Bailando en medio de un polígono industrial

G. ARCE
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En los polígonos industriales ahora se puede degustar una cerveza artesana, saltar en un concierto en directo, jugar al pádel, nadar, escalar o deslizarse en patinete. Lo último es bailar en el corazón industrial de la ciudad

El alumnado lo constituyen trabajadoras que han terminado su jornada y quieren cuidar su cuerpo. - Foto: Alberto Rodrigo

La realidad supera ampliamente a la historia. Más de medio siglo después de la creación del Polo de Desarrollo Industrial en el polígono de Burgos-Este, las industrias y talleres conviven o se reconvierten en espacios de ocio; los buzos y trajes de corbata en mallas de deporte y la sobriedad de la vida fabril deja paso a la alegría del arte, el deporte y la diversión fuera de la jornada laboral. En Gamonal y también en Villalonquéjar se pueden degustar una buena cerveza artesana en una terraza a pie de polígono, escuchar un concierto en directo, jugar un partido de pádel o fútbol indoor, nadar, meditar, realizar escalada o deslizarse en patinete por un circuito de rampas bajo cubierta.

Desde hace unos días, justo en el lugar de origen de la industrialización de la ciudad, es posible aprender a bailar en el mismo espacio donde antes solo había maquinaria y actividad industrial. Una academia ha abierto sus puertas al público para dar otro color a la emblemática calle Alcalde Martín Cobos, homenaje al regidor que contribuyó al desarrollo de aquel Burgos de mediados de los años 60 en blanco y negro y al que, a buen seguro, le chocarían sobremanera lo que cambian los tiempos. 

Sin perder (afortunadamente) los grandes referentes industriales que hacen de Burgos lo que es, junto a las grandes fábricas irrumpen nuevas experiencias de negocio totalmente rupturistas con lo que se ha entendido hasta ahora lo que es un polígono industrial.

Un polígono ofrece espacio, aparcamientos y cercanía a la ciudad.Un polígono ofrece espacio, aparcamientos y cercanía a la ciudad. - Foto: Alberto Rodrigo

El último paso lo ha dado Cristina Bilbao, bailarina vocacional, quien ha creado en las instalaciones de la empresa de revestimientos de fachadas de su familia el sueño que llevaba anhelando desde hace más de 7 años: su propia academia de baile urbano. La idea de esta burgalesa de 28 años ha dado muchos tumbos con la pandemia. Inicialmente, buscó un espacio en plena ciudad, pero la crisis sanitaria le obligó a dar el salto digital. «Contacté con varios profesores en España y en otros países para hacer cursos online y subirlos a una página web».

(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)