sustraídas de la Catedral le fueron entregadas a Carlos Catalán; todas, salvo los libros, un pergamino y los cálices, con los que intentaron hacer caja en vano: arrancaron las piedras preciosas de las copas y el resto lo malenterraron en diferentes zonas de Álava y Burgos.

Imagen de una de las vitrinas que rompieron los ladrones para llevarse varias piezas.Imagen de una de las vitrinas que rompieron los ladrones para llevarse varias piezas. - Foto: Fede

Unos meses antes de las detenciones habían sido recuperadas dos de las cruces y una de las estatuillas del retablo; unas y otra se hallaban en manos de dos anticuarios de Pamplona y de Vitoria, respectivamente.

Según los periódicos de la época, el ideólogo del robo era todo un personaje: restaurador de obras de arte, había sido militante del Partido Carlista de Euskadi, formación que abandonó después de que diera su aprobación a la Constitución. Fue detenido en varias ocasiones, siendo la última acusado de dirigir el llamado comando ‘Txindoki’ de ETA, al que se le responsabilizaba de la colocación de ocho explosivos en diversos puntos de Pamplona, así como de un atentado perpetrado en mayo de 1978 contra un jeep de la Guardia Civil en Pamplona, en el que perdió la vida un cabo y resultaron heridos tres números del Cuerpo. 

Catalán Sánchez fue condenado a 15 años de prisión y fue el primer recluso de la banda terrorista en reclamar el indulto particular acogiéndose a la ley de 1870. Contó con el apoyo y las gestiones del Defensor del Pueblo y de representantes del Gobierno vasco, que fueron los encargados de tramitar su petición. Con éxito: el ideólogo del robo a la Catedral de Burgos fue uno de los primeros presos de ETA que fue indultado por el Gobierno de Felipez González al arrepentirse, someterse a la reinserción y no tener delitos de sangre. Recobró la libertad en el verano de 1984.

Accedieron a la cámara del tesoro tras encaramarse y romper este rosetón.
Accedieron a la cámara del tesoro tras encaramarse y romper este rosetón. - Foto: Fede